Convierten a los “confesos” en 
“arrepentidos”; extorsionan con la prisión o la libertad; el que cuenta 
lo que quieren se va a casa, el que no declara va al calabozo; circulan 
versiones poco creíbles de los hechos y, al menos por ahora, no se 
encuentra el cuerpo del delito, es decir, la plata. Esa es la mirada del
 ex jefe de Gabinete Alberto Fernández, que fue protagonista y testigo 
de todo el gobierno de Néstor Kirchner y el principio del de Cristina. 
Conoce de cerca los acontecimientos y da su versión.
Destaca que quiere que se investigue, pero piensa que se está 
perdiendo una gran oportunidad. 
¿Cómo evalúa la investigación hasta ahora?  
Desde hace muchos años digo que en la economía Argentina hay dos 
sectores cartelizados: el de la obra pública y el de la salud. Como 
estoy convencido de ello, me parece fantástico que se investigue. Aún 
así, desde el primer momento dije que la investigación está en peligro 
por el modo en que el juez, con la pasividad del fiscal, se la apropió 
de forma irregular. A partir de ello, se ha desarrollado una indagación 
en donde a los “confesos” se los protege como “arrepentidos” en la 
medida que ofrezcan versiones que involucren a ciertas personas y 
consoliden lo truculento de la historia. Tal vez la declaración de 
Claudio Uberti sea una muestra de lo dicho.
¿Por qué?
Fíjese que es una declaración dividida en dos partes. En la primera 
parte habla de que él le cobraba coimas a los empresarios de las 
concesiones viales, de las autopistas. Y hace alguna referencia a que 
entregaba el dinero en el ministerio. Pero lo impactante es que se corta
 la declaración y vuelve a declarar después. En esta segunda parte dice 
que el día de la muerte de Néstor Kirchner había 60 millones de dólares 
en el departamento de la calle Juncal. El mismo reconoce que no los vio,
 pero dice saberlo por comentarios. Se ve que entre una y otra 
declaración le dijeron “danos más, con esto no te alcanza para zafar de 
la cárcel. Necesitamos algo más contra Néstor y Cristina”. Y entonces 
larga lo de los 60 millones de dólares. En ese sentido es una 
declaración que tiene puntos en común con otras, en especial la del 
empresario de la Hidrovía, Gabriel Romero: necesitan involucrar a 
Cristina de alguna manera.
¿Es creíble lo de Uberti?
Es muy poco creíble aquello que tiene que ver con ese “agregado” que
 hizo Uberti. Estoy seguro que habla de ese modo confiando en que los 
hechos que relata y lo involucran están prescriptos. Pasaron once años 
desde que Uberti renunció hasta que “confiesa”. El admite que fue un 
funcionario de cuarta categoría que no tuvo ningún trato con Cristina. 
La renuncia se la pedí yo en 2007 por lo de la valija de Antonini 
Wilson. Me cuesta creer que haya entrado al departamento de los Kirchner
 y mucho menos al dormitorio. Le aclaro que los Kirchner no vivían ahí, 
vivían en Olivos. Yo me temo que con el método de amenazar con la 
cárcel, le sacaron alguna frase contra ellos. Y no es inocente lo de los
 60 millones de dólares. Esa cifra coincide con lo que dicen que le 
encontraron al fallecido secretario de Néstor Kirchner, Daniel Muñoz, en
 Estados Unidos. O sea quieren vincular todo para poder cerrar así la 
escenografía. Desde ya que todo lo que dice sobre el maltrato de 
Kirchner a sus colaboradores es una zoncera. Lo que me asombra de su 
declaración es cómo dice haber manejado el tema de los empresarios de 
autopistas.
¿En qué sentido?
Según el relato de Uberti, él cobraba coimas de los concesionarios. 
Nadie ha reparado en que por entonces la principal concesión era la de 
Autopistas del Sol, Ausol, una empresa en la que Franco Macri y su hijo 
Mauricio tenían intereses claros. Era accionistas de la sociedad 
controlante. Algo parecido me pasa cuando leo lo dicho por Carlos 
Wagner, el ex presidente de la Cámara de la Construcción. Él cuenta cómo
 las empresas se cartelizaban y armaban las licitaciones y los precios. 
Dice también que en ese acuerdo participaba Iecsa. En esa época, desde 
2004, Iecsa era de los Macri. Recién en 2007 supuestamente se la 
vendieron a Angelo Calcaterra, el primo de Mauricio. Esto muestra cómo 
esconden a algunos supuestos responsables de las maniobras y como 
exhiben a otros.
Todo parte de un vicio original. Es un caso clarísimo de 
forum-shopping. Cuando Diego Cabot, de La Nación, cuenta cómo le lleva 
las cosas a Carlos Stornelli y acuerdan meter los cuadernos en el caso 
del Gas Natural Licuado (GNL) queda todo en evidencia. Cabot lo cuenta 
inocentemente, él no es abogado. Pero es revelador de cómo el fiscal y 
el juez se quedaron con la causa de forma irregular. También me llama la
 atención que no aparezcan los originales y que se hayan dispuesto 
tantas detenciones solo manejando fotocopias. Además, nadie está 
controlando (debería hacerlo el Congreso) los acuerdos que el Fiscal 
firma con los “arrepentidos”. En esta causa a los “confesos” se los 
trata como “arrepentidos” para beneficiarlos procesal y penalmente. 
¿Cuál es la diferencia?
