Toda actividad que ponga el foco en los libros y la lectura es imprescindible, pero la edición 2018 se produce en un contexto más que preocupante. El aumento en los costos de gestión de locales y el alza del dólar componen un cóctel altamente peligroso.

La fiesta en la calle Corrientes, necesaria para contagiar el entusiasmo por los libros y la lectura pierde todo sustento en circunstancias en donde los argentinos están solicitando créditos hasta para pagar servicios como la luz y el gas.

Ergo, la situación que están atravesando las librerías es dramática. No hay brotes verdes en el horizonte y las ventas se desploman. En este contexto complejo se realiza una nueva edición de La Noche de las Librerías, de 18 a 24 horas, sobre la avenida Corrientes, entre las calles Libertad y Junín, en la que participarán Claudia Piñeiro, Reynaldo Sietecase, Mariana Enriquez, Agustina Bazterrica, Diego Golombek, Juan José Becerra, Inés Garland y María Sonia Cristoff, entre otros escritores.

 Las ventas bajaron en estos primeros meses del año, la cantidad de unidades no para de cae”, cuenta el librero Ecequiel Leder Kremer, dueño de la Librería Hernández: El mayor problema es que el impacto de estas bajas es potenciado por el aumento de los costos de gestión, fundamentalmente servicios, alquileres, expensas, lo que coloca a muchos comercios por debajo de su punto de equilibrio. Hernández es un espacio singular que sigue conservando una muy diversificada oferta en literatura y ciencias sociales, lo que nos da un margen de defensa mayor al de otros colegas, compara el librero. 

El balance para el librero y distribuidor Gabriel Waldhuter es parecido. En enero se mantuvieron las ventas, contra enero de 2017; ayudaron las ventas de Reyes gracias a la promoción del banco Provincia y La Fundación El Libro, que repitió la acción de Navidad de un 50 por ciento de descuento en las compras. En febrero, comparado con febrero de 2017, la venta subió un 10 por ciento, pero no hay nada que festejar, ya que los gastos se han incrementado en un porcentaje mayor, aclara Waldhuter. 

Un solo ejemplo de varios que podría dar: la factura de luz de febrero del año pasado fue de 7.724,21, la de febrero de este año es de 25.000 pesos, es decir un 220 por ciento de aumento. En una librería, aparte de las luces, computadoras y aire acondicionado, no hay otro artefacto eléctrico. Por lo que las ventas no terminan de sincerarse, como los impuestos. ¿Hace falta agregar algo para explicar la situación? Veremos que ocurre en marzo, pero las expectativas no son buenas.

¿Cómo afecta el aumento del dólar en el precio del libro? El papel tiene precio dólar, por lo tanto es sensible a las variaciones de la divisa, pero aún así los precios están contenidos, las editoriales tratan de absorber estas variaciones y aguantar los precios lo más que pueden para no espantar al comprador, plantea Leder Kremer. Waldhuter, que además de la librería tiene una distribuidora e importadora que trae títulos de editoriales españolas como Acantilado, Alpha Decay, Funambulista, Capitán Swing y Páginas de Espuma, entre otros sellos, confirma que la estampida del dólar afecta tanto a los libros nacionales como a los importados.

Los libros nacionales son los que más afectados están, ya que el papel cotiza en dólares, y cada aumento de la divisa hace que las papeleras modifiquen los precios. Pero no solo eso, aparte de tener que aumentar por la devaluación en los costos de producción, el editor debe aumentar también por el aumento de costos por inflación. Es decir, un doble aumento. En el caso de los importados, se deben pagar en dólares al proveedor extranjero y cada devaluación se traslada al precio del libro, explica Waldhuter.

Juan Manuel Pampín, de Corregidor –editorial que adhiere a La Noche de las Librerías con dos actividades, la presentación del libro Lo irreparable, de Gabriel Payares, a las 19, y un homenaje a Clarice Lispector, a las 20.30 (Rodríguez Peña 452)– advierte que 2017 fue un año muy duro para toda la industria. Las ventas promedio cayeron un 20 por ciento, según los informes preparados por la Cámara Argentina del Libro. Basta caminar por las librerías para confirmar esto.

Debemos tener presente que nuestra industria, según informes de la Unión Industrial Argentina, se encuentra entre las más golpeadas junto a los textiles y los gráficos, recuerda Pampín y señala que todo aquello que haga que se hable del libro es siempre bienvenido; ya sea una feria, una campaña publicitaria como las que viene realizando hace un tiempo la Fundación El Libro o estas acciones puntuales. Como la librería Waldhuter está sobre la avenida Santa Fe, tal vez La Noche de las Librerías no repercuta significativamente en sus ventas. Pero no puedo fijarme solo en ese día, porque seguramente el lector que vio un libro y no pudo comprarlo, lo comprará otro día, es decir que hay rebotes de lectores, subraya Waldhuter. Lo importante es que tengamos un día que se hable de librerías y de libros. Por ejemplo en España, el día de Saint Jordi, donde todos regalan libros y la venta alcanza al 20 por ciento de la venta anual, en un solo día. Sería interesante instalar un día de este tipo en Argentina.


¿Qué políticas específicas del ministerio de Cultura, tanto de la Ciudad a cargo de Enrique Avogadro, como el de la Nación, con Pablo Avelluto, podrían contribuir a mejorar la situación de las librerías?

Leder Kremer despliega sus reclamos: Implementar un sistema de recupero del IVA, tal como se proyectó con el INLA (Instituto Nacional del Libro Argentino), manteniendo el principio sagrado que el comprador no tenga que pagar IVA por sus libros. Generar campañas de promoción del libro y la lectura. Coincide Waldhuter. Lo urgente es una ley que proteja a las librerías; estamos pagando IVA en todas las compras, alquileres, impuestos, etcétera, el cual no podemos recuperar. Si bien las librerías son una actividad comercial, debemos ver el costado social que tienen como espacios culturales.

No hay datos fehacientes sobre cuántas librerías se cerraron en la ciudad desde que asumió  Macri la presidencia del país, en diciembre de 2015. Waldhuter precisa que aunque no hay números oficiales, entre librerías y otros puntos de venta que incluían libros, serían entre 50 y menos de 100 los comercios que habrían cerrado en estos dos años. Las librerías, por las características intrínsecas de nuestro negocio, suelen ser resistentes a las adversidades, advierte Leder Kremer. El sector del libro mira el futuro con el optimismo de la voluntad, pero con el pesimismo de la razón y la preocupación de saber que si no se cambia el rumbo económico, privilegiando las fuentes de trabajo de los argentinos, la educación y la cultura, el panorama es oscuro, sostuvo.

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