REBAJAR LO HUMANO
Columna de Horacio González
El macrismo es fáctico, brutal, sus
intelectuales disfrazan el daño realizado con ropajes de constitucionalismo
republicano.
El pretexto, la coartada, la
excusa o el subterfugio son todas figuras propias de una conciencia que busca
otra versión disimulada para sus verdaderos deseos o apetencias.
Se podría decir que esa es
una característica de las personas que mantienen su ansiedad sobre un objetivo
pero que, por distintas razones, vacilan en presentarlo con su identidad
verdadera.
Tejen redes arácnidas, tienen
miedo de sus propias desmesuras.Su táctica es la de hacer constantes
excepciones sobre sí mismo, pero han aprendido que la palabra es un simple
cortinado ocasional.Luego de un choque con quienes considerarán ajenos o
inadmisibles esos anhelos suyos, no les cuesta ausentarse de lo que han dicho.
Hacen desaparecer lo dicho
como en una propaganda de mosquitos.El atenuante de este comportamiento es
conocido.Nunca es difícil encontrar un uso inevitable de coartadas en la acción
humana.Esto no ocurriría en las excepcionales conductas que actúen no por
intención sino en nombre de una ley universal.
Pero la coartada sistemática
nos lleva a una conducta de mala fe que los funcionarios de este gobierno han
“protocolizado” como gravísima eximición del mundo del habla y lo que ella
implica como compromiso y autoexamen.Al contrario de lo que toda persona cree,
para ellos hablar no implica costos sino efímeras actuaciones.
Se consideran así exentos de
censuras o autocensuras.La teoría es la de una conciencia gubernamental
insoportablemente opaca pero pavorosamente desdeñosa del drama del lenguaje
(esto es, de la promesa, la culpa o el dolor).
Hablar entonces son emisiones
encadenadas de excusas y venganzas contra el tiempo.“Esto hoy lo creemos pero
lo negamos, fojas cero; pero volveremos”. Y reinician el ciclo de sus
alucinaciones.
De ahí el uso del pretexto y
todo un bagaje de recursos evasivos para darle curso a acciones que tienen la
estructura de esa mala fe, la que aplican ignorando conscientemente su
verdadero sentido.En su reemplazo, esgrimen una segunda
cuerda, un acorde menor, de apariencia indiscutible, para que sirva para la
justificación de una decisión desmedida o agraviante.
Así, para concluir el plazo
de la Escuela Itinerante, el macrismo alegó que era necesario arreglar las
veredas de Plaza Congreso.
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Para justificar lo bochornoso
del fallo de la Corte, se lo disimuló alegando la independencia de
poderes.Quieren reivindicar el pasado terrorismo estatal, pero se exoneran a
medida que la Ciudad les hace llegar los indicios masivos del repudio.
¿Rosenkranz?
¿Rosenkranz?¿Quién es? ¡Ah! Un personaje “totalmente independiente” de una obra
de Shakespeare.Sí, uno que tuvo que hacer un viaje con un tal Guilderstein.Con
razón ni sabíamos en dónde estaban.¿Y Rosatti y Nolasco podemos decir que son
personajes de una ópera de Verdi?¡No, no exageremos con las exoneraciones
compulsivas!
Para masacrar la vida urbana
como inherente a un conjunto vital de ciudadanos-trabajadores, la desmenuzan en
la atomización extrema en la figura del vecino.Es el paso para justificar la
conversión de la ciudad en vías de circulación extremadamente agresivas con sus
clásicas instalaciones urbanas.Dicen que con el Paseo del Bajo se ganará en
espacios verdes.Para desmantelar el jardín zoológico dicen que pondrán un
parque ecológico.Para intervenir políticamente en el municipio de La Matanza
dicen que lo favorecen con la extensión del Metrobús.
Los asuntos políticos los
hacen pasar por cuestiones técnicas, las cuestiones técnicas por políticas de
seguridad, la seguridad se transforma en un protocolo, el protocolo sustituye a
la ley, y la ley ya no es más un acto deliberativo de la conciencia pública
–individual o colectiva–, sino un sondeo de opinión, un nivel de encendido de
un canal de televisión, un rito publicitario para vender una ciudad postiza
como los pícaros que hacían loteos falsos en la película El Jefe (Ayala, Viñas,
1962).
