El método de la mentira planificada aplicado en el panfleto "Ocho puntos sobre la economía" de la Jefatura de Gabinete. La disputa por el sentido común y la impunidad de economistas.

Columna de Alfredo Zaiat
Economista

La negación del desastre provocado por las medidas económicas desplegadas en el gobierno de Macri es la base para preparar el regreso. Ganar una elección no entierra al neoliberalismo, aunque es la precondición para empezar a construir defensas para evitar su retorno.

El panfleto “Ocho puntos sobre la economía”, elaborado en la Jefatura de Gabinete, es una evidencia más del método de la mentira planificada diseñado por Marcos Peña en estos cuatro años de macrismo. 

Es también el puntapié inicial de la estrategia del neoliberalismo para preparar su regreso. La negación expuesta en esas hojas sin membrete acerca de los pésimos resultados de las principales variables económicas prepara el terreno para el diseño del próximo engaño. 

Del mismo modo que en los dos fiascos anteriores, el de la dictadura militar con José Alfredo Martínez de Hoz y el de la década del noventa con Domingo Felipe Cavallo, las razones esgrimidas para explicar el derrumbe de la economía macrista no se encuentran en la esencia de las políticas llevadas a cabo, sino en factores ajenos que terminaron afectando su desempeño. La convocatoria de CFK “El neoliberalismo nunca más” requerirá mucho más que entusiasmo en una campaña electoral.

Proyecto

El neoliberalismo es un proyecto de sociedad, no es solamente un conjunto de medidas económicas regresivas, conservadoras y concentradoras del ingreso. La caracterización de lo que significa el neoliberalismo en términos amplios es una tarea imprescindible, puesto que ha fracasado nuevamente en Argentina. Lo ha hecho en la capacidad de legitimarse en las urnas después de cuatro años de desplegar con relativo éxito su receta económica, social y cultural.

Pero que haya fracasado en el frente político-electoral no significa que su dispositivo de poder haya cesado. Es relevante precisarlo para que esa consigna hoy convocante de mayorías se transforme en una estrategia de construcción colectiva para limitar ese proyecto de minorías.

El neoliberalismo, a esta altura, luego de su desarrollo en poco más de cuatro décadas no es solamente un compendio de medidas económicas (el denominado Consenso de Washington), sino que también es una intervención sobre la subjetividad de las personas. Esto implica que no sólo es un despliegue en el espacio económico, sino que se expresa a la vez en facetas políticas, sociales y culturales de la sociedad.

Se lo puede identificar en un listado de lugares comunes conservadores, desde la meritocracia hasta el individualismo, pasando por el desprecio a los políticos y la estigmatización a quienes piensan diferente. En la xenofobia y la violencia simbólica, en especial, sobre grupos sociales vulnerados. Y en la violencia institucional para el disciplinamiento social y, en esta etapa en la región, en la utilización de sectores del Poder Judicial para perseguir a opositores.

Disputa

“El neoliberalismo nunca más” es un postulado político, necesario para encarar la tarea de modificar las relaciones de fuerza, pero ganar una elección no lo entierra. En las elecciones de octubre sólo ha ganado una expresión política-electoral que lo cuestiona. 

Al neoliberalismo se le empieza a ganar la partida cuando avanza una conciencia social mayoritaria, que triunfa en las urnas pero también lo hace en la construcción del sentido común en la sociedad. Esto último es una misión más compleja que el diseño de una campaña electoral. Es una tarea de mediano y largo plazo que, obviamente, requiere de una condición necesaria, que es la de tener la hegemonía política.

Una amplia alianza política, económica, social y cultural constituye la base inicial para definir el espacio necesario para iniciar esa tarea. Para después incorporar contenidos a esa alianza, teniendo en cuenta que el neoliberalismo ya comienza a prepararse para regresar al poder político.

El panfleto económico de Peña y la propaganda de la “buena herencia” del macrismo, a lo que se suma que los think tanks conservadores dicen que el Gobierno falló porque no hizo el ajuste esperado, van construyendo el escenario para legitimar el retorno.

