Volvió a incrementarse el déficit cuasifiscal y se espiraliza el desequilibrio de las cuentas públicas.

Columna del Lic. Guillermo Moreno

Pasó el supermartes y la economía ha quedado más frágil que en sus vísperas. La renovación de la totalidad de las Lebacs es presentada por el oficialismo como un éxito y el punto de inflexión con el que se dan por finalizadas las "turbulencias cambiarias".

Las conclusiones no podrían ser más disparatadas.

El saldo de la aparentemente "exitosa" operación es que, con las medidas adoptadas para lograrla, la solvencia del sistema financiero ha sido puesta en jaque.

Al haber llevado desde la franja del 27,5% a la del 40% la tasa de interés anual de las Lebacs a 35 días, volvió a incrementarse el déficit cuasifiscal, espiralizando aún más el desequilibrio de las cuentas públicas, en cuyo financiamiento, además, se ha acrecentado la participación de los bancos.
Al trasladarse ese aumento a la tasa de descuento de las operaciones en el circuito real de la economía, el crédito comercial, como opción de financiamiento permanente, quedó prácticamente en extinción.

El verdadero balance es que, al núcleo duro de la supercrisis, se han incorporado las instituciones bancarias.

Ahora también el sistema financiero

La estrategia para la corrida del supermartes fue coordinada por caputa y Sturzenegger

Las autoridades económicas tomaron decisiones que no sólo afectaron la tasa de ganancia de las entidades que operan en el sistema financiero local, sino también, finalmente, su situación patrimonial.

En primer término, se obligó a reducir la posición global neta positiva de moneda extranjera de las firmas, forzándolas a realizar un pésimo negocio al desprenderse de dólares que se encarecieron aún más.

A posteriori, también se las obligó a reducir sus tenencias en moneda local, mediante el recálculo de encajes, para así aumentar su capacidad de compra en el mercado de deuda pública.
El saldo del día después del supermartes, para los bancos, es que cuentan con menos dólares, con menos pesos y con más instrumentos de deuda.

El nivel de la tasa de interés y su impacto en la economía real

La consolidación, ya ratificada por el BCRA, de las tasas de interés en niveles prohibitivos para el funcionamiento del aparato productivo, a lo que se suma la certificación de que así se mantendrá por largo tiempo, equivale a la desaparición del crédito comercial, dado que, al superar el "mark up" habitualmente utilizado en los mercados masivos, se convierte en una abstracción en los circuitos de comercialización.

Es que el costo de tal financiamiento se propaga en la economía real y en niveles muy superiores a los que rigen en los préstamos entre entidades financieras. Ya no se trata de las dificultades en los empréstitos para la expansión de las operaciones, sino del mantenimiento del "pago a plazo" sobre el que se sostiene la marcha cotidiana de los negocios, y que se requiere tanto en relación a los proveedores como hacia los clientes. En el circuito formal, esas tasas de interés usualmente más que duplican a las de referencia, llegando a cuadruplicarlas en el mercado informal.

No hace falta demasiada perspicacia para inferir que, para cualquier compañía, el descenso del crédito implica su inmediato correlato en los stocks.

Las medidas anunciadas por el oficialismo para aminorar aquel impacto sobre las empresasiii, señalamiento central de nuestro artículo "Llegó la supercrisis. Evitemos la hipercrisis", no es más que arar en el mar, dada la desproporción entre la minúscula "solución" aportada y la magnitud de la problemática, ya que no se restituyen las tasas de interés a niveles razonables, ni se contempla que alrededor del 40% de la economía argentina se desarrolla en la informalidad.

Así, entonces, el descenso de los stocks señala el inicio del desabastecimiento de los mercados.
A su vez, la desmesurada diferencia entre los precios de contado y los de las operaciones a plazo (que imposibilitan la realización de estas últimas), implica una caída en las ventas de todos los eslabones de la cadena, generando una disminución en las operaciones comerciales que supera en proporción a la causada por la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos, determinada por el traslado a precios de la devaluación.

Como un búmeran, los problemas originados en el desequilibrio de las cuentas públicas se transfieren al sector privado, pero vuelven hacia el Estado en forma de disminución de la recaudación.

Incrementando el déficit fiscal

En julio, cuando la Afip informe la recaudación impositiva efectuada durante junio, producto de la baja de las ventas del mes de mayo, reflejará una brusca caída.

Asimismo, es previsible que la disminución de los ingresos tributarios se dé en una proporción aún mayor que la de la merma de la actividad económica, atento a las dificultades que las empresas afrontarán para cumplir con todos sus acreedores, ya que el retraso en el pago de las obligaciones tributarias es un mecanismo de financiamiento alternativo.

A ello, debe agregarse que se recaudarán impuestos sobre precios viejos para ejecutar un gasto con precios nuevos (efecto Olivera-Tanzi), incrementando el déficit fiscal.

Aun teniendo en cuenta la pretensión del Gobierno de reducir el gasto público, vale señalar que el descenso de la recaudación será aún más vertiginoso que el ajuste buscado.

Con el incremento en moneda nacional que la devaluación determina sobre los servicios de deuda (déficit financiero), se completa el panorama trágico de la situación actual, en el que también se ha modificado, para mal, el ratio deuda/PIB, como obvio producto del salto del tipo de cambio.

Llegado a este punto, y entendiendo que el déficit fiscal total (DFTiv) es superior al de cuenta corriente, la posibilidad de una asistencia financiera del FMI quedará condicionada a obtener un resultado fiscal preciso y calculable, cuando hoy, claramente, está indeterminado por lo ut supra señalado.

Lo urgente

En este contexto, el gobierno debiera abocarse a atender las urgencias de un país con una economía desquiciada, buscando garantizar que las tensiones, que se multiplican, se resuelvan en un marco de paz y armonía.

Parafraseando nuestro artículo "Recauda como liberal, gasta como keynesiano: la política del después vemos" de noviembre del año pasado, "hay supercrisis porque todas las salidas posibles son malas".
Dado que lo económico está en una situación irreversible, el gobierno debe concentrarse en no profundizar los daños más allá de los que ya ocasionó, buscando resguardar con el máximo de los cuidados, el funcionamiento institucional de la Nación.

La responsabilidad principal está en las espaldas del oficialismo. El resto de las organizaciones políticas, religiosas, empresariales, sindicales y sociales, no hay dudas, van a asumir la suya sin hesitar.

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