Columna del Dr. Jorge Rachid 

La disociación entre el discurso y la realidad del gobierno neoliberal, lleva al país a un choque social inevitable

Cuando el planteo desde los “púlpitos gubernamentales” es: estamos creciendo, creando empleo genuino, controlando la inflación, mejorando la salud y la educación, atrayendo inversiones, entre otras formulaciones que intentan simular una realidad que no se puede esconder, aunque los medios masivos de comunicación oculten, mientan o desvíen la atención del lector o del oyente.

Es que la realidad es una fuerza cotidiana de dolor, que invade los hogares argentinos, que penetra en el ánimo de los compatriotas destrozando proyecciones, ilusiones y esperanzas familiares, cuestiones que alteraron la vida de los argentinos entrando como un tsunami en forma descontrolada, sobre la comunidad, que en un primer momento huye despavorida hacia el individualismo, luego se refugia en su soledad y finalmente se enferma o muere, física o socialmente.

Claro que esta situación no sucede a la vista, no es un espectáculo público, sino que sucede en la barrera infranqueable del barrio, en la bucólica vereda de lo cotidiano, donde los dramas se traducen en silencios prolongados y presencias que antes no estaban, hombres y mujeres desocupados arrastrando su dolor.

Esa postal del barrio ocurre por miles, el las barriadas humildes del gran Buenos Aires y del conjunto del país.

No será reflejado en la crónica diaria, ni será comentario de la City porteña, donde cualquier pavada, desde el fútbol europeo hasta la Bolsa de Tokio son más importantes que los compatriotas invisibilizados, ocultados que sólo aparecen para “molestar” cuando se movilizan en busca de sus derechos, de sus dignidades perdidas en una política, insensible, inhumana, brutal que les dice: esperen todo mejorará, como los predicadores evangelistas prometiendo paraísos posmorten.

La disociación del discurso supuestamente alegre, de una realidad que no existe, golpea tanto como el telegrama de despido o el miedo que ocasiona su proximidad.

La apelación a la responsabilidad compartida entre quienes cuentan fortunas en bancas off shore y quienes empiezan a dudar si tener un celular es una cuestión que le corresponde o no, si solicitar un aumento de salario no pone en riesgo el país y las inversiones, si pensar en vacaciones no es un pecado capital.

El neoliberalismo genera el miedo necesario para paralizar la comunidad.

Pero la Argentina y su pueblo tiene una memoria reciente de derechos conquistados en doce años de gobierno peronista, en los cuales, más allá de errores y avatares de la política internacional, el rumbo correcto a favor de los sectores más necesitados permitió vislumbrar un futuro posible, en un modelo social solidario, donde el Mercado fuese sólo una variable económica y no un ordenador, dictador social.

Esa memoria es un dique de contención al neoliberalismo.

Además tiene el mismo pueblo una memoria mediata del proceso neoliberal de los 90, que terminó con una crisis terminal, que llevó miles de vidas que fueron cayendo en depresiones, enfermedades, falta de atención, abandono del estado del conjunto de responsabilidades que constitucionalmente debe cubrir.

El neoliberalismo mata con represión y por abandono de personas, por deterioro de los derechos y por exclusión social activa, que necesita a sus fines de flexibilización laboral.

El principal eje del ataque neoliberal sobre la cultura social solidaria se produce en el ámbito del trabajo, que al ser para el gobierno sólo una variable económica traduce, cambia su eje de ordenador social que permite la construcción de modelos solidarios como los previsionales o de salud y educación, generando miles de mutuales y cooperativas en el país que inundan de una cultura comunitaria de objetivos comunes, a contramano de los intereses de lucro, que se apropian del ahorro interno genuino de los argentinos, por miles de millones como lo hicieron con las AFJP, lo siguen con las ART, ahora con el CUS en cada caso subsumiendo a los argentinos al submundo del dolor.

Podrá agitar el presidente hasta el últimos de sus esbirros, el discurso que intenta esconder el saqueo que está produciendo un gobierno que desde que mintió en campaña al conjunto del pueblo argentino, no tuvo ni el pudor ni la prudencia de esconder la desviación de ingentes recursos del estado hacia los grupos poderosos de poder, mientras “pide sacrificios” al pueblo argentino, a la par de aumentar precios y tarifas, llevando incertidumbre y dolor a la familia argentina, pero no podrá frenar la realidad palpable socialmente.

Claro que hay sectores reaccionarios que apoyan desde la ingeniería social que desplaza millones de argentinos a las periferias mismas de las historia, una vez más como en el proceso militar o en los 90.

Son los mismos que apoyaron los golpes dictatoriales y decían ante los secuestros; por algo será.

Pero esos mismo que fueron desplazados por más de una década están cobrando venganza social, confrontando con las masas populares que resisten, desde la oposición peronista en lucha, a la cual deben demonizar, denostar, enterrar para continuar el saqueo. El pueblo no lo permitirá ni en las urnas, ni en la calle, porque el neoliberalismo podrá seguir mintiendo, pero la realidad le seguirá golpeando la cara, aunque aún no lo note y no quiera registrarlo, pero que estallará como conflicto social terminal.

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