Stiglitz

El cuestionamiento al neoliberalismo y a sus efectos económicos y sociales negativos se extiende también en los países centrales. El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz escribió “El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia”, publicado en Project Syndicate. Señala que durante 40 años, las elites en países ricos y pobres prometieron que las políticas neoliberales conducirían a un crecimiento económico más rápido, y que los beneficios se reducirían para que todos, incluidos los más pobres, estuvieran mejor. Menciona que como la evidencia ahora está disponible no es de extrañar que la confianza en las elites y la confianza en la democracia se hayan desplomado.

Stiglitz, uno de los pocos economistas del mainstream con posiciones críticas sobre la globalización excluyente, apunta que “la credibilidad del neoliberalismo, con su fe ciega en que los mercados libres son el camino más seguro a la prosperidad, está hoy en terapia intensiva”.

La derrota electoral del proyecto político de Macri se inscribe en el renovado cuestionamiento a esas políticas que tienen un impacto devastador en las condiciones de vida de las mayorías.
Los conceptos principales del texto de Stiglitz son los siguientes:

- El neoliberalismo ha socavado la democracia durante 40 años.

- La globalización que prescribe el neoliberalismo deja a los individuos y a sociedades enteras sin capacidad de controlar una parte importante de su propio destino.

- Los efectos de la liberalización del mercado de capitales fueron particularmente odiosos: si el candidato presidencial de un mercado emergente perdiera el favor de Wall Street, los bancos sacarían el dinero del país. Los votantes se enfrentan a una cruda elección: ceder ante Wall Street o padecer una grave crisis financiera. Es como si Wall Street tuviera más poder político que los ciudadanos del país.

- Las elites afirmaron que sus promesas se respaldaban en modelos económicos científicos y en “investigaciones basadas en evidencia”. Bueno, después de 40 años, los números dicen que el crecimiento se ha desacelerado y los frutos de ese crecimiento fueron abrumadoramente hacia la cima (de las personas con más ingresos).

- Los salarios se estancaron mientras crecía el mercado de valores, generando mayor concentración de la riqueza.

- La realidad es que, a pesar de su nombre, la era del neoliberalismo estuvo lejos de ser liberal. Impuso una ortodoxia intelectual cuyos guardianes fueron muy intolerantes con la disidencia. Los economistas con puntos de vista heterodoxos fueron tratados como herejes para ser rechazados o, en el mejor de los casos, desviados a instituciones marginales.

- El único camino a seguir, la única forma de salvar nuestro planeta y nuestra civilización, es un renacimiento de la Historia. Debemos revitalizar la Ilustración y volver a comprometernos a honrar sus valores de libertad, respeto por el conocimiento y la democracia.

Sentido común

El neoliberalismo, representado en estos cuatro años por la alianza Cambiemos, tiene tan aceitada la forma de ejercer el poder que sus pésimos resultados en términos del bienestar general pueden atribuirlos, sin pudor, al pasado kirchnerista o a la incertidumbre por la economía futura ante el triunfo electoral de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner. Ahora se ha lanzado a construir un relato de la “buena herencia” que dejará.

En esta instancia vale la pena rescatar la disertación del vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, a fines de mayo de 2016. Ofrece elementos de reflexión para evaluar los motivos del regreso del neoliberalismo en Argentina de la mano de Macri, como así también los de­safíos políticos ahora que fue derrotado en las urnas.

Linera apuntó que la derecha siempre va a intentar y buscar sabotear los procesos progresistas, porque es un tema de sobrevivencia política y de disputa por el excedente económico. Sus observaciones son oportunas para comprender el escenario de disputa que se abrirá a partir del 10 de diciembre.

1. “La economía es decisiva. Si no se satisfacen las cuestiones básicas de la población, no cuenta el discurso. Este puede ser eficaz, crear expectativas positivas colectivas, pero sólo sobre una base material de satisfacción mínima de condiciones necesarias. Si no están, cualquier discurso, por muy seductor y esperanzador que sea, se diluye ante la base económica”.

2. “No adoptar medidas que potencien al bloque conservador. Gobernar para todos no significa entregar los recursos o tomar decisiones que por satisfacer a todos debiliten la base social. No puede haber ningún tipo de política económica que deje de lado lo popular. Cuando se hace eso, creyendo que se va a ganar el apoyo de la derecha, o que se va a neutralizarla, se comete un error, porque la derecha nunca es leal”.

