Una historia que originó la desaparición de 30 mil historias de vida. Un recorrido hacia el pasado donde conviven dos dimensiones, la del silencio como respeto a la reivindicación y aún, los sonidos de una criminalidad que el tiempo no pudo silenciar. La ESMA es una burbuja dentro de la Ciudad de Buenos Aires, donde yace todavía el microclima del horror, un horror tan grave que al recorrer los 34 edificios arquitectónicamente vetustos, que emergen en esas 17 hectáreas, por un momento se siente estar y ser presa de ese pasado tan presente. 


Miles de legajos conservados con la más alta tecnología y a cuidado de ingenieros, para que puedan ser incorporados en papel a los juicios a los genocidas por sus crímenes de lesa humanidad. El Archivo Nacional de la Memoria cuenta con salas a temperatura y asepsia controladas, para resguardar toda la documentación hallada en manos asesinas. Esa documentación corresponde a escrituras de inmuebles robados por los genocidas a quienes desaparecieron, a informes sobre los nacimientos en cautiverio, a la logística criminal en definitiva que, al mejor estilo nazi, estos asesinos con poder de facto, guardaban.

La gran tarea de este equipo de profesionales contempla también desgrabaciones en laboratorio de conversaciones cruzadas entre los militares que torturaban, robaban niños recién nacidos, tiraban a sus padres vivos al mar o los fusilaban o envenenaban en ese mismo lugar, como lo hicieran con Esther Norma Arrostito, quién fue envenenada en el sótano de la ESMA y luego trasladada a otro lugar donde llenaron su cuerpo de balas simulando un enfrentamiento.

Al ver banderas, pancartas, máquinas de escribir, viejos mimeógrafos, se levanta la Entidad, esa misión cobra vida en nosotros, los siguientes en el camino a la libertad y por ende, a la lucha popular.

Allí nacieron niños que todavía no encontramos, allí entraban a personas como ganado al matadero, allí se gestó una de las mayores represalias al pueblo argentino por pensar, allí se aplicó la obediencia debida ejemplificándola con la muerte misma. Y mientras tanto la agonía, encapuchados y con grilletes, asaltados en su dignidad y en todos los casos, preguntándose por qué?

Camastros de tortura, violaciones masivas, sótano de muerte. 4800 argentinos asesinados por la dictadura cívico-militar en la ESMA. Muchos de los asesinos todavía están siendo enjuiciados, otros, ya condenados, están siendo beneficiados con la prisión domiciliaria, y esto pasa porque aún no se han llevado al banquillo a muchos de los socios civiles de ese genocidio y que actualmente, están en el gobierno.

Por Mónica Papaianni

0 Comentarios