La secuencia represiva sin orden judicial minuto a minuto. Qué pasó con el cuerpo de Santiago Maldonado. El gendarme Echazú y su “coartada”. Los sospechosos movimientos de los móviles y efectivos de Gendarmería.
El gobierno a través de su maquinaria de la negación con el mayor sistema de medios oficialista de la historia, quiere imponer la hipótesis de que Santiago murió ahogado en el río y que la Gendarmería no tuvo nada que ver con su trágico final.
El punto principal es precisar científicamente si el cuerpo estuvo (¿siempre?) allí, además de dilucidar cómo y cuándo murió. Nada menos que eso.
CÓMO FUE EL ATAQUE A SANTIAGO Y LOS MOVIMIENTOS DE LOS GENDARMES
La secuencia represiva sin orden judicial minuto a minuto.
Qué pasó con el cuerpo de Santiago Maldonado.
El gendarme Echazú y su “coartada”.
Los sospechosos movimientos de los móviles y efectivos de Gendarmería.
Las mentiras del Gobierno y medios oficialistas sobre un supuesto llamado para pedir la recompensa.
El ambiente era relajado.
Ella con su habitual tono marcial.
Él con su sonrisa ladeada y cínica. Juntos vieron un powerpoint que mostraba los progresos de la “lucha contra el narcotráfico”.
En ese marco, Patricia Bullrich y Mauricio Macri acordaron que esperarían los resultados finales de la autopsia del cuerpo de Santiago Maldonado para hablar del asunto.
El cuerpo del joven de 28 años fue hallado en la costa del río Chubut, a 70 metros de donde lo vio por última vez con vida el testigo mapuche Matías Santana, dentro de la Pu Lof en Resistencia de Cushamen.
El hallazgo fue en la mañana del 17 de octubre.
Habían pasado 78 días de la desaparición de Santiago luego de la intrusión de Gendarmería entre las 11:15 y las 13:30 del 1 de agosto.
El gobierno a través de su maquinaria de la negación con el mayor sistema de medios oficialista de la historia, quiere imponer la hipótesis de que Santiago murió ahogado en el río y que la Gendarmería no tuvo nada que ver con su trágico final.
Se basan en el análisis forense preliminar que no reflejó lesiones visibles o aparentes, aunque aún faltan las conclusiones y los resultados de las pericias toxicológicas, genéticas, estomatológicas, geológicas, y citopatológicas.
El punto principal es precisar científicamente si el cuerpo estuvo (¿siempre?) allí, además de dilucidar cómo y cuándo murió.
Nada menos que eso.
La familia Maldonado sostiene que el cadáver pudo haber sido plantado unas horas antes del rastrillaje ordenado por el juez Gustavo Lleral.
Y así lo ratificaron en conferencia de prensa tras la reunión con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Montevideo, Uruguay.
Y que Lleral “se apuró” en decir que no habían lesiones.
Sergio Maldonado dijo claramente que Santiago fue asesinado por efectivos de la Gendarmería.
Un dato que corrobora la comunidad mapuche y que avalan el resto de las querellas y los organismos de Derechos Humanos.
Con la marcha convocada para el 1 de noviembre en ciernes, el gobierno decidió responder a la cita de la CIDH con el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj y funcionarios de los Ministerios de Seguridad, Justicia y Cancillería.
La meta del Poder Ejecutivo es lograr archivar la denuncia de la comunidad mapuche y la desaparición forzada de Santiago Maldonado para evitar que el caso se trate en la Corte Interamericana.
En un comunicado la familia Maldonado desnudó la falta de respuesta del secretario de DDHH Claudio Avruj durante la reunión en la CIDH de la semana pasada.
Sergio Maldonado, su pareja Andrea Antico y la abogada de la familia Verónica Heredia sostienen que se trata de un caso de “desaparición forzada seguida de muerte”.
Se basan en una serie de testimonios de la comunidad mapuche que demuestran que Santiago fue víctima de una represión ilegal por parte de una fuerza federal del Estado en territorio indígena recuperado al magnate Benetton en 2015.
Además de una trama de encubrimiento que pone bajo seria sospecha a funcionarios del Ministerio de Seguridad, jefes de la Gendarmería, y una red de medios de comunicación que atacaron con pistas falsas y mentiras a Santiago y a su familia desde el mismo instante de su desaparición en Cushamen.
