Megadevaluación, abismal inflación, recesión, desempleo de dos dígitos e impacto político.
Columna de Alfredo Zaiat
Economista.
Fases de la crisis cambiaria,
socioeconómica y política son las etapas del naufragio macrista,
dinámica similar a otras debacles y con la duda de cómo y cuándo será el
desenlace traumático en esta oportunidad.
La utilización de la capacidad instalada en la industria está casi en
el 60 por ciento con tendencia a seguir bajando, con la industria
automotriz en 44,8 por ciento y el sector textil también ubicado por
debajo de la mitad.
Desde hace varios meses se ha generalizado el
anuncio diario de despidos masivos de trabajadores, que deriva en
estimaciones de dos dígitos para la tasa de desempleo. La inflación
anual apunta al 50 por ciento para convertirse en la más elevada desde
1991. El consumo masivo se ha derrumbado por la fuerte caída del poder
adquisitivo del salario, de las jubilaciones y de la Asignación
Universal por Hijo.
La debacle cambiaria fue la primera gran
manifestación de la crisis macrista, pasando ahora a la fase siguiente,
cuya expresión brutal se desarrolla en el frente socioeconómico.
La
tercera etapa es la política, que es incipiente y hoy se refleja en la
persistente alta imagen negativa de Mauricio Macri, en el crecimiento en
la opinión pública de que “todos son iguales” y en las tensiones al
interior de la Alianza Cambiemos, con los arrebatos de Lilita Carrió, la
súplica de los radicales para ser atendidos en la Casa Rosada y el
anuncio del abandono del proyecto macrista de Emilio Monzó, tercero en
la línea de sucesión.
Etapa financiera
Las crisis traumáticas son una característica de la sociedad
argentina, cuya revisión acerca del origen, desarrollo y desenlace es un
aporte imprescindible para entender la actual, sabiendo que ninguna es
igual a otra, pero sí tienen dinámicas similares. Es clave conocer de
qué forma se despliegan las crisis para no estar distraído ni
confundirse con el naufragio macrista, el cual ha lanzado a la economía a
un proceso acelerado de deterioro.
La primera etapa de la crisis se expresa en la disparada de la
paridad cambiaria, que es el síntoma de la restricción externa, o sea la
escasez relativa de divisas. Este es un problema estructural de la
economía argentina. La fragilidad del sector externo se ha manifestado
en diferentes oportunidades, que tiene como derivación una muy fuerte
devaluación, lo que termina instalando un escenario de crisis global. La
situación financiera hace estragos con el derrumbe de las cotizaciones
de acciones y bonos, la suba de la tasa de interés, las dudas acerca de
la solvencia del sistema bancario y el aumento del riesgo de cesación de
pagos de la deuda pública y privada.
Los movimientos bruscos de la paridad cambiaria concentran la
atención de los medios de comunicación, el nerviosismo atrapa a los
responsables de la gestión económica y la incertidumbre domina en la
sociedad. El reclamo generalizado es frenar la escalada del dólar, que
en una economía bimonetaria como la argentina, se ha convertido en una
variable clave. En ese estado de estrés colectivo por el descontrol del
dólar puede aparecer como solución la fijación del tipo de cambio, la
definición de tasas de interés reales muy alta o el pedido de auxilio
financiero al FMI, o la combinación de todo ello para enfrentar el
incendio cambiario.
Etapa socioeconómica
Este pico de la crisis puede ser momentáneamente controlado, pero
mientras la fase financiera se está desplegando con intensidad se
empiezan a disparar las otras dos (la socioeconómica y la política), que
se encuentran relativamente desplazadas en la atención pública por el
descontrol cambiario.
La megadevaluación comienza a reflejarse en los precios, ya sea
porque eslabones de la cadena productiva y comercial están dolarizados o
por conductas preventivas que dejaron enseñanzas pasadas. En caso de
alcanzar cierta estabilidad cambiaria, como ahora con tasas de interés
elevadísimas, la primera expresión de la fase socioeconómica de la
crisis se da en tasas de inflación altas que, con ingresos fijos en gran
parte de la población, provoca un derrumbe del consumo masivo por el
golpe al poder adquisitivo.
Se precipita así un círculo vicioso de la debacle, alimentado por la
obsesión ortodoxa del ajuste fiscal como vía única por superar el mal
momento económico, pero que termina arrojando a la actividad hacia una
recesión más profunda. Esta secuencia tiene como saldo la reducción de
la producción y quiebre de empresas, lo que deriva en suspensiones y
despidos de trabajadores, disparando la tasa de desocupación hacia dos
dígitos.
