Columna del Dr. Jorge Rachid

La única forma de aplicar un ajuste con devaluación brutal e inhumano, como acostumbra a realizar cada vez que un gobierno neoliberal llega al poder, era crear un clima social convulsivo, inventando un país al borde del abismo, una crisis terminal que nunca existió y una comparación con la Venezuela Bolivariana, tan atacada como el gobierno de Cristina.

“La pesada herencia” fue su muletilla.

Un año largo después, el agotamiento de esa excusa llevó al gobierno a desplegar una estrategia comunicacional, que sirviera para seguir avanzando en su plan de transferencias de riquezas, desde los sectores populares a aquellos concentrados de la economía, los verdaderos dueños del poder, los empresarios del CEA, como Roca de Techint o Magnetto de Clarín, hasta la embajada de EEUU, paraguas protector de las multinacionales, tanto productivas, como de servicios o financieras.

Esa línea de ataque comienza por el kirchnerismo y sigue con el sindicalismo.

Demonizar, denigrar, culpar de “palos en la rueda” a sectores a los cuales después se los describe, como poco representativos o de escasa influencia, que sin embargo infligen derrotas políticas al gobierno, significa una contradicción que escapa a la realidad y forma parte de la mecánica de la instalación simbólica en la comunicación diaria, expresando que en esta etapa pre electoral, todo aquello que sucede, está teñido de campaña política.

O sea que detrás de esa pantalla, que nos quiere explicar que el reclamo por el hambre y la falta de comida, es una herramienta política, o que el peregrinaje de masas de jubilados por dispensarios y farmacias ante la falta de medicamentos es parte de una estrategia “del horrible kirchnerismo” o que las movilizaciones masivas ante la falta de cumplimiento de las leyes vigentes por parte del gobierno, en su intento de instalar la flexibilización laboral, es una maniobra destituyente.

El gobierno ha comprado su propio libreto, mejor dicho el marcado por sus estrategas del couching, nuevas prácticas del “acting” de los personajes del poder (con perdón de la utilización de palabras gringas, ya de uso habitual), que le hacen creer, como en el diario de Yrigoyen, que la realidad se puede manipular simplemente con apelaciones vacías de contenido, siempre referidas a futuro, con latiguillos, como “todos juntos”, que pretenden comprar complicidades, donde sólo instalan el dolor social y la desolación de la exclusión.



Así como el año pasado pretendieron negar la realidad del gobierno peronista, intentando convencer al pueblo argentino que todo “había sido una ilusión”, que le hicieron creer a los argentinos que se podía vivir bien siendo simplemente “empleados”, que un sueldo podía alcanzar para bienes y servicios sólo reservados para las élites del poder, esa oligarquía que desprecia lo popular, que pretende sellar al país para su beneficio y que después de plantear semejantes barbaridades, ese personaje hoy conduce el Banco Nación.

Los sectores de poder de nuestro país, desde el fondo de la historia vienen demonizando las expresiones populares, culpabilizando a todos los males de la Argentina a “los negros”, primero por el “vagos y malentretenidos” de Sarmiento y Mitre, “los argentinos no quieren trabajar” instalado por las fuerzas dominantes inmigrantes, “nuestros obreros nunca podrán, ni en 100 años, igualar a un inglés” expresado por Alberdi, “los negros no pueden votar” al oponerse a la Ley Sáenz Peña, “la mujeres menstrúan y no saben lo que hacen” dijeron los radicales en el recinto de la Constituyente que instaló el voto femenino.

No es nuevo entonces el barbaduranismo, no inventaron nada.

Ahora el foco de un macrismo desconcertado, que avanzó por más de un año sin conflictos significativos, con complicidades múltiples, políticas y sindicales, que le permitieron arrodillar la Argentina ante los Fondos Buitres, claudicar ante los ingleses por Malvinas, favorecer la monopolización de los medios derogando la Ley de Medios, vaciando de contenido las luchas por los DDHH en los delitos de Lesa Humanidad, encarcelar opositores como Milagro, inventar causas sobre el gobierno peronista y en especial a Cristina Kirchner y endeudarse como en épocas trágicas de nuestra país,

En efecto, quienes piden salarios dignos con respeto a las leyes laborales y el funcionamiento pleno de las paritarias son los “delincuentes salvajes” que aprovechan el año electoral, según el nuevo manual 2017 entregado por los elaboradores del discurso. Embisten contra aquellos que han sido agraviados por despidos y suspensiones desde el primer día de gobierno, con ironías y desprecio brutal, como siempre ejercen el poder las bandas fascistas saqueadoras, como la actual. Los trabajadores junto a los peronistas serán los nuevos blancos de la demonización de este año electoral, ya que la polarización, más allá de lo que expresen, la quieren dentro de sus propias fuerzas, como con la opo-oficialismo massista.

Le temen al peronismo de pié y unido, desde el kirchnerismo al último peronista que combata al neoliberalismo, más los aliados del movimiento nacional y popular lo cual constituye una formidable fuerza política, la que seguramente marcará el siglo XXl, hacia el camino de los pueblos, que es el que se abre en el mundo, marcado por la necesaria modificación de los paradigmas macro económicos por la jerarquización del hombre como eje de construcción política y social, como doctrinariamente propala desde siempre el peronismo y hoy es replicado en el mundo por los gobiernos populares y Francisco, ese argentino que hoy es voz mundial. El neoliberalismo está agotado en el mundo, solo en nuestra región, por acción de EEUU resiste e influye, pese a su derrumbe en los países centrales, ante el avance del mundo multipolar.

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