Intolerancia a la lactosa: el trastorno que afecta a gran parte de la gente y la mayoría no lo sabe.

Es una incapacidad de digerir determinados alimentos que sufre alrededor del 70 % de la población mundial, aunque muchos de los afectados tardan años en darse cuenta. Los síntomas varían según el grado.

Tomar un café con leche en la mañana. Disfrutar de una buena pizza. Comer una porción de torta en un cumpleaños. Pequeñas costumbres que para muchos son consideradas un placer, para otros pueden resultar un verdadero dolor de cabeza, porque luego llega la molestia abdominal, las flatulencias, también hasta diarrea o vómitos. 


Éstos son los síntomas más comunes de la intolerancia a la lactosa, una condición que afecta a alrededor del 70 % de la población mundial en algún grado. Y muchos de los afectados no lo saben. La mayoría de las veces, las molestias se presentan de 30 minutos a dos horas después de ingerir productos lácteos.





La intolerancia a la lactosa es la incapacidad para digerir bien el azúcar de la leche. Su mala absorción se debe a la ausencia de lactasa, una enzima que habita en el intestino delgado y se encarga de absorber correctamente la lactosa. Las molestias aparecen cuando se consume una cantidad de azúcar mayor a la que se tolera, la cual no se metaboliza por la carencia de lactasa y alcanza el colon, generando sustancias de desecho que provocan los síntomas que se sintetizaron. 

Algunas personas empiezan con esta condición desde que son bebés. En otras, los problemas comienzan durante la adolescencia o adultez. De repente empiezan darse cuenta que tomando leche o algunos derivados lácteos se sienten mal”, explicó la nutricionista Estefanía Beltrami.




Lo cierto es que su diagnóstico no resulta sencillo al tratarse de un proceso que varía con el paso de los años. Según la especialista, hay distintos grados y la diferencia en la intensidad de las molestias entre los intolerantes también complica su evaluación, ya que en determinadas personas son puntuales y desaparecen a los pocos minutos.


En otras palabras, una persona con un nivel de intolerancia leve digiere mejor la lactosa que otra con un grado elevado y, en consecuencia, no está forzado a eliminar el consumo de lácteos. 

“Hay gente que le cae mal la lactosa pero si toman leche deslactosada y baja cantidad la tolera bien y también hay gente que no toleran de ninguna forma y en ninguna cantidad. En otros casos hay personas que solo toleran la lactosa del yogur, por ejemplo”, advirtió Beltrami.


Lo que muchos no saben es que, más allá de los primeros meses de vida -en los que la leche materna es fundamental para un buen crecimiento-, no necesitaríamos consumir leche, tal como ocurre con el resto de los mamíferos. 

Según los especialistas, la actividad de la lactasa disminuye después del destete porque la leche ya no tiene ninguna función biológica a nivel nutricional. Naturalmente nuestro cuerpo no está preparado para consumir leche de origen animal durante la infancia y adultez.

¿Existe algún tratamiento?



Como sucede con la mayoría de las cosas, no hay una solución mágica y lo más habitual es seguir una dieta sin lactosa. No obstante, desde hace unos años, existen suplementos de lactasa -la enzima que les falta a los intolerantes- en forma de pastillas o cápsulas, que deben tomarse cada vez que realices una comida, ya que su efecto es sólo momentáneo para la digestión de una comida concreta. 

El único inconveniente de estas pastillas es que hay que encontrar la dosis adecuada para cada persona, ya que ésta siempre dependerá de la relación entre el grado de intolerancia y la cantidad de lactosa ingerida en esa comida.

"Cuando me diagnosticaron sentí que me cortaban las piernas"



Hace un año, Agustina, de 25, se enteró que era intolerante a la lactosa y, aunque esto no significa un problema "grave" de salud, si implicó que tuviera que hacer severos cambios en su alimentación. Para ella fue, literalmente, un cambio de vida.

Agustina tardó varios meses en saber que era intolerante a la lactosa. “Fueron meses en los que visitaba la guardia constantemente y me diagnosticaban gastroenteritis o se lo atribuían al consumo de algún alimento en mal estado. También se lo atribuyeron a lo nerviosa que estaba por terminar la facultad, pero yo me daba cuenta que venía por otro lado, porque me tomaba un café con leche y me caía mal”, relató.



Tras varios meses sin respuesta por parte de los médicos y tomando medicamentos que no le hacían efecto, decidió consultar sobre la lactosa en Internet y ahí se dio cuenta que lo que le pasaba tenía que ver con ese tema. Entonces, para estar más segura, consultó a un gastroenterólogo que finalmente le confirmó que era intolerante a la lactosa.

"Cuando me diagnosticaron sentí que me cortaban las piernas porque lo primero que me dijo el gastroenterólogo fue nunca más leche ni chocolate. Sentí que se me venía el mundo abajo, soy fanática de las tortas, los postres y del queso, y todo eso tiene leche", dijo.

Las alternativas son escasas en Argentina


Aunque muchos expertos señalan que para tratar la intolerancia no es necesario dejar de consumir lácteos, sino simplemente optar por aquellos que no contengan lactosa, en el país no existe una gran variedad de productos para los que las personas intolerantes a la lactosa puedan disfrutar.

“Ser intolerante hoy en día en Argentina es medio complicado y a veces te genera un poco de impotencia. Eso de sentirte como la oveja negra que no puede salir a tomar un café con tus amigos tranquila porque no tenés opciones, hay que estar constantemente buscando alternativas y se complica más, porque no sabes cómo están hechos los productos”, manifestó.

“Es incómodo salir algún lado y preguntar si tiene una leche reducida en lactosa o si tienen leche de soja y que la gente te mire con cara rara”, agregó la joven.


Para poder consumir lácteos, entonces, Agustina toma unas pastillas que le recomendó el gastroenterólogo, pero el problema surge en la dosis, la cual depende de qué tan intolerante seas. “Lamentablemente en Argentina las pastillas que venden tienen dosis muy bajas, entonces, generalmente hay que consumir dos pastillas y la obra social te hace un descuento pero no te las cubre del todo, y si las consumís mucho termina saliendo caro”, explicó.

Sin embargo, se las arregla para conseguirlas en el exterior, donde las pastillas tienen dosis más altas y son más económicas.

Siempre consultar al médico

En definitiva, si al consumir leche te sentís hinchado, la “repetís” porque no la digerís bien, sentís pesadez y dudás sobre si tenés intolerancia a la lactosa, lo mejor es consultar cuanto antes a tu médico, ya que existen varios métodos para diagnosticarlo, desde eliminarla unos días de la dieta y ver qué pasa, hasta una muestra de saliva para analizar tu ADN. 

Así, no solo se podrá diferenciar de otras afecciones como, por ejemplo, el colon irritable, sino también tener la información adecuada para actuar en consecuencia.


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