Si la Gendarmería no hubiese desencadenado la represión del 1 de agosto, Santiago Maldonado estaría vivo.
Y si el jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti, no hubiese dado la orden el 31 de julio en Bariloche para probar el presunto delito en flagrancia en el kilómetro 1848 de la ruta 40, la familia Maldonado no estaría penando la muerte de Santiago en un contexto siniestro y dramático.
Santiago Maldonado no había llegado al río Chubut de vacaciones.
Estaba acorralado por un grupo de gendarmes que el juez Lleral debe investigar. Santiago viajó desde El Bolsón a Cushamen para pedir por la liberación del lonko mapuche Facundo Jones Huala, preso desde fines de junio con un pedido de extradición de Chile.
Santiago era mucho más que “un artesano”.
Era una persona profundamente solidaria y tenía una concepción del otro como semejante. Una visión humanista que este gobierno carece.
Veamos cómo fueron las últimas horas de Santiago y qué rol cumplieron los gendarmes que aparecen en la vera del río muy cerca de donde fue encontrado muerto hace escasos 12 días.
Las horas
El 31 de julio Santiago Maldonado viajó en la camioneta de la testigo mapuche Claudina Pilquiman desde El Bolsón a Cushamen.
Se lo vio en el corte de ruta 40 con sus amigos mapuches, vestido con ropa color negro, una campera oscura y borceguíes grises.
Así fue reconocido por la comunidad, su familia, y sus íntimos amigos de El Bolsón. Lo filmó el Canal 4 de Esquel al caer la tarde del 31 de julio.
Luego pasó la noche en el puesto de guardia de la Lof.
Aquí se produce un detalle: el primer alférez Daniel Gómez del destacamento El Bolsón dijo que a las 3:30 del 1 de agosto la ruta estaba despejada.
Gómez escribió el acta de puño y letra a las 5:30 desde el kilómetro 1948 en Leleque: “Siendo las 3:30 del día de la fecha y en el lugar mencionado precedentemente, personal del Escuadrón 35 de El Bolsón, apoyados por personal del Escuadrón 36 de Esquel, aprovechando que los manifestantes no estaban sobra la ruta 40, procedieron a desarmar cuatro barricadas compuestas por palos y árboles cortados (pinos), piedras y chatarra (chapa), las cuales estaban distribuidas estratégicamente.
Se deja constancia que en ausencia de los manifestantes no hubo enfrentamientos con personal uniformado.
Una vez despejada la ruta, en cumplimiento a la manda judicial número 972/2017 se informó lo actuado al magistrado telefónicamente”.
Sin embargo, un informe divido en tres segmentos, realizado por supuestos elementos de Inteligencia de la Policía Federal, que acercó el legislador porteño Gustavo Vera a la causa de desaparición forzada, sostiene que Santiago habría muerto de hipotermia dentro de un destacamento de Gendarmería y que habría sido secuestrado antes del amanecer del 1 de agosto.
El juez Guido Otranto descartó esa hipótesis.
Hay que ver qué hace Lleral con esos presuntos informes de Inteligencia que fueron desmentidos por la cúpula de la Federal.
El magistrado al que se refiere el primer alférez Gómez no era otro que Otranto, separado por la Cámara de Comodoro Rivadavia de la causa Maldonado.
Otranto ordenó despejar la ruta y no ingresar a la Lof como hizo después Gendarmería por indicación de Noceti.
La instrucción de Otranto fue tan desastrosa en esta desgraciada historia que conformó dos matrimonios.
Uno con la Fiscalía de Silvina Ávila -donde trabaja su mujer-, y otro con el Ministerio de Seguridad de la Nación, con los funcionarios Daniel Barberis y Gonzalo Cané, quien se instaló en Esquel proveyendo pistas falsas en una profusión de la infamia jamás vista en un caso de semejante gravedad institucional.
En esos días de incertidumbre, dijeron que Santiago había escapado a Chile.
Que había sido herido por un puestero de Benetton en Epuyén.
Que había cientos de jóvenes idénticos a Santiago desde Entre Ríos a Mendoza y un matrimonio de Río Grande sostuvo que lo llevó en la ruta.
Hasta allanaron una peluquería de Villa Mercedes, San Luis, porque decían que Santiago se había cortado el cabello.
Todo era absolutamente falso.
El Estado es responsable de dar a conocer por qué murió Santiago.
Estos ejemplos reflejan la fortísima campaña de encubrimiento.