Así se transforma la vida en
un flujo de acoplamientos mecánicos revestidos de grácil ligustrina.Se la lleva
a lógicas de experimentación humana que están por encima de códigos o de
tradiciones jurídicas.Antes gobernó el Proceso, al que el macrismo añora en sus
clubes políticos.Ahora gobiernan por medio de procesamientos.
Denominan ley a una aleación
empresarial-jurídica- gerencial y disciplinaria.
De allí sale la decisión, la
voluntad o el capricho.Incluso el caprichito.Y la ley siempre llega después,
para sufragar un hecho consumado.Es ley macrista.
Ley que recubre lo ya
decidido; ley que es la retaguardia justificadora, luego que una orden de
desmantelamiento fue ejecutada; ley es una retícula hueca que se hace presente
con calculada demora para cubrir lo que premeditadamente fue destruido antes.
La república se extingue en
sus manos, la aplastan al convertirla en actos de injuria, en persecuciones
basadas en exterminios morales.
¡Toquen la palabra República
cada vez que Macri la pronuncia!Suena a hueca, como si una lanza hubiera
rebotado contra el caballo de Troya.Adentro esperan para tomar la Ciudad los
arregladores macristas de veredas.
El código que admiten es el
del insulto a lo popular, para luego solaparlo todo con el dicho de que lo
mejor que tenemos es el mismo conjunto de personas que acaban de vejar. (Pueden
sonar bombos del Tula en este preciso momento). Al peronismo lo consideran un
pellejo vacío y precisan peronistas que se digan macristas y viceversa.
No faltan apostadores.La
excavación automática del subsuelo social no da abasto; lo dedos se electrizan
de tanto timbrear.El macrismo convirtió a la república en una monarquía del
pretexto, en una autocracia de la coartada.Ese catálogo completo de la
aplicación de señuelos saca de apuro de cualquier gabinete, con su jefe y
todo.Incluye a trolls off shore, que globalizaron el insulto como se
globalizaron las computadoras chinas.Desaparece el lenguaje con mínimos
anclajes de verosimilitud.
Siempre un lenguaje vivo
contiene su retractación, su pensar sobre sí mismo, su aire confesional o
excusatorio.No aquí.
Estos genuinos recursos han
desaparecido ahogados por una planicie metálica de dos fríos enchapados:
primero muestran un acto reglamentario intrascendente para impedir el juego
político trascendente; luego presentan un ámbito público individualizado –por
ej., la Ecobicicleta–, como cobertura bucólica de actos de afrenta laboral,
vejación personal, lapidación de nombres y prestigios.
Nada tenemos contra el
metrobús, como es obvio; sí contra su ideologización alcornoque; nada contra la
bicisenda y sí con su explicación obtusa; nada contra la felicidad sino contra
la pánfila intención de anunciarla con eufemismos melosos y huecos.
¿Por qué llamar Paseo del
Bajo a una modalidad de circulación urbana que representa nada más que a una
visión del capitalismo que mira las ciudades como ámbito privilegiado de su
reproducción financiera?La Avenida 9 de Julio era un verdadero Paseo antes del
Metrobús.
Allí sí fue una imposición de
la Bicicleta financiera absorbiendo metrobuses y bicicletas amarillas.No es chiste,
Mordisquito; te regalan diez minutos de transporte, pero te cobran la plusvalía
urbana bajo la forma de un ocio represivo.Te empobrecen bajo un protocolo
obligado y te mandan a pedalear en una Eco-Ciudad que ya no es tuya.
Es un eco del circulador inmaterial
del gran Capitalismo.Es el plato fuerte de la globalización irresponsable, que
anula lo que toda nación debe resolver en su seno, la preparación del hombre
universal, de un humanismo incisivo que piense el planeta bajo el estímulo de
una nueva humanidad del trabajo y la cultura emancipada.
