Racismo, homofobia y golpismo: ¿por qué nos auto-boicoteamos?

El gran caudal de votos de Jair Bolsonaro en Brasil nos empuja a hacernos distintas preguntas: ¿por qué alguien votaría por quien afirma que esa persona no tiene derecho a la existencia? como claramente lo declaró Bolsonaro con respecto a los que no comulgan con su orientación en todos o en cualquier orden de ideas o formas de vida.

Estupor, consternación, sorpresa. La emergencia de Bolsonaro en Brasil como firme candidato a presidente causa en gran parte del mundo, este tipo de sensaciones. Si bien el avance de la ideología de derecha en Latinoamérica no es ninguna novedad, lo cierto es que el surgimiento de un personaje como Bolsonaro -quien se autoproclama xenófobo, misógino, homofóbico y a favor del golpe militar- no deja de llamar la atención, principalmente porque muchos de los que él mismo dice aborrecer han sido quienes lo han apoyado con su voto.

¿Qué mueve a una persona a otorgarle poder a quien manifiesta odio hacia ella? Aquí podemos ver con claridad la aparición de lo que deberíamos denominar como “auto-boicot”, es decir, la capacidad de perjudicarse constantemente y hacer todo lo posible para evitar alcanzar el bienestar o aquello que se dice que se desea.

Ya sea votando a aquel que no esconde su idea de que nuestra existencia es un error o eligiendo vincularse con personas de las cuales sabemos de antemano que nos van a dañar, pareciera ser que la práctica de afectarse a sí mismo está más que presente en nuestra vida cotidiana. ¿Cómo explicar esto? Podríamos ensayar algunas hipótesis que, al menos, nos acerquen a desentrañar semejante cuestión.

Por un lado encontramos la auto-mentira. ¿Qué es esto? Pensar que deseamos algo que en realidad no hacemos. Anhelos inauténticos que nacen por presiones de nuestro entorno y que nos hacen creer que queremos algo cuando lo cierto es que, luego de una profunda reflexión, sabemos que no es así. 

Ante esta situación de pretender desear cosas ajenas a nosotros mismos es que podemos tomar acciones tendientes a frenar el alcance de ello o, peor aún, que nos destruyan como personas. Así entonces deberíamos preguntarnos si realmente deseamos lo que decimos desear.

Por otro lado es factible señalar a la percepción sobre uno mismo como origen de este perjuicio. Quizás si uno ha afrontado múltiples experiencias de acoso psicológico, bullying o ha perdido la confianza por distintos motivos, el hecho de percibirse como alguien que no merece que le pasen cosas que sean beneficiosas para sí puede llegar a motivarnos a realizar actos contrarios a nuestro bienestar. 

Sin ir más lejos una de las manifestaciones más presentes dentro de la violencia de género dentro de las parejas es el maltrato y la denostación por una de las partes hacia el otro, intentando volverlo vulnerable y con una consciencia negativa de sí mismo de manera tal que crea que el maltrato es una consecuencia lógica, esperable y merecida.

No obstante también podríamos sumar, más que nada en vistas a estos procesos electivos, a la incapacidad de mensurar y analizar la realidad. Si subestimamos a las personas, si nos consideramos por encima de las circunstancias como si fuésemos algo así como “elegidos” posiblemente también tomemos decisiones (aunque no sea por falta de auto-estima sino por exceso) que tiendan a ser contrarias a nuestra felicidad. Es en este punto en donde la exaltación del odio encuentra lugar: aquellos que se creen superiores piensan que pueden aliarse en contra de quien rechazan sin ser tocados por las acciones que llevará adelante aquel con el que se alían.

¿Explica todo esto por qué alguien como Bolsonaro puede llegar a ser presidente de un país tan enorme como Brasil? De ninguna manera, pero tal vez sí nos invite a pensarnos a nosotros mismos, a reflexionar sobre nuestros deseos, nuestra auto-percepción, nuestros vínculos y nuestras creencias en torno a la realidad.

Tal vez podemos pensar que se se está padeciendo el Sindrome de Estocolmo en parte de esta región, admirando y dándole el voto a los opresores.

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