Con tasas de inflación elevadas, como las de septiembre (6,5 por
ciento) y de octubre (5,4 por ciento), en caso de transitar un momento
de calma cambiaria –como el actual– aparece la exigencia de reducirlas
para alejarse del pico de tensión de la fase socioeconómica de la
crisis. Para ello, en general, se aplican medidas recesivas (contracción
monetaria y fiscal), que agudizan esa etapa de la crisis, y cuando hubo
un abrazo desesperado al FMI para salir del pico de la fase financiera,
no queda otra alternativa, lo que realimenta el ciclo de deterioro.
Etapa política
Con la disminución de la inflación desde niveles que rumbeaban hacia
la híper y con la incertidumbre cambiaria que sigue presente pese a la
calma temporaria, emerge la fase política de la crisis.
Con los shocks cambiario e inflacionario los gobiernos se debilitan,
las lealtades se empiezan a resquebrajar y quienes daban sustento a la
alianza económica y social emprenden la retirada. Las internas en la
administración se desatan y la proximidad de las elecciones dispara el
reordenamiento político. En todo este proceso, hay instancias de mayor o
menor tensión, donde aparecen picos que hacen que parezca inminente el
desmoronamiento del Gobierno.
El temor al derrumbe está tan presente que el inconsciente les juega
una mala pasada a funcionarios y voceros oficiosos, por ejemplo cuando
afirman que el gobierno de Macri culminará su mandato pese a no ser
peronista, o cuando el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, señala que
el Gobierno no se cayó pese a la dimensión del ajuste que está
aplicando.
El retroceso del bienestar general extiende el rechazo al oficialismo
hacia otras fuerzas políticas. La experiencia local e internacional
muestra que el descontrol de variables importantes (dólar subiendo
ciento por ciento, inflación trepando 50 por ciento, recesión y
desempleo arriba del 10 por ciento) erosiona liderazgos políticos, como
el de Macri, que representa a un sector relevante de la población (30/35
por ciento identificado con la centroderecha y derecha del universo
político).
Esto está siendo reflejado en las encuestas, y sólo para
evitar lo que se denomina “pato rengo” (presidentes debilitados a pocos
meses de las elecciones) aparece una sobreactividad de Macri, con la
expectativa de su aparato de propaganda de rescatarlo del naufragio.
Confluencia
Las crisis reúnen esas tres etapas y se van realimentado unas a
otras. Cuando una está en un pico de tensión, las otras parecen
apaciguadas, y así van mudando en su estado de situación.
Con la paridad
cambiaria en la camisa de fuerza de tasas reales muy altas y con un
escenario político que ya empezó a mirar las elecciones presidenciales
del año próximo, el pico de tensión de la crisis está concentrado en la
recesión que desmorona empresas, haciendo crujir la cadena de pagos y
ahogando financieramente a la actividad productiva. Estas caídas
provocan despidos masivos, conformando un drama sociolaboral, al que el
Gobierno no sabe o no quiere dar respuesta.
Desapareció el Ministerio de Trabajo y la Secretaría de Trabajo será
borrada del nuevo organigrama del Ministerio de Producción cuando se
efectivice la renuncia de Jorge Triaca (hijo). En ese contexto hubo una
tibia iniciativa oficial con el decreto que dispone el pago de un bono
de 5000 pesos (a cuenta de la revisión paritaria 2018), y establece un
procedimiento previo de comunicación para despidos sin justa causa.
Esa
norma determina que, hasta el 31 de marzo del año próximo, las empresas
que quieran despedir previamente deben comunicar la decisión al
Ministerio de Producción y Trabajo, con una anticipación no menor a 10
días hábiles. El titular de la cartera, Dante Sica, de oficio o a
petición de parte, podrá convocar al empleador y al trabajador junto con
la asistencia gremial correspondientes, para celebrar las audiencias
que estime necesarias para considerar las condiciones en que se llevará a
cabo “la futura extinción laboral”. No parece que sea una iniciativa
para frenar los despidos, sino más bien para ordenarlos.
El transcurso de las crisis va cambiando los picos de intensidad de
cada una de sus tres fases y, si no se combinan factores locales e
internacionales positivos que permitirían encauzarlas, escenario posible
aunque poco probable, pueden terminar en la confluencia de sus
respectivos picos en un mismo momento.
En esa instancia se produce el
epílogo caótico, como fue la hiperinflación de 1989 y el estallido de la
convertibilidad en el 2001, sin saber cómo será en este caso porque,
como se mencionó al comienzo, las dinámicas de las crisis son similares
pero ninguna es igual a otra y su resolución es particular.
Cómo será el desenlace traumático de la crisis macrista es una
incógnita. Tampoco se sabe cuándo será y si será el propio Macri u otro
quien terminará recibiendo las esquirlas de la explosión.
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