El silencio de los que perdieron a sus seres queridos, el recuerdo y las imágenes que superan cualquier ficción.

Hoy, a 16 años de aquella tragedia, el mundo sigue padeciendo los cobardes ataques terroristas, sigue padeciendo el odio que segregan esas comunidades que, amparadas en una religión, salen a matar a mansalva a quien se les cruce. Muchas vidas inocentes han quedado en ese camino criminal que emprendieron estos fundamentalistas no fundamentados en nada, en la nada misma, más que padecer graves problemas psiquiátricos, que los congregan en una comunidad que atenta contra la humanidad.

El adoctrinamiento de muerte es su manual de cabecera, la desvalorización absoluta de la vida de las personas y la propia es el punto de inflexión hacia su único objetivo: matar al que piense diferente.

Atrasados dos mil años en su sistema de vida, cercenando derechos inalienables de su propia comunidad e instigando al suicidio a sus propios integrantes, esta pseudo cultura religiosa opera como una de las mayores amenazas a los pueblos de todo el mundo, solo comparable a los virus y químicos de destrucción masiva. A 16 años de la tragedia de las Torres Gemelas, se suman cientos de otros ataques en donde perdieron la vida muchos inocentes de todas las edades, el alerta está, solo se espera que las potencias puedan erradicar de la faz de la tierra a estos grupos intolerantes, en función de la paz mundial.

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