Identificaron al “carnicero” de Bucha

La información fue difundida por hackers rusos y corroborada por diversos medios de prensa globales.

Esta vez, la manada no pudo ocultar al individuo. Hay un nombre, un cargo y hasta una dirección del responsable de la matanza de Bucha, el pueblo en las afueras de Kyiv arrasado y sembrado de cadáveres por las fuerzas rusas. El “carnicero de Bucha”, el comandante de las tropas que asesinaron a mansalva, saquearon, torturaron y violaron antes de escapar hacia la frontera de la cómplice Bielorrusia. Se trata del teniente coronel Azatbek Omurbekov, de la 64ª Brigada de Fusileros Motorizados. Un hombre de unos 40 años nacido y criado en el Lejano Oriente ruso. Antes de producir esta terrible matanza de civiles, había sido condecorado por el Kremlin y bendecido por una de las máximas autoridades de la Iglesia Ortodoxa Rusa.


 Los datos de Omurbekov fueron publicados en la red Telegram por InformNapalm, el grupo de vigilancia de los movimientos de las tropas rusas que utiliza inteligencia de fuente abierta, y corroborados por una investigación del Times de Londres, entre otros medios de prensa globales. InformNapalm publicó la dirección de correo electrónico, el número de teléfono y el domicilio del teniente coronel que resultaron correctos. Familiares suyos contestaron las primeras llamadas y dijeron que hacía unos días que Omurbekov no se comunicaba con ellos.

El teniente coronel dirige la unidad militar 51460 con asiento en la localidad de Knyaz-Volkonskoye, en el Territorio de Khabarovsk de la Federación Rusa. Es el comando militar ruso que tiene a su cargo una extraordinaria extensión de 7.000.000 de kilómetros cuadrados. El jefe máximo de la unidad es el Coronel General Aleksandr Chaiko, que fue quien ordenó el despliegue de Omurbekov y sus hombres a Bielorrusia, en enero, dentro de lo que se suponía iban a ser unos ejercicios militares y terminaron siendo la invasión de Ucrania por la frontera norte. Avanzaron el 24 de febrero, tomando primero la ciudad y la zona de exclusión del desastre nuclear de Chernobyl hasta llegar a Bucha, a 12 kilómetros del centro de Kyiv, que ocuparon durante 40 días y desde donde se retiraron el 31 de marzo tras producir la masacre. Los informes de inteligencia sugieren que esa misma unidad se está preparando para dirigirse a Belgorod, en el oeste de Rusia, antes de ser desplegada nuevamente en el frente, posiblemente cerca de Kharkiv, la segunda ciudad ucraniana.

Omurbekov ya había estado con sus tropas en Ucrania en 2014 cuando invadieron la península de Crimea y abrieron los dos enclaves separatistas de Luhansk y Donetsk. Fue condecorado por su destacado servicio en esa acción por el viceministro de Defensa ruso Dmitry Bulgakov. También fue bendecido por el obispo de Khabarovsk en noviembre de 2021, poco antes de su despliegue en Ucrania. El jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el Patriarca Kirill, es muy amigo de Vladimir Putin y apoyó la invasión en forma explícita y pública.

De acuerdo a un reporte de prensa del regimiento, Omurbekov habló tras la homilía y dijo: “La historia demuestra que la mayoría de nuestras batallas las libramos con el alma”. Y agregó que “las armas no son lo más importante” y que “con la bendición del Todopoderoso, esperamos conseguir lo mismo que consiguieron nuestros antepasados”.

Tras la retirada de las tropas rusas, se fueron conociendo las atrocidades cometidas en Irpin, Bucha y varias otras localidades del noroeste de Kyiv. La avenida principal de Bucha con cadáveres dispersos entre los hierros retorcidos de los tanques y camiones rusos. La gran mayoría, cuerpos de civiles con las manos atadas a la espalda. Un centro de tortura en un campo de deportes infantil. Los hijos y maridos enterrados en el jardín por las babushkas (abuelas) que sobrevivieron. Las tumbas improvisadas en los parques, con cuerpos mutilados uno encima del otro, cavadas en la noche cerrada. El testimonio de centenares de mujeres violadas o que presenciaron la violación de sus hijas, sus nueras, sus nietas. Cuerpos quemados para borrar las evidencias. El horrendo escenario de un nuevo crimen de guerra, otro Guernica, un Idlib, una Varsovia, otra Raqqa.

