Además de una de las inflaciones más altas, la Argentina tiene los precios más volátiles del mundo.

Sobre 38 países, desde fin de 2016 a la fecha solo en Turquía la relación entre los valores de distintos tipos de bienes osciló más. Inflación en dólares e inflación “reprimida” en dólares.

Más allá de la disparatada afirmación del presidente Alberto Fernández de que EEUU tiene una “inflación del 900%” (porque, según él, pasó del 1 al 9% anual), lo cierto es que el ritmo de inflación mundial está descendiendo.

No es seguro que el fenómeno se sostenga, pero es lo que ocurrió.

“Analizando los últimos seis meses, el principal hecho a destacar es la desaceleración de la inflación promedio a nivel internacional: bajó por quinto mes consecutivo. al pasar de 1.4% en marzo a 0,4% en agosto”, dice un “Monitor de la inflación en 36 países del mundo”, elaborado por Nadin Argañaraz, director del Instituto Argentina de Análisis Fiscal (Iaraf).

De hecho, precisa el estudio, la inflación trimestral subió en 9 y bajó en 27 países. Esto es, aumentó en uno y descendió en tres de cada cuatro.

Argañaraz precisó también que de ese grupo la economía argentina fue la de más alta inflación en agosto. Su 7% mensual más que triplica el 2,3% de Estonia y el 2% de Países Bajos, que la escoltan en el podio. La muestra de 36 países no incluye a Venezuela, que con 17% mensual superó el guarismo argentino, pero sí a Turquía, uno de los países de más alta inflación del mundo a lo largo del último año, que el mes pasado redujo el ritmo de aumento de los precios al 1,5% mensual, una tasa casi 80% inferior a la de la Argentina en el mismo mes.

En agosto, además, 6 de los 36 países de la muestra tuvieron una leve caída del promedio de precios. Expresados con signo, los guarismos fueron: -0,4 % en Brasil, -0,3% en Portugal, -02,% en Noruega, Indonesia y China y –0,1% en Corea del Sur.

“La dinámica en la Argentina es irregular. Por factores domésticos, la inflación alcanzó un 7,4% mensual en julio, el valor de agosto es menor (7%) pero superior a los meses previos y la brecha entre la inflación mensual argentina y la mediana de la muestra fue en agosto de 6,6 puntos porcentuales, igual brecha que en julio pero superior a la de los meses previos. Con el dato de agosto, Argentina consolida una inflación promedio anual del 55,7% en los últimos cuatro años”, escribió Argañaraz.

Además, el economista rankeó la tasa de inflación promedio anual de diciembre de 2016 a julio de 2022, y allí volvió a liderar la Argentina, que con 46,8% casi duplica la de su inmediato seguidor (Turquía 24,6%) y es más de siete veces la del tercero en la lista (Estonia, con 6,1% de inflación promedio anual). En el otro extremo, los países de más baja inflación promedio son Suiza (0,9% anual), Israel (1,5%) y Arabia Saudita (1,6%).

Argañaraz calculó también la “volatilidad” de precios relativos, esto es el grado de variabilidad de la relación entre los precios de distintos tipos de bienes del mismo grupo de 38 países. En el ranking, la Argentina aparece segunda, detrás de Turquía.

“Los precios relativos juegan un rol clave en la asignación de recursos en una economía. Su variabilidad en el tiempo debería responder a cambios en la escasez relativa de los bienes y servicios que se producen”, explica el estudio. La alta inflación conspira contra eso, como prueba el hecho de que los dos países de precios más “volátiles” (Turquía y la Argentina) son, con la secuencia invertida, los de más alta inflación de 2016 a la fecha. El tercero en el ranking de precios relativos más movedizos es Países Bajos. Y el más estable, Suiza.

El “precio relativo” de distintos grupos de bienes surge de dividir el precio del grupo por el nivel general, y la volatilidad resulta del coeficiente de variación del precio relativo, multiplicado por cien, que mide el “desvío” respecto del promedio.

Del ejercicio surge que el grupo “Vivienda, agua, electricidad y otros combustibles” es el de mayor volatilidad y los dos siguientes que más oscilan en el tiempo respecto al nivel general son Comunicación y Educación. Los rubros de precios relativos menos volátiles (esto es, que se mueven más en sintonía con el nivel general) son Alimentos y bebidas no alcohólicas, Equipamiento y mantenimiento del Hogar y Recreación y Cultura.

“La volatilidad de los precios relativos depende en parte de la naturaleza de los bienes y servicios considerados. Además, un proceso inflacionario y las medidas de política consecuentes pueden incidir en estas variables”, dice el estudio, que destaca la incidencia de la quita de subsidio y su posterior reposición (a lo que seguirá su gradual retiro a partir de septiembre).

