A solo tres meses para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, hay encuestas que se inclinan a favor de Hillary Clinton. Como se sabe, en USA las elecciones no las gana el candidato que consigue más votos en las urnas, sino quien suma más estados.

Hillary Clinton, representa a las tendencias del intervencionismo más agresivo y más vinculado al gobierno en las sombras que integran Wall Street, al complejo militar-industrial, los consorcios de los servicios de inteligencia y al menos una parte del Pentágono.

El candidato republicano parece estar pagando el precio de su estilo explosivo, muy bien aprovechado por los medios, que en su inmensa mayoría se pliegan a las opciones que contentan al establishment. Y a este no le agrada la imprevisibilidad de Trump Ahora bien, ¿hay algún motivo por el cual nosotros debiéramos alegrarnos del desinfle de Trump? Diríase que ninguno. La verdad es que para los latinoamericanos tanto uno como otro candidato no ofrecen ninguna ventaja. Viéndolo desde una perspectiva internacional, tal vez incluso podría ser interesante que ganara Trump; pese a su imprevisibilidad y precisamente a causa de esta, no dejaría de ser factible que el empresario buscase reorientar los aspectos más agresivos de la política exterior de su país. Sus puntos de vista respecto a Rusia, por ejemplo, se alejan de la tendencia agresiva que desarrollan tanto el gobierno demócrata como los capitostes del partido republicano. Su declaración en el sentido de que el derrocamiento de Saddam Hussein en Irak y de Muammar Gadafi en Libia han sido “errores” contradice de manera tajante la línea oficial de demócratas y republicanos.

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