Columna del Dr. Jorge Rachid

La llamada “posverdad” es el arma con la cual el neoliberalismo, ejecuta la mentira que deteriora la democracia

Los cientistas sociales, en especial los europeos son proclives a inventar neologismos con los cuales denominar sus prácticas más oscuras o para aliviar la descripción de situaciones dramáticas, naturalizándolas de forma tal que su impacto social disminuya.

Así sucesivamente crearon “asentamientos” al denominar las villas de emergencia, “desgranamiento” para evitar hablar de deserción escolar y ahora la posverdad para denominar la mentira.

Esta descripción nos permite asomarnos a las formulas implementadas por el neoliberalismo para manipular procesos electorales, influir sobre la opinión pública con su artillería mediática hegemónica, deteriorando procesos democráticos, creando situaciones que de parecer reales, se comprueba que son creadas o de otro tiempo o de otras circunstancias.

Los acontecimientos de Venezuela son la imagen patética de esta práctica.

Nosotros lo vivimos durante los años de la ofensiva neoliberal sobre el gobierno peronista, desde tapas murales con supuestas cuentas que nunca existieron hasta poner en dudas el velorio y sepelio del ex presidente Néstor Kirchner, desde presagiar catástrofes que nunca ocurrieron, hasta avanzar sobre la vida personal de la presidenta y sus hijos.

En el consciente colectivo quedó instalado el tema de la corrupción como sello peronista.

Pero el pueblo que es más sabio que muchos dirigentes, que creen que la prensa es su principal arma de construcción política, logró desnudar esa lógica, de a poco, la realidad golpeando las puertas de miles de hogares perjudicados en los últimos tiempos por un gobierno cuyo principal objetivo no es “el hombre” ni “la familia”, menos aún el trabajo, sino las “metas de inflación” característica principal de la macro economía, como eje de su gobierno.

Ese desplazamiento inhumano de las necesidades e intereses del conjunto del pueblo argentino que siempre ejecuta el neoliberalismo, provoca que toda la artillería mediática dirigida al espacio simbólico masivo, se estrella contra la realidad.

Una realidad sin dudas, de una crudeza y dolor que elimina de un plumazo cualquier construcción abstracta.

Sin embargo, más allá de esta situación que poco a poco se va decantando la mentira, entre los compatriotas, incluso aquellos que votaron la ilusión a través de la mentira elaborada en usinas de sociólogos y politólogos, que son capaces de construir mundos falsos, tan destructivos como los misiles de un golpe de estado, promesas desparramadas alrededor de lo que el pueblo quiere escuchar, estudiadas al detalle por estos nuevos Maquiavelos del siglo XXl.

Así es entonces que el choque entre dos mundos, el real y el ficcional creado por estos personajes, se van produciendo por etapas, como una escalada producida por el deslumbramiento que siempre sucede ante quien se siente estafado, manipulados, traicionado, usado en función de intereses que no le son propios.

Los primeros choques son sectoriales desde la lucha por los DDHH hasta la defensa de los puestos de trabajo, luego se va comprendiendo a la dimensión política del riesgo de la Patria, como eje colonizador de las políticas neoliberales, en su desprecio.

Cuando hablamos de Patria no lo hacemos desde lo geográfico, ni desde lo pasional exclusivamente, sino centralmente, como lo hace el peronismo, desde el hombre como centro de la construcción del modelo social solidario al cual aspiramos a construir y que es la antípoda de proceso político del neoliberalismo, que no duda en responder a intereses externos, monitoreados desde EEUU, aunque esto suene conspirativo, que como siempre conocemos en detalle 25 años después, cuando es tarde para remediar la colonización y la entrega, que nos lleva generaciones de argentinos reparar.

Entonces esa lucha política, que se denomina en general como batalla cultural, es sin dudas sobre la instalación de la cultura dominante en el conjunto de los argentinos, bombardeados por la contra información, el ocultamiento, la tergiversación, la condena mediática conocida como “escrache”, entre otras herramientas sobre las cuales transcurre esta batalla, que el movimiento nacional y popular solo puede emparejar con despliegue militante, masivo, continuo ejercido con voluntad plena e identificando al enemigo principal, sin entrar en el juego del enemigo, que lanza “liebres falsas” cada día, para establecer agendas propias.

Con sólo leer La estrategia de la ilusión y Apocalípticos e integrados, de Umberto Eco, quien diseca la mecánica de la información, junto a Los condenados de la tierra, de Franz Fannon, jamaiquino muerto en Argelia quien describe los procesos de colonización cultural, al mismo tiempo que lo hacía Gramsci desde sus Cuadernos de prisión.

Sin dudas Foucault en Vigilar y Castigar no da las pautas de la represión subsiguiente al control social, desde el “panóptico”, que podemos complementar con esa maravillosa descripción de nuestro Fermín Chávez en su “Epistemología de la periferia”, donde nos desafía a ver el mundo, la vida, las cosas desde nosotros, nuestra mirada y los afectos que nos son propios, sin olvidar el “estar situado” de Kush, Hernández Arregui en la Formación de la conciencia nacional, entre otros tantos filósofos nuestros que nos afianzan en nuestro pensamiento americano, moreno, profundo y criollo de Patria Grande. Eso es peronismo y movimiento nacional.

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