Exclusión del SWIFT y sanciones al Banco Central de Rusia: EEUU y la Unión Europea impulsan una “caída libre” del rublo

Buscan impedir que la autoridad monetaria rusa, cuyas reservas son de USD 630.000 millones, realice operaciones para estabilizar su propia moneda.


Además de excluir a una serie de bancos rusos aún no identificados del SWIFT, el sistema de mensajes para operaciones interbancarias internacionales, verdadera columna operativa del sistema financiero global, EEUU, la Unión Europea y otros países occidentales acordaron impedir que el Banco Central de Rusia pueda usar sus reservas para sostener el rublo frente a las reacciones adversas en su propio mercado y en mercados del exterior. La expectativa es que esto produzca el lunes una “caída libre” de la moneda rusa, amplificando los efectos disruptivos de la exclusión del SWIFT y generando un fuerte impulso inflacionario al interior de Rusia, que podría socavar la posición interna de Vladimir Putin.

La decisión se adoptó el sábado: en un comunicado conjunto EEUU, el Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania, Italia y la Comisión Europea precisaron que las sanciones también impedirían que el Banco Central ruso use sus reservas para socavar la efectividad de las sanciones financieras.

En los últimos años la Federación Rusa había amasado una base de reservas muy importante. Según la base de datos del Fondo Monetario Internacional sobre las reservas internacionales de los países asociados, al 31 de diciembre de 2021 Rusia tenía USD 630.627 millones de reservas brutas, de las cuales USD 463.889 millones están en monedas convertibles y USD 133.070 millones en oro.

La capacidad de semejante arsenal de “blindar” a la economía rusa, sin embargo, será severamente limitada si el Banco Central y los principales operadores financieros rusos ven limitada su capacidad de operar fuera de su propio país.

A patadas

“Estamos sacando a Putin a patadas del sistema financiero internacional”, dijo un funcionario norteamericano citado por el diario inglés Financial Times. El funcionario aseguró también que la medida producirá una caída vertical del rublo. Las sanciones también alcanzarán a los “pasaportes dorados” con los que millonarios rusos compran ciudadanía de otros países y a funcionarios y elites cercanas al Kremlin.

El objetivo de las sanciones es hacerle pagar a Putin un alto costo económico e interno y convertir a Rusia un “paria financiero internacional”, desactivando la operatividad de los bancos rusos y “desarmando” al Banco Central, conducido por Elvira Nabiulina, una economista y asesora de la máxima confianza del líder ruso.

La idea es que al no poder comprar rublos de otros bancos centrales, la moneda rusa colapsará, aumentará la inflación y se complicará la situación interna de Putin. El líder ruso llegó al poder en 1999, luego del colapso posterior a la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética y cuando ya había pasado lo peor de la crisis financiera desatada con la abrupta devaluación del rublo, en agosto de 1998.

Así, en la primera década del siglo XXI la economía rusa rebotó y creció fuertemente, mejoraron el consumo interno y la situación de la población, se produjo un enorme influjo de inversión extranjera y los altos precios del petróleo y el gas, que hicieron pico en 2012, potenciaron empresas como Rosfnet y Gazprom, verdaderas embajadoras económicos de Putin.

El líder ruso ya había empezado a recurrir a las reivindicaciones territoriales y al orgullo nacionalista. En 2008 inició una guerra con Georgia, una república exsoviética, que terminó con el desmembramiento de las regiones de Abkhazia y Osetia. Luego hizo una alianza militar con el presidente de Bielorrusia, Aleksandrn Lukashenko, que hace 28 años se mantiene en el poder y es un aliado del ataque a Ucrania, en 2014 anexó Crimea y empezó a promover la separación de las provincias de Donetsk y Lugansk, antecedentes de la invasión actual. Además, desplegó al ejército ruso en Kazajistán, para apoyar a otro aliado, Karim Tokayev, que en 2019 sucedió al dictador Nursultán Nazarbayev, que había estado 29 años como presidente y sigue siendo una referencia interna, al punto que una ciudad fue renombrada en su homenaje.

En los últimos años, sin embargo, la economía se estancó y nunca alcanzó real peso internacional, al punto que el PBI ruso, similar al de Brasil, está en torno al 3% del PBI mundial. Por caso, su “cuota” como socio del FMI es del 2,71%, contra el 2,32 % de Brasil y el 0,67% de la Argentina.

El sábado, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, adelantó que propondría a los líderes de la Unión Europea “congelar los activos del banco central ruso” e imposibilitar sus operaciones. El golpe sobre la autoridad monetaria rusa, dijo Josh Lipsky, director del Consejo Geoeconómico Atlántico y ex funcionario del FMI, había anticipado que una movida así le haría un daño “extraordinaria” a la economía rusa. “Un Banco Central nunca antes había sido sancionado; esto no es Irán ni Venezuela”, dijo Lipsky, en referencia a dos países más pequeños que fueron objeto de sanciones económicas.

EEUU había aplicado sanciones a los bancos centrales de Irán, Venezuela y Corea del Norte, aunque otro funcionario citado por Financial Times no confirmó si EEUU también excluirá personas de nacionalidad rusa “especialmente designados” de operar con bancos que actúan en jurisdicción norteamericana, lo que a su vez haría que estos teman efectuar cualquier operación potencialmente relacionada con el Banco Central ruso.

El modelo de sanciones que aplicaría EEUU contra Rusia sería similar al que aplicó entre 2012 y 2018 contra Irán, para disuadir al gobierno iraní de seguir con su programa nuclear. En el caso de Rusia, el aspecto más sensible es impedir las ventas rusas de petróleo y gas, lo cual no es sencillo, porque podría llevar el precio de la energía por las nubes, afectar gravemente la provisión de los países europeos (en particular, de Alemania) y dar un impulso adicional a la inflación internacional.

SWIFT y las versiones rusa y china

SWIFT (acronismo de Society of Worldwide Interbank Financial Telecommunication), o Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Internacionales, es la columna vertebral del sistema financiero global. Funciona desde 1973 y lo usan 11.000 bancos en 200 países o territorios del mundo. Impedir el acceso de bancos rusos significa desenchufarlos de las finanzas mundiales. A través de SWIFT, que tiene sede central en Bélgica, se envían más de 10.000 millones de mensajes por año y se procesan más de 36 millones de operaciones financieras por día, entre transferencias de dinero y operaciones con bonos y acciones, con una fuerte predominancia del dólar (41% de las operaciones están nominadas en la moneda norteamericana) y el euro (36%), menos de 2% nominadas en renminbi, nombre oficial de la moneda china, y el resto en una miríada de otras monedas, sin que ninguna de ellas acuse en la balanza más del 1% del valor de las operaciones.

Rusia lanzó en 2014, después de la anexión de Crimea y en prevención de posibles sanciones occidentales,, su propio tubería financiera y de pagos, conocida como SPFS, como una alternativa a SWIFT. Según el Banco Central de Rusia tiene unas 400 entidades asociadas, pero poco se conoce de ella y de hecho los bancos rusos siguen usando SWIFT. A su vez, en 2015, China creó el sistema CIPS (China Inter-Bank Payment Systems), compañía a la que asignó la misión de “facilitar la compensación y ejecución de operaciones transfronterizas en renminbi”. La propia página del CIPS informa sin embargo que tiene solo 53 “participantes directos” (ninguno en Sudamérica) y 1.137 “participantes indirectos”. Muy poco en comparación al alcance de SWIFT.

 

 

 

 

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