En todas las líneas

Respecto al promedio de los 38 países de la muestra, la Argentina tiene el doble de volatilidad de precios y es más volátil que el promedio en todos los grupos de bienes. “Argentina siempre está entre los siete países con precios relativos más volátiles, excepto en Recreación y Cultura en el que ocupa el puesto 11 y es el primero en volatilidad en los precios de Vivienda, agua, electricidad y otros combustibles, cuyos precios relativos oscilan, a lo largo de los años, como barrilete sin cola. A la volatilidad también contribuye dice el estudio, al uso de “anclas” (cepos, controles de de precios) en situaciones de alta inflación.

En definitiva, Argentina es el segundo país con mayor volatilidad de precios por la variabilidad de políticas económicas de los últimos dos gobiernos y porque la tasa de inflación argentina supera ampliamente a las del resto de países considerados. Por eso, concluye Argañaraz, es prioritario bajar la inflación “a partir de un set de precios relativos sostenible”.

Encontrar ese conjunto “sostenible”, sin embargo, no será sencillo; la inflación interanual ya alcanzó el 78,5% y que se proyecta hacia fin de año en 95 por ciento. Además, la “inflación en dólares” distorsiona cada vez más los precios relativos, advierte un estudio de Jorge Vasconcelos, economista del Ieral de la Fundación Mediterránea.

Cambio de ritmo, era Guzmán

La inflación, que en el primer semestre viajaba a un ritmo promedio del 5,3% mensual, saltó hacia guarismos superiores al 6% a partir de junio (un mes antes de la renuncia de Martín Guzmán) por una aceleración del ritmo de emisión monetaria y caídas adicionales de la demanda de dinero El deterioro de la macro tiene además “efectos de segunda y tercera ronda”, pues el atraso del dólar oficial afectó y afecta el frente externo, el de las tarifas hizo lo propio sobre el déficit fiscal) y el de los salarios activa mecanismos indexatorios.

“El recurso del “dólar soja”, si bien exitoso para que los productores se “pongan al día” en la liquidación de la cosecha, no escapa a la caracterización de “frazada corta”. Comparando con el promedio de 2018 a 2020, el ingreso al productor con la tonelada a $68.000 experimenta una mejora real del poder adquisitivo interno de 40%, mientras que para los exportadores “sin privilegios” la caída del tipo de cambio real multilateral es de 22 % comparando septiembre 2022 con el promedio de 2018/20″, precisa Vasconcelos, quien resalta también “una marcada inconsistencia” entre las políticas monetaria y cambiaria, pues se fuerza al Banco Central a emitir $ 600.000 millones (14 % de la base monetaria).

Énfasis

Pero el énfasis del paper es el contraste entre la “inflación en dólares” de ciertos sectores con la “inflación reprimida en dólares” de otros, debido a una distorsión de precios relativos “que se acentúa cada vez más, incluso si se compara con el año 2015, el último de vigencia de la primera experiencia de los cepos al cambio y al comercio exterior, que había arrancado en 2012″, escribió Vasconcelos.

Los datos son elocuentes: entre agosto de 2019 y de 2022 los precios de bienes y servicios no regulados (o sujetos a regulaciones parciales, como alimentos y bebidas, alquileres, cuidado personal, herramientas equipo para el hogar, libros y papelería) se encarecieron internamente en dólares 41% y los ítems “protegidos” (vehículos, artefactos para el hogar, prendas de vestir y calzado, pasajes aéreos) 82,5%, al tipo de cambio oficial, mientras que las tarifas de electricidad, gas y agua en el Area Metropolitana de Buenos Aires, la mayor concentración urbana del país, se abarataron 43 por ciento. Es altamente improbable que semejante distorsión se corrija sin tironeos económicos, políticos y sociales.

En dólares

Los precios en dólares que más aumentaron en los últimos tres años fueron los automóviles (101%), seguidos de indumentaria (86%), televisores (61%) y herramientas y equipos para el hogar y el jardín (55%). La falta de partes insumos y bienes terminados o de competencia deriva inevitablemente en escasez y subas de precios. El caso opuesto fue la caída de valores en dólares de entre el 41 % y el 55 % de las facturas de gas, electricidad y agua, un desfase que alentó una demanda superior a la que ocurriría con precios que cubran los costos y deprimió la inversión en los sectores afectados, potenció el déficit fiscal por vía de subsidios y deterioró las expectativas de inflación por las inevitables correcciones.

El encarecimiento en dólares respecto de 2019 se debe al atraso cambiario y también aún a los efectos colaterales de las crecientes restricciones al comercio exterior, dice el estudio, pues no es posible controlar a la vez precios y cantidades y una gama relevante de bienes se atiene a los “dólares libres” para estimar costos de reposición. Si esos cepos se eliminaran, bajarían los precios en dólares de los productos protegidos o restringidos, pero de todos modos el tipo de cambio debería ajustarse hacia arriba, para alcanzar el equilibrio del sector externo de modo genuino, y no por los cepos vigentes.

En suma, no hay salida sencilla ni gratuita de un laberinto autoconstruido de política económica.

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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