Primer round en la puja de modelos que marcará los próximos cuatro años de los argentinos.

Casi 34 millones de argentinos están habilitados para votar en las PASO más polarizadas desde la instauración de esta instancia electoral.

Nada se define este domingo. Con ese argumento intentó el oficialismo bajarle el precio a unas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) que se le presentan, por lo menos en la previa y a la luz de todos los sondeos de opinión, adversas. De hecho Macri hasta intentó darlas de baja.

Superado aquel breve dislate, casi 34 millones de argentinos están habilitados para participar este domingo del primer round electoral. Aún cuando las PASO no definan nada a futuro (más allá de las internas en alguna categoría electoral y la superación o no del umbral de votos que habilita a participar de las elecciones generales de octube), los dos frentes políticos mayoritarios protagonizarán la primera contienda por imponer dos modelos económicos diametralmente antagónicos durante los próximos 4 años.


A pesar de que precisamente eso es lo que se pondrá en disputa en las urnas, Juntos por el Cambio eligió a la luz de los más que pobres resultados obtenidos en los últimos cuatro años, vaciar su campaña de cuestiones económicas. Sin nada que mostrar no le quedó más opción que seguir abonando el lugar en el que creció durante el kirchnerismo: la grieta. Macri llegó incluso a pedir que lo voten sin la necesidad de esgrimir argumentos para justificar el voto y opuso "pasado contra (un indefinido) futuro" como única cuestión en disputa.

En la vereda de enfrente, por el contrario, en el Frente de Todos a Alberto Fernández le sobran argumentos para pedir que lo acompañen. Las estadísticas económicas y sociales que arrojan 4 años de macrismo son contundentes y abrumadoras al mismo tiempo.

Por eso el oficialismo apostó a una inédita estrategia: el arrastre de votos de abajo hacia arriba. Con niveles de imagen positiva por el piso Macri apuesta sus chances reeleccionistas a la tracción de votos en Ciudad y Provincia de Buenos Aires que le puedan deparar Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. Se trata de una apuesta arriesgada que podría dejar a Juntos por el Cambio sin el pan y sin la torta.




Con todos los sondeos de intención de voto muy parejos en la categoría presidencial los resultados en las provincias de Córdoba y Santa Fe concitarán este domingo especial atención. Córdoba fue el distrito que en el ballotage de 2015 catapultó a Macri a la Casa Rosada.

Hoy, con la herencia de 4 años de macrismo sumada a la incorporación de Sergio Massa (el segundo candidato más votado en Córdoba en 2015) el Frente de Todos se esperanza con la posibilidad de emparejar la balanza y restar, en el resultado final, el peso del voto macrista cordobés.

Con un escenario en la previa más parejo en Córdoba, Santa Fe podría terminar siendo la provincia que este año termine inclinando la báscula hacia uno u otro lado de la reñida contienda electoral que comenzará a definirse desde este domingo.




En Santa Fe en 2015 la disputa entre Macri y Daniel Scioli fue muy pareja, apenas unos puntos separaron a uno de otro en las tres instancias electorales que se dieron ese año. Sin embargo en aquella oportunidad el peronismo corría de muy atrás en las preferencias de los sanatfesinos. Este año, de la mano de Omar Perotti, el PJ volverá a gobernar la provincia después de 12 años de gobiernos socialistas y confían que ese crecimiento, sumado a la pérdida de respaldo al macrismo, se replique en la instancia nacional.

Así planteado el escenario, se espera que las PASO terminen convirtiéndose en la antesala de un escenario todavía más polarizado de cara a las Generales del 27 de octubre donde el "voto útil" termine erosionando el respaldo a las propuestas de precandidatos como Roberto Lavagna y Jospe Luis Espert.

Quedará para el lunes siguiente a las PASO, ya con los resultados del escrutinio provisorio, esperar la reacción de los mercados. A pesar de toda la batería de instrumentos desplegada por el Banco Central, el miedo ya le gana a las tasas altas y el apetito por cobertura en moneda dura ante la  incertidumbre, crece y le pone presión al dólar.


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