Todos estos son planos del
laboratorio maquinístico que robotiza el trabajo, lo brutaliza para quienes lo
tienen y lo “pilotea cancheramente” para quienes no lo tienen y quizás no lo
tendrán.
La circulación humana, un
derecho histórico consagrado, la acicalan con calcomanías de alegría y el
éxtasis de un tuteo falsificado.Por eso, “vos” que me estás escuchando, vos,
sí, vos, Mordisquito, como te decía Discépolo, ¿qué harías si oyeras al
soberbio e improvisado Macri decir que habló con Trump sobre “vos”?¿Te creías
que antes, cuando el gobierno anterior decía capitalismo serio, hacia solo obra
capitalista?
No, Mordisco, hacía cosas a
las que por improvisación les daba ese nombre pero merecían otro.Ese otro
nombre, costaba hacerlo salir de las gateras.Pero mirá como está el mundo,
Mordi.Todo ha mutado, vos y yo también.Pensalo.
Te quiero decir una cosa más,
ponételo en la cabeza, que junto al corazón son emblemas alegóricos de la
libertad¡Qué frase!¿Te diste cuenta, no?
Bueno, ante esta destrucción
de la lengua, la política, la cultura de textos e imágenes, de la libertad
urbana, de la vocación laboral, hay una persona que debe presentarse a la
lid.Con urgencia –mirá lo que te digo–, con urgencia.Porque guarda una distancia
enorme con el resto.
Se llama Cristina, vos la
conocés.
Sé que primero la viste con
suspicacia y luego te diste cuenta.
Y empezaste a reírte del
tintineo de mucha moneda falsa lanzada por los truchos del pretexto infinito y
de la coartada sistemática.Son momentos cruciales, perentorios.
Dicen que polariza mal, que
con ella se discute el pasado y no “para adelante”.¿Y?¡Si justamente se trata
también de discutir contra esos conceptos de ocasión!Es un tema de tragedia
clásica no de estadística profesional.Bueno, Mordi.Tiene que presentarse porque
no tiene otro remedio que presentarse.
No me mires así.
Y encima te agrego: dijo
cosas importantes en Europa.
¿Pero por qué ponerlas bajo
la invocación de un capitalismo serio?Concepto equívoco, aunque sea dicho con
toquecito irónico y teniendo en cuenta los nubarrones de violencia que imperan
por doquier, el drama de los migrantes, las graves militancias sacrificiales de
nuevas teologías políticas.Mordisquito, vos no sos el de antes, yo tampoco.
Cristina debe decir presente,
ni siquiera en nombre de su liderazgo ni de cómo “tracciona votos” –ojo a la
jerga–, sino por la incumbencia fatal que una persona no puede eludir.
Pues encarna ese pathos de la
distancia –no te asustes por la frase, hasta la dicen en la Casa Rosada; es de
Nietzsche pero lo comprenden mal –, distancia que la separa inevitablemente del
absolutismo trivializado que nos gobierna.
Esa distancia primordial y
fuera de discusión puede esfumarse en la indigna crueldad de estos días si no
se asumen las quijotadas y las valentías necesarias.
Debe presentarse – no me
mirés así, Mordisquito –, y te digo más, debe presentarse poniendo otra palabra
sugestiva y convocante en el lugar donde dice capitalismo, palabra que no está
a la altura de todo lo demás que dice.
¡Date cuenta, Mordisquito!
date cuenta, no es un tema político ni económico; es que están rebajando lo
humano, nos dicen que estamos demás, aquí y allá, que nos corramos, que nos
vayamos, que tienen que reparar esta vereda, que ni para pedalear servimos.
No nos rebajemos, vos no sos
el mismo Mordi, ya te lo manifesté de entrada.No sos el que desconocía por qué
se estaba así, como te pinchaba Discepolín, que en el fondo te tenía como un
hijo descarriado, como se decía antes.Comprendiste, comprendimos.
Está el país en juego y una
noción de la emancipación humana se podrá abrir ente nosotros.
Dos cosas nos deben llenar el
ánimo de admiración y respeto, Mordisquito.
El cielo estrellado sobre
nosotros y la ley moral en mí, en vos, y en todos nosotros.
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