LA HISTORIA OFICIAL DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO
¿Revolución
separatista y antihispánica?
Entonces, ¿qué
es esto de una revolución antiespañola que se hace en nombre de España?
La revolución en
España: de la liberación Nacional a la Revolución Democrática
Las variantes
del liberalismo
La revolución en
América: de la Revolución Democrática a la Liberación Nacional
La nueva
burguesía comercial
La pequeña
burguesía
Los días previos
El Cabildo
Abierto del 22 de Mayo
La votación en
el Cabildo Abierto
La trampa
absolutista
Pero, ¿quién es
Mariano Moreno?
Pero, ¿quién es
Cornelio Saavedra?
Latoma del poder
Columna del
Historiador Norberto Galasso
En
los discursos escolares se califica a la Revolución de Mayo como el día del
nacimiento de la patria y según ese criterio, todos los años se festeja con
cantos y escarapelas. Para la historiografía liberal, Mayo fue una revolución
separatista, independentista, antihispánica, dirigida a vincularnos al mercado
mundial.
En los discursos escolares se
califica a la Revolución de Mayo como el día del nacimiento de la patria y
según ese criterio, todos los años se festeja con cantos y escarapelas.
Para la historiografía liberal, Mayo fue una revolución separatista,
independentista, antihispánica, dirigida a vincularnos al mercado mundial.
Se explota la idea de
libertad que trajeron los soldados ingleses invasores en 1806 y 1807, cuando
quedaron presos algún tiempo en la ciudad, vinculándose con la gente patricia;
el programa de la Revolución está resumido en la Representación e los
Hacendados, pues el objetivo fundamental de la revolución consistía en el
comercio libre o más específicamente, en el comercio con los ingleses.
El gran protector de la
revolución fue el cónsul inglés en Río de Janeiro, Lord Canning.
De Bartolomé Mitre a nuestros
días, esta versión ha prevalecido en el sistema de difusión de ideas
(desde los periódicos, suplementos culturales, radiofonía y televisión
hasta los diversos tramos de la enseñanza y revistas infantiles como Billiken).
Aburrida, boba, quedo
sacralizada, sin embargo, porque esa era la visión de una clase dominante que
había arriado las banderas nacionales y se preocupaba, en el origen del mismo
de nuestra historia, de ofrecer un modelo colonial y antipopular.
Dado que la interpretación
mitrista, por razones políticas, es la que ha alcanzado mayor influencia y
difusión, debemos centrar en ella la cuestión y preguntarnos, desde el vamos,
si ese Mayo, que pretendidamente elitista y proinglés, merece la veneración
como expresión de colonialismo.
Esto implica, asimismo,
interrogarnos acerca de si la revolución, tal como ocurrió realmente, tiene que
ver con la “historia oficial” o si ésta es simplemente una fábula impuesta por
la ideología dominante para dar fundamento, con los hechos del pasado, a la
política de subordinación y elitismo presente.
¿Revolución
separatista y antihispánica?
Haciendo de cuenta que esta
fábula sea así, en el Cabildo Abierto, a punto de nacer una nación que rompe
con España en un sentimiento antiespañol, alguien se adelanta y dice en
voz alta: “¿Juráis desempeñar lealmente el cargo y conservar íntegra esta parte
de América a nuestro soberano Don Fernando Séptimo y sus legítimos sucesores y
guardar puntualmente las leyes del Reino?
– Si, lo juramos! contestan
los miembros de la Primera Junta.
Entonces, ¿qué
es esto de una revolución antiespañola que se hace en nombre de España?
Ni un día habría durado la
Junta en el caso de una “traición” tan manifiesta si el movimiento hubiese sido
separatista, antiespañol y probritánico.
Por ejemplo, uno de los
vocales presentes en la jura, Juan Larrea, resulta que es un dirigente de una
supuesta revolución antiespañola y es…..¡español!; y es más, Manuel Belgrano,
no era español pero había pasado gran parte de su juventud y nutrido sus
conocimientos en España.
Para figurar esto, durante
varios años, los ejércitos enemigos (que San Martín llama siempre “realistas
–por su apoyo a la realeza española-, chapetones o godos, pero nunca españoles)
enarbolando bandera española como si se tratase realmente de una guerra civil
entre bandos de una misma nación.
¡Los activistas French y
Berutti repartían estampas con la efigie del Rey Fernando VII en los días de
mayo!
Lo que destroza la fábula de
una revolución separatista y antiespañola es la incorporación de San Martín en
1812.
¿Quién era San Martín?
Se trataba de un hijo de
españoles que había cursado estudios y realizado su carrera militar en España.
Al regresar al Río de la
Plata –de donde había partido a los siete años (nota: mucho no recordaría de su
infancia en Yapeyú) era un hombre de 34 años, con 27 de experiencias vitales
españolas, desde el lenguaje, las costumbres, el bautismo de fuego, etc.
Es decir que el San Martín
que regresó en 1812 era un español hecho y derecho y no venía a pelear contra
la nación donde había pasado casi toda su vida.