En esta causa el empresario o funcionario llega, confiesa cosas y se
 va a su casa. Eso no tiene nada que ver con las reglas que establece la
 Ley del Arrepentido. El arrepentido debe ofrecer un cúmulo de datos que
 alivie la búsqueda de pruebas. En esta causa no sucede eso. Los 
acusados confiesan el delito y se van a su casa. Nunca precisan de dónde
 salió el dinero de las coimas que dicen haber pagado ni especifican 
claramente dónde, a quiénes y en concepto de qué las pagaron. ¿Por qué 
con tan poco los tratan con el privilegio con que se trata a un 
“arrepentido”? Para beneficiar a los que con sus palabras ayudan a 
montan el escenario que quieren construir. Acá se está usando 
perversamente el mecanismo del arrepentimiento. Cambian “confesión” por 
“libertad”. En los diarios el mismo Fiscal ofrece “sortijas” liberadoras
 para los que confiesan. “Si a mí me conforma lo que dice, se va a su 
casa” dice sin llamar al asombro a nadie. Esta lógica conduce a 
consecuencias increíbles. De este modo, el acusado de coimear queda 
libre solo por “confesar” y el acusado de ser coimeado queda preso por 
no “arrepentirse”. Es una vergüenza. 
–En el caso de la Hidrovía, los diarios titularon con el 
supuesto pago de 600.000 dólares por el decreto de extensión de la 
concesión...
–En este caso pasó lo que queda evidente. Le dijeron a Romero 
(empresario acusado) “no alcanza con que diga que pagó coimas. 
Necesitamos que impute a Cristina”. Entonces Romero dice que pagó por un
 decreto que firmó Cristina. Y no vieron de qué se trata ese decreto. En
 él Cristina no toma una decisión discrecional. Si fuera así tal vez 
sería posible pensar que se pagó para que esa “discreción” beneficie a 
alguien. Pero la realidad es que ese decreto solo homologó una decisión 
de la Unidad de Renegociación y Análisis de Contratos de Servicios 
Públicos (UNIREN) en la que intervenían funcionarios de los ministerios 
de Planificación y Economía. Para tomar esa decisión fue necesario 
llevar adelante uno de los trámites más engorrosos que existe en la 
administración. Se hicieron audiencias públicas, intervino la 
Procuración del Tesoro, la Sindicatura General de la Nación, el 
Ministerio de Relaciones Exteriores y también la Comisión Bicameral de 
Seguimiento de las Facultades Delegadas, es decir el Congreso nacional. 
Se votó en esa comisión el texto del acuerdo, con las observaciones que 
vinieron de las audiencias y los organismos consultados. De manera que 
ese decreto no era un acto arbitrario del Poder Ejecutivo. Cristina 
homologó un acuerdo que fue resuelto previamente. Otra vez, se ve que la
 quieren involucrar en lo que sea.
–¿Cuánta importancia tiene encontrar el supuesto dinero de las coimas?
–Bueno, es el cuerpo del delito. Los empresarios dijeron cosas 
distintas. Calcaterra sostuvo que pusieron plata para la campaña 
electoral. Wagner aseguró que pusieron plata para coimas, pero después 
dice que para gastos políticos. Ninguno cuenta de dónde salió el dinero.
 Parece cantado que no sacaron, por ejemplo, 100.000 dólares de la 
contabilidad para pagar una coima. O sea que supone la existencia de un 
lavado de dinero que tiene que ser objeto de investigación. ¿De qué 
delito precedente viene? También podemos hablar de cohecho, que es lo 
que describe Wagner. Los empresarios se reunían, fijaban quién ganaba 
cada licitación y a qué precio. Ahí hay defraudación al Estado y 
cohecho. Pero también Wagner habla de que sus pagos eran para gastos 
políticos. Y la acusación habla de que la asociación ilícita era para 
enriquecerse. En medio de tanta confusión, será imperioso establecer la 
ruta del dinero para dirimir responsabilidades y poder calificar el 
delito. 
¿Qué puede pasar si no aparece el dinero? 
Todo puede volverse endeble si no se logra probar el destino de 
semejantes sumas. Habrá que ver qué surge de las declaraciones que se 
sigan tomando. Tal vez algo aparezca. No lo sé. Pero no siento que 
estemos por buen camino. Esta es una buena oportunidad para terminar con
 un flagelo argentino de siempre, que es el flagelo de la obra pública. 
Se convirtió en un mecanismo de cartelización y enriquecimiento de 
muchos empresarios y de funcionarios que se corrompieron. Eso se puede 
terminar haciendo una investigación imparcial y sensata. Le doy un 
ejemplo. Piense que usted me coimea. Yo me niego a declarar y quedo 
preso y usted confiesa bajo la forma del arrepentimiento y lo liberan. 
La realidad es que los dos cometimos el mismo delito en su forma activa o
 pasiva. ¿Por qué uno está libre y el otro no? Ahí es donde uno observa 
que la detención se utiliza para presionar a la gente. Nadie aportó nada
 significativo. Nadie contó dónde está el dinero, de dónde sacaron el 
dinero. El que habla de bolsas llenas de dinero es un inimputable que 
cuando manejaba un remise dice haber escrito cuadernos en donde afirma 
cosas poco sensatas. Ahora, reconozcamos que si tanta gente se está 
inculpando, algo debe haber pasado. Y hay que investigar. Sucede que 
esta forma de investigar puede llevar a que todo se frustre. Algunos me 
dicen que, con esto que digo defiendo a Cristina. La verdad es que no, 
aunque creo que Cristina no tiene ninguna participación en estas cosas. 
Pero más allá de lo que yo crea está el deber de investigar como 
corresponde. Yo no defiendo a Cristina. Defiendo el Estado de Derecho y 
la necesidad de preservar el debido proceso.


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