RADIOGRAFÍA DE LA SOCIEDAD ARGENTINA
A casi un año del cambio de políticas en la Argentina, el siguiente relevamiento demuestra a las claras cuando se abrió la grieta que tanto marketineaban los medios hegemónicos, y fue exactamente el 10 de diciembre de 2015.
Así, la sociedad argentina quedó segmentada en tres sectores: privilegiados u oligarquía, rehenes y excluidos, haciendo realidad el viejo anhelo de la oligarquía: “divide y reinarás”.
La inseguridad jurídica es uno de los sentimientos que más angustian en este momento. Se percibe tramposa la realidad y todo se vuelve precario. La sensación de injusticia nos inunda y la vivimos como náufragos librados a la suerte. En Democracia la ley y su aplicación debe buscar, siempre, de buena fe y de manera previsible, construir una sociedad justa, igualitaria, equitativa y solidaria, y con mayor razón en este momento de tremenda crisis social, económica y política.
Resulta importante reflexionar sobre la profunda y desagradable sensación de desazón que existe en nuestra sociedad. Esta sensación tiene mucho que ver con la crisis de una política, como la actual, que tornó absoluto un modelo económico, sin compensarlo o adecuarlo a una estrategia integral de desarrollo humano y de país. Lo que ha generado, entre otras manifestaciones, una particular división de nuestra sociedad. En la realidad palpable de nuestra Argentina se puede observar la existencia de tres grupos que socialmente viven de manera patológica el sistema que nos rige. Ellos son los que podemos denominar como los privilegiados, los rehenes y los excluidos.
 
El grupo de los privilegiados lo componen los que tienen tanto poder económico, mediático y decisorio que pueden darse el lujo de tomar del sistema lo que les conviene y desobligarse del mismo en lo que no les resulta útil. Sus integrantes, particularmente organizaciones empresariales multinacionales o sectores importantes de naturaleza económica-financiera, en los hechos, presentan más poder que el propio Estado y lo condicionan. Además, operan en red, manejan servicios esenciales y no responden, necesariamente, a un patrón de país. Incluso, se dan el lujo de colocar a sus gerentes (CEOS) para gestionar funciones gubernamentales. Su avidez de beneficio les ha permitido tener, en los últimos tiempos, significativas ganancias logrando incluso rebajas impositivas, como es el caso de las empresas mineras y terratenientes, que alquilan las tierras donde se produce la comida para todos los argentinos, reservándose todos los derechos para exportar y sin retenciones y sin priorizar el consumo interno.El accionar de este grupo, a veces sin límites desde el derecho, deja en claro el desequilibrio del sistema funcionando en favor de los más fuertes.

Los rehenes terminan siendo la otrora fuerte y mayoritaria clase media argentina que sufre especialmente la ruptura de las lógicas del sistema consagrado constitucionalmente. Es el sector de la pequeña y mediana empresa, de los profesionales, de los docentes, de los empleados públicos, del comerciante minorista, de los trabajadores especializados, y tantos. A ellos el Estado les aumenta la presión fiscal y los costos de los servicios como el gas, la electricidad, y todo insumo que el actual gobierno califica no meritorio para este segmento social,y por supuesto, yendo en contra de la producción nacional, se les rebajan los salarios por la inflación; no cumple debidamente con sus obligaciones de naturaleza previsional y además, se muestra proclive a dejar todo librado sólo al mercado, pero no garantiza una competencia leal, permitiendo actitudes monopólicas u oligopólicas de los poderosos y generando discriminaciones en favor del capital extranjero.
Por su parte, el grupo de los oligarcas, privilegiados ellos, precariza a este grupo cada vez más las condiciones de subsistencia. La presión financiera o la amenaza del desempleo, son algunas de las armas utilizadas para condicionarlos. A su vez, es el sector al que con más frecuencia se lo hace víctima de delitos, especialmente, contra la propiedad; lo que agudiza la herida que sufre. Este grupo es el que está en el sistema, aunque, no lo vive con satisfacción sino como un encierro. Se los tiene de rehenes de las reglas que le exigen, por lo general, obligaciones, pero en el que no pueden hacer valer sus derechos.
Los excluidos son los pobres de la nueva realidad creada por Cambiemos. Antes, este sector, aún en su precariedad, estaba en el sistema, tenían trabajo, aun siendo trabajo informal, no registrado, pero trabajo al fin y con asistencia de salud, ayuda social y educación pública, calificada y gratuita. Hoy, ellos tienen pocas posibilidades de conseguir trabajo; la cobertura de salud está muy condicionada, por la precariedad económica de la política pública en la materia; la ayuda social sistemática y organizada de promoción y transformación tiende a desaparecer y fundamentalmente, la escuela pública y gratuita, deteriorada por las carencias, va perdiendo posibilidades de permitir la salida de la pobreza, desde la adquisición de un conocimiento adecuado a las nuevas necesidades. Además, se trata a los pobres como sinónimo de delincuencia. Por lo tanto, este sector siente que no tiene nada que perder ni ganar en el sistema. Perciben que se les ha soltado la mano, están excluidos, aunque se diga que se quiere eliminar la pobreza, con la gran mentira de pobreza cero.

Esta mirada sobre la desigualdad profunda a la que arribó la Argentina, desde el negro 10 de diciembre de 2015, el día en que la oligarquía asumió, y así conjugó gobierno y poder nos indica que debemos reflexionar acerca de lo que verdaderamente necesitamos comprar los argentinos, evitando así, comprar lo que nos quieren vender, porque si no tomamos ese recaudo, posiblemente no nos demos cuenta de que es a la Argentina con los más de 40 millones de argentinos adentro, la propia mercadería a ser rematada.

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