Lo que hay que tener en
cuenta, y que permanece bastante en la oscuridad, es que en 1810 encontramos en
España dos realidades: las Juntas Populares y una España absolutista (de la
corona).
La historia hispanoamericana
en su conjunto, se encuentran casi siempre diversos pronunciamientos
revolucionarios que culminan en declaraciones de “lealtad a Fernando VII”.
La Junta creada en Chile en
1810 reafirmó su lealtad a Fernando VII. El 19 de abril de 1810 se constituyó
en Caracas “La Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII”.
Salvo en México, por la
fuerte presencia indígena, se podía encontrar un clima para el antihispanismo,
donde los revolucionarios estaban divididos entre los que respetaban el nombre
de Fernando VII y los que directamente planteaban la independencia.
En 1809, en La Paz, un escribano
Cáceres y un chocolatero Ramón Rodríguez se encargaron con otros hombres
de apoderarse de la torre de la catedral y tocar a rebato la campana para
reunir al populacho.
La revolución se hizo con
gran desorden, siempre a los gritos de “¡Viva Fernando VII, mueran los
chapetones”.
El 11 de septiembre, Murillo
sostiene: “La causa que sostenemos, ¿no es la más sagrada? Fernando, nuestro
adorado rey Fernando, ¿no es y será eternamente el único agente que pone en
movimiento y revolución todas nuestras ideas?”
Queda claro que todo se
trataba de una disputa por la hegemonía del poder entre la nobleza y la
burguesía.
La guerra no fue entre
hermanos, una guerra civil, tampoco por razas, sino por partidos políticos.
No existe entonces,
fundamento histórico alguno para caracterizar a la Revolución de Mayo como
movimiento separatista y por ende proinglés.
Tampoco es cierto que su
objetivo fuese el comercio libre por cuanto éste fue implantado por el virrey
Cisneros el 6 de noviembre de1809.
Esta versión histórica
resulta el punto de partida para colonizar mentalmente a los argentinos y
llevarlos a la errónea conclusión de que el proceso obedece a la acción de “la
gente decente, especialmente si ésta es amiga de ingleses y yanquis, al tiempo
que enseña a abominar a las masas y el resto de América Latina.
Impuesta en los programas
escolares, sostenida por los intelectuales y por los medios de comunicación del
sistema, que difunden las ideas de la clase dominante, vaciada de la lucha
popular.
La revolución en
España: de la liberación Nacional a la Revolución Democrática
Alberdi señalaba que la
Revolución de Mayo debía relacionarse necesariamente con la insurrección
popular que estalló en España en 1808: “La Revolución de Mayo es un capítulo de
la revolución hispanoamericana, así como ésta lo es de la española y ésta, a su
vez, de la revolución europea que tenía por fecha liminar el 14 de julio de
1789 en Francia”.
La España de Carlos IV y su
hijo Fernando VII ha sido invadida por los ejércitos franceses y ante la
prepotencia extranjera se alza el pueblo español un 2 de mayo de 1808.
Así se crean las
organizaciones regionales con el nombre de “Juntas” que coordinan una dirección
nacional en la Junta Central de Sevilla.
Ese estallido popular y lucha
de liberación nacional, comienza a profundizar sus reivindicaciones ingresando
al campo social y político(el derecho del pueblo a gobernarse por sí mismo).
La revolución nacional
española se convierte en revolución democrática. La Junta de Galicia, impone
fuertes impuestos a los capitalistas, ordena a la Iglesia que ponga sus rentas
a disposición de las comunas y disminuye los sueldos de la alta burocracia.
Mientras se sufría la
invasión francesa, paradójicamente la presión de las ideas que se expanden en
Europa son aquellas banderas de la Revolución Francesa, inclusive en la
invadida España.
Esas ideas de”libertad,
igualdad y fraternidad” son retomadas en España y desarrolladas.
Así es como, mientras las
intrigas palaciegas de Carlos IV y su esposa mostraban la decadencia, el pueblo
encuentra a Fernando VII, que se había manifestado contra sus padres, y toma
esos ideales franceses convirtiéndose en el líder de la regeneración hispánica,
en Europa y en América.
Las variantes
del liberalismo
Sin embargo, una diferencia
sustancial impide asimilar la situación española a la francesa de pocos años
atrás: la inexistencia en España de una burguesía capaz de sellar la unidad
nacional, conciliar el mercado interno y promover el crecimiento económico.
Esa carencia se ve también en
América, y provoca que aquel liberalismo nacional y democrático de la Francia
del 89, sufre en España y América una profunda distorsión.
Tanto en la revolución
española de 1808 como en los acontecimientos de 1810 en América, se observa el
desarrollo, al lado del liberalismo auténticamente democrático, nacional y
revolucionario, el desarrollo también de un liberalismo oligárquico,
antinacional y conservador.
Ambas expresiones que del
liberalismo se enfrentarán a lo largo de nuestra historia: una auténticamente
revolucionaria, que quiere construir la nación y el gobierno popular como se ve
en Moreno, Dorrego y José Hernández; y la otra expresión, directa de los
intereses británicos que aspira a convertirnos en factoría agrícola.
