Enojo, fastidio y frustración: ¿cuál es la acción correcta cuando la furia nos toma?

La vida cotidiana como práctica espiritual es el punto de partida de una transformación mayor. Aprender a manejar nuestro enojo puede lograr cambios impensados. 

“Es tiempo de poner todas nuestras herramientas a funcionar”. ¿Cuáles? Las que fuimos adquiriendo a lo largo de los años a fuerza de experiencias límites, de duelos, de cambios inesperados y de “las circunstancias de la vida”. Las que aprendimos de los libros, de los cursos, de las charlas virtuales, de los seminarios de fin de semana, de los procesos terapéuticos y de las interminables horas de prácticas de inspiración y de exhalación. ¿Cuáles? Las que heredamos de nuestros abuelos, las que nos trajeron los hijos, los años, los amigos, las parejas y aquellas que sospechamos que tenemos, pero que aún no hemos tenido la posibilidad de desarrollar.

“Es tiempo de poner todas nuestras herramientas a funcionar”. Me lo repito una y otra vez porque ya no nos queda mucho margen para evitar transformar este presente en algo mejor. ¿Cómo? Con lo que somos, con lo que tenemos, con lo que podamos hoy y ahora. De un paso a la vez, en cada emoción que nos desequilibra, y en las experiencias mínimas que podamos reconsiderar. En ciertos momentos, lo único que podemos hacer es encontrar nuestro mejor estado posible para seguir sobre la superficie y que todo lo que se nos presenta como dificultad no nos derrumbe.

Una de las enseñanzas que más estoy obligada a practicar en este ahora es detener cualquier acción en el momento que siento que el enojo me toma.

Observar la emoción y evitar la acción a la que nos empuja el estado de ira nos protege de dolores innecesarios. Recobrar un estado de calma para pensar con claridad y para que las emociones se estabilicen abre el espacio a que otras soluciones que no eran visibles, emerjan. Sin que sepamos cómo, cuando modificamos los estados internos, muchas cosas vuelven a ocupar un lugar más equilibrado y los conflictos se redireccionen.

La ira es una de las emociones más fáciles de registrar y más difíciles de detener, pero el esfuerzo para desinflamar el enojo, suavizar la frustración, bajarle el volumen a lo que consideramos injusto y detener cualquier devolución de aquello que sentimos como un ataque con otro ataque vale el esfuerzo.

Podría seguir escribiendo muchos otros conceptos sobre esto. Quienes intentamos aprender a gestionar nuestras emociones de una manera más sana sabemos que cuando hay enojo se ponen en funcionamiento tres tipos de respuestas. La física, porque nuestro cuerpo se prepara para la defensa o el ataque ante lo que percibimos como una amenaza, la cognitiva que saca conclusiones basadas en esa emoción y nos embrolla en pensamientos nefastos acrecentando ese estado y la conductual que se refiere a todo lo que somos capaces de hacer cuando la adrenalina de la furia corre libre por nuestro cuerpo.

Sabemos también que rumiar sobre lo que nos enoja solo nos suma tensión, que la catarsis desmedida provoca daños a veces irreparables, que recibir un “calmate, por favor” nos complica aún más y que negar el enojo es una bomba de tiempo. Hay mucha información para profundizar sobre estos estados y sobre cómo usarlos a nuestro favor, porque cuando aprendemos a gestionarlos pueden ayudarnos a resolver y accionar para lograr aquello que sin su fuerza no podríamos. No está mal aquello que sentimos. Es fundamental darnos ese permiso sin sentir culpa o vergüenza.

“Siento, luego existo” es el podcast de Martin Reynoso, el principal referente del Mindfulness en Argentina y especialista en gestión emocional. Entre sus episodios, hay uno llamado “Enojo, ira y fastidio ¿Podemos usarlos a nuestro favor? ¿Por qué necesitamos cuidar el enojo?”.

Entre las herramientas que fui descubriendo a lo largo de estos años, hoy quisiera compartir una hermosa enseñanza de Tich Nhat Hanh a la que trato de volver una y otra vez para no distraerme y seguir el camino correcto.

La acción correcta cuando el enojo nos toma

¿Qué podemos hacer cuando nos enojamos? Hanh lo explica la poesía dulce y contundente de quien tiene un gran trabajo interior y de esa forma magnética en que los grandes maestros pueden transmitir sus enseñanzas..

“Cuando te enojes,

vuelve a ti mismo y cuida de tu ira.

Y cuando alguien te haga sufrir,

regresa a ti mismo y cuida de tu sufrimiento.

No digas ni hagas nada, porque

cualquier cosa que digas o hagas

en un estado de ira

podría estropear más tu relación.

La mayoría no lo hacemos,

no queremos volver a nosotros mismos,

sino perseguir a esa persona para atacarla.

Pero si tu casa se está incendiando,

lo más urgente es volver a

ella e intentar apagar el fuego, y

no echar a correr detrás del que

crees que la ha incendiado,

porque si lo haces,

tu casa se quemará mientras te dedicas a atraparle.”

Son tiempos desafiantes. A veces lo siento así y otras sé que es sólo un eufemismo para evitar decir que esta realidad, de nuevo, se vuelve exigente, agotadora y llena de tensión.

Usemos nuestro enojo como una fuerza a favor. Podemos convertirlo en algo constructivo.

Suelo hacerme una pregunta muy simple que me ofrece una buena guía: ¿estoy siendo parte del problema o parte de la solución? Sigamos practicando la mejora continua sobre nuestros estados y nuestras acciones para evitar los dolores innecesarios. Mejorándonos a nosotros mismos, también estamos haciendo un aporte fundamental.

Que así sea.

 

 

 

 

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