Hubo una narrativa de la negación, primero de la propia existencia de Santiago, luego de su desaparición.
Y ahora intentan instalar que se habría ahogado como quien se va de vacaciones a la Costa, sin mencionar que fue víctima de la represión de Gendarmería.
No existió delito en flagrancia. La Gendarmería entró a la Lof sin orden judicial.
El subalférez Emmanuel Echazú comenzó a redactar el acta del 1 de agosto a las 13:30 y terminó a las 16:30.
Dijo que él y el cabo Ernesto Yáñez habían sido heridos con piedras en la tranquera de la Lof. Pero fue desmentido por sus propios camaradas.
Se trata del enfermero Juan Ramos y los escopeteros Darío Rafael Zoilán y Aníbal Cardozo.
Los tres lo vieron herido dentro de la Lof y no afuera.
Incluso Ramos contó que lo curó en la casilla de vigilancia, que está a unos 150 metros de la ruta.
¿Quién hirió a Echazú en la vera del río?
¿Con quién se topó cuando bajó con su escopeta calibre 12/70 que carga postas de goma y plomo?
El llamado “testigo E” declaró ante la CIDH que guiaba y llevaba a Santiago para cruzar el río y éste le dijo: “No doy más, siga usted peñi”.
Entonces, Santiago se agazapó entre los sauces y el testigo escuchó un disparo.
Pero “El testigo E” no existe en la causa de desaparición forzada.
Nunca declaró ante el juez Otranto y tampoco ante Lleral, que también negó la existencia de un llamado para cobrar la recompensa del gobierno.
Sin embargo, los medios oficialistas insistieron con la falsa versión. Al igual que la teoría del pozo en el río.
El prefecto Leandro Antonio Ruata no vio ningún pozo y la abogada Heredia describió que la profundidad en el momento del hallazgo del cuerpo era de un metro treinta centímetros.
En julio la temperatura había llegado a 12 grados bajo cero en la región.
El agua era helada.
Tal es así que el testigo Santana declaró que cruzó el río a caballo y del otro lado vio cómo un grupo de gendarmes cargó a Santiago en un camión y después a una camioneta de Gendarmería.
Santiago había estado dentro de la Lof con el resto de los mapuches, entre ellos el testigo Santana, quien le cedió ropa.
Entre otras prendas, una campera azul-celeste.
Con esa misma campera se lo vio en la última foto en la que aparece con vida a las 11:32 del 1 de agosto, rodeado desde la ruta y desde la Lof por efectivos de Gendarmería.
Ellos lo fotografiaron.
Y quisieron borrar esa imagen que estaba en el disco rígido de una computadora de uno de los destacamentos allanados, cuyos elementos electrónicos fueron peritados por la Policía Federal y conforman el expediente de desaparición forzada.
¿Qué sucedió con Santiago entre las 11:32 y las 13:30 del 1 de agosto cuando Echazú redactó el acta del procedimiento con una fractura de pómulo derecho y una lesión en el maxilar?
Hay un tiempo vacío que la Justicia no explicó.
¿Por qué el gobierno negó que Santiago haya estado en la Lof si tenía una foto suya?
Poco después del mediodía del 1 de agosto, Echazú y el subcomandante Juan Pablo Escola se trasladaron en una misteriosa camioneta Ford Ranger de la Gendarmería.
A las 12:20 del 1 de agosto la camioneta patente OLW 237 fue fotografiada por la División Inteligencia de esa fuerza dentro de la Lof.
Tenía una bolsa negra enorme con un bulto dentro y varios elementos secuestrados durante la represión.
Unos 20 minutos después -a las 12:39- la misma camioneta fue registrada sobre la ruta 40 estacionada y cruzada con cinco gendarmes uniformados a su alrededor.
¿Pudo estar allí el cuerpo de Santiago?
Lo debe determinar el juez Lleral. Al igual que el rol del subjefe del Escuadrón Esquel, Escola, quien estuvo presente en el lugar.
Escola declaró que no habían entrado a la Lof y los hechos lo desmienten de forma categórica.
No sólo entraron, sino que la fuerza tardó 16 días en admitir que usó a 127 gendarmes para desalojar a 7 mapuches con piedras.
La Gendarmería concentró vehículos sospechosos, entre ellos camionetas 4×4, tres unimog y un camión eurocargo, que estuvo en la zona adyacente al río.