3. “A los sectores empresariales los podemos neutralizar, pero nunca van a estar de nuestro lado. Y vamos a neutralizarlos siempre y cuando vean que lo popular es fuerte y movilizado. En cuanto vean que lo popular es débil, o cuando vean que hay debilidad, los sectores empresariales no van a dudar un solo instante para levantar la mano y clavar un puñal a los gobiernos progresistas”.

4. “Un poder político no va a ser duradero si no viene acompañado de un poder económico de sectores populares. Para ello es necesaria la creación de capacidad económica. Esto es creación de capacidad asociativa productiva de los sectores subalternos, clave que decidirá a futuro la posibilidad de pasar de un posneoliberalismo a un poscapitalismo”.

5. “Si la ampliación de la capacidad de consumo no viene acompañada con politización social, no estamos ganando el sentido común. Habremos creado una nueva clase media, con capacidad de consumo, pero portadora del viejo sentido común conservador. ¿Y qué es el sentido común? Los preceptos íntimos, morales y lógicos con que la gente organiza su vida. En el trabajo cotidiano con la base es donde se gesta la construcción de sentido común”.

Impunidad

Una de las características del neoliberalismo es que les reserva a sus ejecutores un manto de impunidad. Economistas ortodoxos que tuvieron un papel relevante en el diseño y aplicación de planes macroeconómicos que terminaron en inflación elevada, endeudamiento externo asfixiante, desempleo y pobreza creciente y desindustrialización no fueron castigados ni por la opinión pública ni por el establishment.

Por el contrario, el desempeño en el Ministerio de Economía o en el Banco Central les brindó credenciales adicionales para su reconocimiento. Regresan al mundo universitario público o privado con el pergamino de haber tenido un cargo público; reciben premios de organizaciones empresarias; obtienen cargos muy bien remunerados en instituciones internacionales; pasan a ser opiniones calificadas en grandes medios de comunicación local e internacional; y comienzan o retoman la lucrativa tarea de consultoría.

El caso más visible de ese recorrido en el macrismo, por ahora, es el de Federico Sturzenegger, extitular del Banco Central. Después de haber liderado una gestión desastrosa en la entidad monetaria, fue designado académico de número de la Academia de Ciencias de Buenos Aires. También se dedica a escribir papers académicos valorando su propia administación y a publicar en medios internacionales (Americas Quarterly) una evaluación del gobierno de Macri, al que definió como un fracaso en términos económicos aunque él se autoexculpó del fiasco.

Con la impunidad de la que gozan desde hace décadas, al igual que en otros programas neoliberales que desembocaron en graves crisis, la responsabilidad de la gran crisis económica es transferida a los políticos, en este caso a Macri y al ala política de Cambiemos. Sturzenegger, como antes Martínez de Hoz con la interna entre los militares o Cavallo con Menem y De la Rúa, es portador del saber económico indiscutible que lo habilita a mostrar su inocencia por la ejecución de una política económica con resultados pésimos.

Todos ellos, como sus herederos que transitan por la función pública o invaden el espacio público a través de sus informes de consultoría, tienen la capacidad de exhibir sin pudor la inversión del sentido. Esto es, el fiasco de sus planes económicos es responsabilidad de otros, ya sean políticos o una sociedad que no los entiende o no quiere hacer los sacrificios necesarios para alcanzar el progreso.

Condena

El proyecto neoliberal durante el macrismo revela no solamente que su programa económico termina en una crisis de proporciones, con un endeudamiento inmenso, sino que ya se prepara para regresar. Si lo hizo después del mayor descalabro económico, social, laboral y político de la historia argentina moderna, como fue el estallido de 2001/2002, por qué no pretenderá retornar después del derrumbe de la economía macrista.

Para no repetir esta historia con elevados costos en grupos vulnerables, desde clases medias hasta sectores de ingresos medios-bajos y bajos, desde pequeños y medianos comerciantes, industriales y productores agropecuarios hasta jubilados, no es suficiente –aunque sí necesaria– la recuperación económica con movilidad social ascendente.

Se requiere además la identificación de quienes han sido responsables de las crisis que han lanzado a la sociedad a un deterioro profundo. Esa condena social debe estar acompañada de un avance en la comprensión colectiva acerca de los costos inmensos que implican proyectos políticos y económicos regresivos. Sólo en esa instancia se podrá confirmar la convocatoria de CFK y el postulado de Stiglitz.

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