Desde siempre, los ejércitos vencedores provocan matanzas, roban y violan. Algunos lo practicaron como política de Estado. Se intentó terminar con estas atrocidades a través de las convenciones de La Haya de 1899 y 1907, las de Ginebra en 1864 y 1949 (más los protocolos de 1977). Son los principales instrumentos que identifican a los crímenes de guerra. Y hay un tribunal para juzgar a los responsables, la Corte Penal Internacional (CPI) con sede en La Haya, Países Bajos, creado en 1998. Hasta ahora trató casos de genocidio, pero puede tomar también los crímenes cometidos en los conflictos internacionales. También se crearon tribunales especiales de la ONU, como es los casos de Nuremberg, Tokio, Yugoslavia y Ruanda.

“Los crímenes de guerra incluyen las infracciones graves de los Convenios de Ginebra y otras violaciones graves de las leyes y costumbres aplicables en los conflictos ‘sin carácter internacional’ enumerados en el Estatuto de Roma, cuando se cometen como parte de un plan o política o a gran escala”, dice la CPI. “Muchas de las normas contenidas en estos tratados han sido consideradas como parte del derecho consuetudinario y, como tal, son vinculantes para todos los Estados (y otras partes del conflicto), hayan o no ratificado los propios tratados”, señala la ONU.

Y enumeran los considerados crímenes de guerra:

1) Asesinato.

2) Mutilación, trato cruel y tortura.

3) Toma de rehenes.

4) Dirigir intencionadamente ataques contra la población civil.

5) Dirigir intencionadamente ataques contra edificios dedicados a la religión, educación, arte, ciencia o fines benéficos, monumentos históricos u hospitales.

6) Saqueo.

7) La violación, la esclavitud sexual, el embarazo forzado o cualquier otra forma de violencia sexual.

8) Reclutamiento o alistamiento de niños menores de 15 años en fuerzas o grupos armados o utilizarlos para participar activamente en las hostilidades.

Imagenes de las cámaras de seguridad de las oficinas de un servicio de correo ruso en Bielorrusia donde se ve a los soldados rusos enviando a sus familias lo robado en Bucha.

Muchos de estos tipos de crímenes de guerra tuvieron el escenario de Bucha. El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky visitó el lugar y se lo vio profundamente golpeado por lo que vio. Unas horas más tarde describió algunas de las escenas ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La prensa de todo el mundo, incluido Infobae, mostró claramente lo ocurrido. Los cuerpos esparcidos, las fosas poco profundas cavadas por algún sobreviviente mostrando los cadáveres con signos de torturas, las manos atadas, con disparos de gracia, sótanos con las paredes salpicadas de sangre y restos humanos, autos chocados con familias enteras acribilladas, bebés muertos por la misma bala que atravesó a la madre, perros comiendo los cuerpos en descomposición. El primer recuento de esa sola ciudad de 20.000 habitantes fue de 410 cadáveres. Desde entonces siguen apareciendo.

El Kremlin tuvo un intento de desacreditar a los corresponsales que recopilaron los datos de la masacre diciendo que todo había sido un montaje propagandístico del gobierno ucraniano. Un relevamiento aéreo realizado por drones mostró que las barbaridades habían acontecido antes de que las tropas rusas abandonaran el lugar. Y las cámaras de seguridad mostraron a decenas de oficiales y soldados rusos enviando a sus casas desde Bielorrusia los bienes que saquearon en Bucha. Los testimonios de los sobrevivientes son aún más incriminatorios y abrumadores.

El responsable de estos crímenes, en esa zona, es el teniente coronel Azatbek Omurbekov que estaba al mando de las tropas. Pero no es el único, por supuesto. Por encima suyo hay varios comandantes militares y un máximo responsable que es quien ordenó la invasión: Vladimir Putin.

 

 

 

 

 

 



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