El defensor Fernando Machado fotografió huellas de unimog cerca del río y en un video grabado por la gendarme Marianela Roldán se ven claras huellas de eurocargo que surcan la casilla de vigilancia.
En esas escenas, un grupo de gendarmes, entre ellos un oficial, vuelven con palos del río y trapos de color rojo intenso, que se llevan junto a un bolso azul con algo de color negro dentro.
La Justicia Federal no encontró ni el teléfono con chip chileno de Santiago ni su mochila personal.
En las próximas horas el juez Lleral pondrá el foco sobre las llamadas de unos 70 gendarmes.
Entre ellas, la que hizo el jefe del destacamento de El Bolsón, Fabián Méndez, que se trasladó a Epuyén a 40 kilómetros de la Lof para ir al baño y hablar con sus superiores.
¿Por qué se fue Méndez?
¿Sabía que se había producido un hecho grave y se trasladó para pedir instrucciones?
Dejó a dos personas de su escuadrón: Gómez y Echazú.
Los redactores de las actas y hacedores del relato oficial de la Gendarmería.
Lleral tendrá que resolver esa incógnita antes de los 60 días de su designación exclusiva.
Y no solo eso: hay que descifrar qué sucedió con el llamado del testigo Ariel Garzi a Santiago a las 15:23 del 2 de agosto.
Alguien atendió el teléfono de Santiago durante 22 segundos y cortó.
Garzi escuchó eco y ruidos de un ambiente presuntamente cerrado.
Ariel sospecha que pudo haber sido un Escuadrón de Gendarmería.
Según el experto Ariel Garbarz, esa llamada de Garzi se habría receptado en una de las tres antenas de Telefónica en la ciudad de Esquel.
Ahora la Justicia tendrá que determinar cuántos y qué celulares había en la zona en el momento de la recepción y revelar si había un grupo de gendarmes o policías en esa zona de referencia.
Otranto y Ávila pidieron un exhorto a Chile, cuyas conclusiones jamás se conocieron.
Tal como publicamos hace siete días, el gendarme Juan Carlos Pelozo tiene miedo al miedo.
Es decir, pánico.
Cuando fue a declarar se lo vio con temor.
Pidió garantías para él y su familia.
En las últimas semanas recibió la visita de un familiar que lo notó sumamente preocupado.
Le teme a sus compañeros y a los mapuches.
Integró el grupo de Ehazú y fue testigo de los sucesos en el río después de las 11:32 del 1 de agosto.
Lo mismo sucede con el gendarme Neri Armando Robledo, que admitió haber visto “manifestantes” cruzando el río y les arrojó piedras.
La frase “tenemos a uno” fue dicha por varios de sus compañeros.
Incluso Gómez declaró que escuchó esa frase y al llegar al río no vio a ningún detenido.
Otro de los efectivos cerca de la escena fue Andrés Ahumada, que entró armado con una pistola Pietro Beretta calibre 9mm a la Lof.
Su compañero Zoilán disparó unos 22 tiros de postas de goma y se lo ve en fotografías hablando con Echazú al regresar del río.
El gendarme Cardozo dijo que le pasó su escopeta al cabo Vázquez en el momento del ingreso a la comunidad mapuche, porque quería proteger a una compañera que estaba controlando a la testigo Pilquiman.
¿Algún funcionario judicial de Esquel analizó la situación de tiempo y lugar de estos gendarmes junto con sus compañeros Orlando Yucra, Jorge Fortunato, Walter Ruíz Díaz, César Paralta y Maira Ramos?
¿Por qué el video de la gendarme Marianela Roldán tiene cortes de edición cuando sus compañeros regresan del río?
Ni Otranto ni Lleral allanaron la estancia Leleque de Benetton.
El lugar donde estaba parado Noceti el 1 de agosto.
Ahí funciona una subcomisaria que depende del magnate italiano.
Fuentes cercanas a la investigación, no descartan que desde allí se haya podido prestar cierta logística a los sospechosos del hecho.
Cuentan que antes de ser llamado para extraer el cuerpo de Santiago del río, el perito Alejandro Incháurregui estuvo analizando una imagen monstruosa.
Un gendarme sin casco, herido, mirando el rostro de su víctima.
El cuerpo sin vida de Santiago, exhibe en el rostro, concretamente en la frente, un orificio de bala presuntamente de goma, la que habría sido la causal de su muerte.
Más tarea para Lleral.
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