EL TERRORISMO DE ESTADO DIO SUS PRIMEROS PASOS
TORTURARON A DOS CHICOS DE LA REVISTA GARGANTA PODEROSA

 Lo que parece una ficción y estar viendo el canal Volver, es la cruda realidad que se vive desde comienzos de 2016. Queda a las claras que las políticas de Cambiemos se fundamentan en la miseria y la represión al pueblo, al que engañaron por todos los medios para muñirse de los votos necesarios. Lo sucedido a los dos integrantes de la Garganta Poderosa indica el ataque al pueblo, a la libertad de expresión, al libre tránsito de todo ciudadano y a la seguridad ciudadana, que no solo no cuidan, dado a que se endilgan la mayor inseguridad de todos los tiempos en esta Nación, sino que son ellos mismos los que, bajo expresas órdenes de una ministra desquiciada por el alcohol, atacan a toda persona que esté en las antípodas del PRO.
El fiscal Marcelo MunillaLacasa, quién tiene este caso a su cargo, pidió la detención de los atacantes uniformados, esta es la historia de lo sucedido:
Ezequiel Villanueva Moya, 15 años , en la noche del sábado fue a visitar a su abuela en la Villa 21.De regreso, lo paró la Policía Federal para revisarlo y, aprovechando que justo lo saludaba su amigo Iván Navarro, los denigraron un rato a los dos, entre amenazas y chicanas sobre el supuesto origen espurio de sus prendas.

 
Este es el relato de los protagonistas:
“Yo me acerqué para darle un abrazo a Eze y un oficial, así, de la nada, directamente vino y me pegó una trompada”.
Negativa la requisa, los dejaron ir, pero apenas 30 pasos, donde volvieron a ser interceptados por tres móviles de Prefectura, con cuatro uniformados cada uno.
“Nos tiraron adentro de un coche y nos llevaron hasta la garita de Osvaldo Cruz e Iguazú”.
¿Para qué?
“Para cagarnos a palos”.
¿Y los largaron?
“No, nos subieron a otro auto, pero primero nos taparon la cabeza y nos obligaron a sentarnos uno encima del otro”.
De ahí, se los llevaron hasta un descampado lindero al Riachuelo, detrás de una fábrica, sobre el Camino de Sirga.
“Cuando ya había unos 10 prefectos, uno dijo que nos iban a matar, porque total nadie nos iba a reclamar”.

 
Trompadas en la cara y palazos en las piernas, como tantas otras veces a tantos otros villeros, esta vez no fueron suficientes.
“Nos obligaron a tirarnos al piso y hacer flexiones de brazos, hasta que uno le saltó sobre la espalda a Ezequiel y otro me preguntó a mí dónde quería el tiro”.
Pero no, todavía no termina.
“Alterados, como sacados, nos esposaron a un caño y dispararon varios tiros al aire, mientras nos quitaban las camperas que supuestamente habíamos robado”.
Pero no, robar, robaron ellos, “que se reían cuando nos ponían un cuchillo en el cuello y nos decían que también les parecían lindas nuestras zapatillas, nuestras cadenitas…
Nos sacaron todo”.
Justo ahí, a pocas cuadras de la Parroquia Caacupé, uno de los prefectos puso su arma en la nuca de Iván, para obligarlo a rezar.
“Dale, un Padre Nuestro para que no te mate, dale”.
Y al final, cuando por fin accedieron a soltarles las manos, los encañonaron por la espalda, con una escopeta: “Corran bien rápido, o van a ser boleta”.
Corrieron, corrieron a sus casas, corrieron a nuestra redacción, corrieron a la Procuraduría contra la Violencia Institucional y ayer se presentaron en la fiscalía de Pompeya, para prestar declaración.
¿Y adivinen qué?
Sí, estaba ahí, uno de ellos estaba ahí, el prefecto Leandro Adolfo Antúnez estaba ahí.
Lo vieron, lo señalaron y lo denunciaron.
Acto seguido, el fiscal Marcelo MunillaLacasa pidió la orden de detención y la remoción de los agentes que integraban el móvil.
Pero ahora, nuestros compañeros tienen miedo.
Sus familias tienen miedo.
Nosotros tenemos miedo.
Basta de silencio y basta de impunidad:
Este es el relato de Ezequiel Villanueva Moya

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