Lo único que sabemos, por el momento, es que el Gobierno tendrá una meta de déficit fiscal relativamente light, comparados con otros esfuerzos fiscales pedidos por el Fondo en el pasado, tanto a la Argentina como a otros países a los que asistió financieramente.

Meta que, en principio, podría alcanzarse reduciendo en algo los subsidios económicos a la energía y continuando con la recaudación del impuesto inflacionario, licuando jubilaciones y salarios públicos y generando más ingresos nominales por la participación de la inflación en los impuestos al consumo, IVA en el ámbito nacional, e Ingresos Brutos, en la dimensión provincial.

Por supuesto que el nivel de descalabro del sector energético después de tantos años de parches, falta de actualización de los contratos y en los actuales valores del costo de capital en la Argentina, no se arregla simplemente con un aumento de los precios de los servicios públicos.

Dicho incremento servirá, a lo sumo, para modificar en algo la parte del gasto que financia el Estado a través de lo que recauda de los contribuyentes vía impuestos, mientras aumentan los fondos que se consiguen de lo que abonan los consumidores directos. Es una leve mejora en materia distributiva y de racionalización del consumo, pero las porciones siguen siendo chicas, y veremos con qué parte del aumento se quedará el Estado para reducir su propio déficit, y cuánto recibirán las empresas.

La otra cuestión que se conoce es que el acuerdo limita la emisión directa que puede hacer el Banco Central para financiar ese déficit.

El gobierno del presidente Fernández reemplazó, en estos años, el endeudamiento irresponsable del que acusa al gobierno del presidente Macri, por la emisión irresponsable.

Pero para poder emitir sin límites, resulta necesario evitar que esos pesos huyan a la compra de dólares. Es decir, la escalada de restricciones a la compra de dólares que, en principio, sólo limitaban el movimiento de capitales, y terminaron, como ahora, restringiendo importaciones, y pagos al exterior de todo tipo, no es consecuencia de la falta de dólares, sino que es el resultado de la emisión indiscriminada de pesos, en un contexto de políticas que lejos de alentar la ya escasa demanda de la moneda local, incentivaron la desesperada búsqueda de cobertura en dólares libres, o en dólares oficiales en la forma en que se pueda.

Y es esa combinación de malas políticas en general y exceso de pesos en particular, la que terminó con los dólares de las reservas del Banco Central. Porque al final del día, sin ingreso de capitales, la acumulación de reservas depende, exclusivamente, de lo que sobre, después que los dólares provenientes de las exportaciones financien aquella demanda mínima que no se puede limitar más.

Ahora, el Fondo les dijo: “ ya no hay emisión indiscriminada para financiar el déficit fiscal, tienen un límite”. Límite que es, en el 2022, un 1% del PBI, inferior al déficit acordado de 2,5% del PBI. Es decir, el Gobierno tendrá que ir a buscar al mercado, 1,5% del PBI en nuevo endeudamiento, que se suma al que necesita renovar, por los vencimientos de capital e intereses.

Todavía no sabemos si ese techo se limita sólo a lo que el Banco Central contabiliza como emisión para financiar al Tesoro, o si también habrá límites al resto de la emisión de pesos que también financia al Tesoro, a través de los dólares que recibe de los organismos internacionales y del propio Fondo, y se los vende al Banco Central, o a través de la emisión para reducir el monto de Leliqs, de manera de devolver los pesos que el sistema financiero tiene “guardados” en el Banco Central, para que los bancos compren deuda del Tesoro.

Este no es un tema menor.  Aunque la diferencia implica que el sistema financiero y otros inversores institucionales serán “obligados” a tomar más deuda del Tesoro.

En cambio, con un techo que limite toda la emisión del Banco Central, podemos estar frente a un menor déficit que el admitido, por falta de financiamiento, o frente a un menor crédito disponible para el sector privado, con lo que ello implica, sobre la tasa de interés real -que igual tiene que subir- y sobre el nivel de actividad.

También ignoramos si la meta de acumulación de reservas que pide el Fondo, es decir, cuántos dólares tienen que sobrar de las exportaciones después de pagar lo mínimo indispensable, incluye o no los dólares que el Fondo nos devuelve.

Y tampoco sabemos si los devuelve, a la firma del acuerdo, o en cómodas cuotas trimestrales, a medida que se van realizando los desembolsos para pagar el viejo acuerdo.

Esta cuestión también es muy importante, porque junto con los límites a la emisión, define, el valor del dólar oficial, el valor de la brecha cambiaria, y el nivel de actividad. Define el pronóstico del bienio.

Dicho sea de paso, sobre esto último, durante el tercer trimestre del 2021, en el marco del plan para salvar las elecciones, el Banco Central liberó, en parte, las importaciones, de manera que la platita que estaba tirando al mercado no pegara tanto sobre el valor del dólar y la brecha, sino que fuera más a nivel de actividad. Obviamente, sin programa, sin confianza, y sin el acuerdo con el Fondo, logró que la actividad se mantuviera, pero la brecha se amplió y se quedó sin reservas.

El programa con el FMI, entonces, en el mejor de los casos, limitará la emisión de pesos, y mejorará en algo la posición de reservas del Banco Central.

Pero es tan grande el desequilibrio de partida que el éxito sería, como confesó Kristalina, impedir que la situación empeore aún más.


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