Ante el derrumbe inminente, el neoliberalismo elige de enemigo al campo popular, para culparlo de su fracaso.

Columna del Dr. Jorge Rachid

Se viene el conflicto social masivo. El pueblo tiene sus tiempos, pero los impone a la hora de la verdad, por esa razón las organizaciones gremiales con los manejos propios y los movimientos sociales intentando sobrevivir a la debacle, han llegado al límite de sus tiempos pausados de confrontación, porque de aquí en más sólo perderían espacio, posibilidades de maniobrar en función de sus intereses corporativos.

Cuando existen dos relatos, uno es una mentira y la realidad suele desnudarlo exponiendo ante el pueblo, la magnitud del daño provocado, que en este caso, en sólo 15 meses de gestión antinacional y antipopular, ha arrasado conquistas, avasallado derechos y denigrado adversarios, como pocas veces sucedió en la historia argentina.

Sólo el odio de clase y la necesidad de tapar el saqueo, han sido capaces de semejantes “logros”.

Quienes vinieron a cerrar la “grieta”, abrieron un abismo, los que prometían institucionalidad, incumplieron las leyes, la última de ley de financiamiento educativo que provocó la reacción unánime de la sociedad y los gremios, ante el atropello y las justificaciones inauditas de las “metas de inflación”, como objetivo estratégico de éste gobierno, colorarlo visible de su sometimiento colonial, fueron la gota que rebasó el vaso.

Desde el primer día buscaron la reacción del peronismo combativo, persiguiendo a sus cuadros dirigenciales más expuestos, desde la ex presidenta hasta los militantes sociales, como Milagro, detenida, sometida, torturada psicológicamente hasta los límites de la resistencia humana, sin causa, sin fundamento jurídico, ni pudor, en una inhumana cacería de militantes extorsionados, amenazados y finalmente comprados para declarar.

Otros cuadros peronistas, pusilánimes y “apretados a carpetazos”, decidieron acompañar “la gobernabilidad”.

El pueblo tiene sus tiempos, pero los impone a la hora de la verdad, por esa razón las organizaciones gremiales con los manejos propios y los movimientos sociales intentando sobrevivir a la debacle, han llegado al límite de sus tiempos pausados de confrontación, porque de aquí en más sólo perderían espacio, posibilidades de maniobrar en función de sus intereses corporativos.

Se viene el conflicto social masivo, después de un año de movilizaciones puntuales, reclamos sectoriales, cortes y ocupaciones en defensa propia de los trabajadores.

En pocos meses se ha visibilizado un rumbo ruinoso para la economía y el país, en un mundo que está en permanente cambio de actores, que pasó del unipolarismo cómplice multilateral, que intentó generar alianzas para sus aventuras genocidas en Medio Oriente, confrontando así con los emergentes del mundo Multipolar, que a fuerza de resistir, han hecho claudicar la lógica neoliberal de la financiarización, como eje de la construcción del futuro modelo social, provocando, aún en los países centrales, desde crisis bancarias a renacer expresiones xenófobas y racistas, en especial en Europa y EEUU.

El gobierno argentino, como el resto de la región sometido por años al bombardeo sistemático, de un Imperio que no se da por vencido en “su patio trasero”, transita desde que asumió el triste camino de la dependencia y la sumisión como expresión política totalizadora de su accionar, tanto en lo táctico, mendigando inversiones, como en lo estratégico, prometiendo bases militares y comportamientos a futuro que comprometen futuras generaciones, como el endeudamiento o la colonización militar.

Este combo de una “tormenta perfecta”, está llevando al pueblo a una confrontación en la cual se juega con el futuro de sus hijos.

En efecto ya no se trata de un peso más o menos, la cuestión es trabajo o desocupación, calidad de vida o hambre, solidaridad social o diáspora individualista, un mañana posible o el éxito hoy, con la “meritocracia” llevada a su máxima expresión, denigratoria de la condición humana y darwiniana en lo social.

Que nadie se asombre de las multitudes lanzadas a las calles, pidiendo desde rectificaciones al rumbo hasta que se “vayan todos”.

En esa lógica el enemigo intenta persistir con su amenaza y persecución sobre el gobierno peronista, atribuyendo calamidades donde había vida, intentando mostrar fracasos donde teníamos logros, pintando un cuadro dramático que sólo existió en su armado mediático judicial, al amparo de la estrategia de la pos verdad, en una confrontación desmentida por la realidad, que es donde se estrellan todas las especulaciones y armados políticos neoliberales.

Claro que debemos admitir errores y caminos que nos faltó recorrer, después de una crisis como la del 2001, que llevó al país a su misma disolución, con decenas de cuasi monedas, el robo de los depósitos de los argentinos, al club del trueque, al hambre y a la muerte por falta de medicamentos, con el país en default y sin destino.

Sólo el peronismo y la audacia de Néstor y Cristina permitieron salir de ese letargo, previo a la muerte, reconstruyendo la memoria siempre viva del peronismo, filosófica y doctrinariamente, como eje del movimiento nacional y popular, que se amplió con la gesta latinoamericana, solidaria, humanista, criolla, morena, profunda, que rehizo los sueños de Patria Grande.

De ahí venimos, desde cuando la acción del enemigo perforó las trincheras culturales de la identidad nacional, permitiendo adherir nuevamente a quienes habían sido los causantes del daño, los ladrones de todas las épocas, los cipayos disfrazados de “Patria”, terratenientes y ricachones a costa del Estado, robando el esfuerzo de los argentinos.

Lo vuelven a hacer, como el la fábula de escorpión y la rana, es “su naturaleza”, nacieron para robar el esfuerzo de los trabajadores, pequeños comerciantes y PYMES, prometen el paraíso como las religiones, nunca maduran un presente, sólo dolor, destrucción y muerte.

Cuando digo muerte no exagero, los números de las políticas sanitarias lo demuestran: “el neoliberalismo mata”. El Movimiento Nacional reconstruirá la Patria una vez más, y de ser posible afianzará la memoria del pueblo argentino, para que el “nunca más” no se convierta una frase hueca de ocasión.

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