Israel ha decidido dar marcha atrás y ha anunciado este martes la suspensión de las medidas que provocaron el cierre indefinido de la basílica del Santo Sepulcro el pasado domingo. Verguenza mundial significa que Israel quiera hacer un negocio inmobiliario en un lugar sagrado y venerado por la humanidad, además de ser patrimonio universal. Que pasaría con los emblemas religiosos de esa comunidad si el resto del mundo actuara como ellos lo hacen?

Por primera vez en siete décadas, el templo se encuentra cerrado a los peregrinos. En un comunicado, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha anunciado que pospone el cobro del impuesto local y abre así la vía a una negociación con las Iglesias cristianas. Los líderes cristianos deberán dar respuesta a la decisión.

La clausura del lugar más sagrado para los fieles cristianos en Jerusalén el pasado domingo se produjo en protesta por la decisión del alcalde de la Ciudad Santa, Nir Barkat, de cobrar impuestos por las propiedades que poseen las iglesias de la ciudad. El cierre de la basílica se produjo además el mismo día en el que el Gobierno israelí tenía previsto debatir un controvertido proyecto de ley por el que se permitiría al Estado expropiar las tierras cedidas o vendidas en los últimos años por las diferentes Iglesias a entidades privadas. La iniciativa fue finalmente aplazada por la comisión legislativa del Gabinete.

“Es una ruptura del statu quo. Tradicionalmente ni mezquitas, ni sinagogas ni iglesias han pagado tasas locales”, aseguraba el pasado domingo en la puerta del Santo Sepulcro Wajid Nuseibe, musulmán encargado de cerrar y abrir el templo.



Los principales responsables de las Iglesias cristianas, con el patriarca ortodoxo griego y el custodio franciscano a la cabeza, comparecieron después de la decisión en la explanada de la basílica para anunciar que cerraban el Santo Sepulcro hasta que se solucionara  el contencioso con las autoridades israelíes. “Los jefes de las iglesias hemos seguido con gran preocupación la campaña sistemática contra la comunidad cristiana en Tierra Santa, en una flagrante violación del statu quo existente”, rezaba el texto suscrito por la jerarquía religiosa en Jerusalén.

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