Para ver como se expresa en
la historia, ese liberalismo democrático y nacional, en sus luchas se
autoproclama como nacionalismo popular.
Ese nacionalismo popular
perseguía sus objetivos no sólo dentro de la patria chica sino a nivel
Latinoamericano, encarnado en San Martín, Artigas y Bolívar.
En cambio el liberalismo
oligárquico sustenta un proyecto elitista, secesionista, porteñista,
antilatinoamericano. Para Mitre, la patria será Buenos Aires.
Para José Hernández la
Argentina será apenas una “sección americana” de la Patria Grande a construir.
Para el liberalismo
oligárquico lo importante son las formas exteriores y no el contenido. Por eso
diserta sobre la división de poderes mientras envía expediciones represoras
para aplastar las protestas de los pueblos en el interior, como Mitre (nota: tal
es el caso del levantamiento de las montoneras en el noroeste argentino).
En cambio para el liberalismo
democrático popular y nacional es aquel de los caudillo que expresan a las
masas populares.
La revolución en
América: de la Revolución Democrática a la Liberación Nacional
El hervor revolucionario
desatado en España desde 1808, a partir de la llegada al trono de los Borbones,
iniciándose un proceso peculiar de liberalización y aflojamiento; el trato se
tornaba cada vez más semejante al que la corona tenía con las propias
provincias españolas.
Más que de España y sus
propias colonias, podía hablarse de la nación hispanoamericana, que se hubiese
consolidado si triunfaba la revolución burguesa.
El 22 de enero de 1809, la
Junta Central dice: “los virreinatos y provincias no son propiamente colonias o
factorías, como las de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de
la monarquía española”.
Para explicar lo que pasó en
América: los sectores populares se levantan en España contra el invasor,
organizándose en Juntas Populares; esas Juntas asumen, en la lucha misma, no
sólo la reivindicación nacional sino también la democrática, expandida por la
Revolución Francesa.
Este movimiento asume como
referente a un hombre prisionero del invasor (Fernando VII) que tiene derecho a
gobernar España por legalidad monárquica, pero se manifiesta, desde su
reclusión, como abanderado de las ideas democráticas, y hace saber a las
tierras de América que no son colonias sino provincias con igualdad de
derechos.
Y convoca a los pueblos
americanos a que se organicen en Juntas (28 de febrero de 1810).
América reacciona organizando
Juntas que desplazan a la burocracia ligada al absolutismo que ha caído en
España.
Pero las Juntas de América no
tienen frente a ellas al ejército francés, sino apenas su amenaza.
De tal modo, la cuestión
nacional no nutre, desde el principio, su contenido ideológico (nota: no
existía el sentido de nacionalismo sino que era un acompañamiento al proceso
español).
Se consideraba a estas
tierras no como colonias sino como una extensión de España.
Los indios no conformaban una
nación ya que política e idiomáticamente eran comunidades separadas, siendo un
pueblo sometido y oprimido por los colonizadores españoles.
La opresión no era de un país
extranjero sobre un grupo racial y culturalmente distinto sino de un sector
social sobre otro dentro de una misma comunidad hispanoamericana.
Era una lucha del campo
popular contra el absolutismo monárquico.
Alberdi decía: “La revolución
en América fue un momento de la revolución española”.
El 19 de abril de 1810, un
cabildo extraordinario reunido en Caracas, resuelve constituir una junta
provisional de gobierno a nombre de Fernando VII con el objeto de conservar los
derechos del rey en la capitanía de Venezuela.
Como un reguero de pólvora,
la revolución se expande en pocos meses por Hispanoamérica, a través de Juntas
a nombre de Fernando.
Manuel Ugarte explicaba la
cuestión de los españoles americanos de la siguiente manera: “Ningún hombre
logra insurreccionarse contra su mentalidad; españoles fueron los habitantes de
los primeros virreynatos y españoles siguieron siendo los que se lanzaron a la
revuelta.
¿Cómo iban a atacar a España
los mismos que en beneficio de España habían defendido, algunos años antes, las
colonias contra la invasión inglesa?”.
La nueva
burguesía comercial
En los años previos a la
revolución, se consolidó en Buenos Aires un grupo comercial de nuevo tipo,
distinto al tradicional que se cobijaba en el monopolio establecido por la Ley
de Indias.
Lo integraban comerciantes
que operaban al margen de las leyes, contrabandistas por lo general, cuyas
posibilidades de enriquecimiento se vieron favorecidas por el debilitamiento
del viejo sistema colonia, (la alianza entre España e Inglaterra, de la cual
derivan concesiones a los ingleses para operar en el puerto de Buenos Aires en
el tráfico de esclavos favoreció sus negocios, estimulados por la apertura del
comercio sancionada por el virrey Cisneros.
La relación con los ingleses,
como también el desarrollo capitalista en Europa, provoca un fuerte crecimiento
de la actividad comercial que se canaliza pro nuevas vías.
Resulta así una nueva
burguesía comercial, de pronunciada tendencia probritánica, liberal, aventurera
e inescrupulosa en razón de su origen ilegal, capaz de generar un Rivadavia
primero, y más tarde un Mitre.
Hacia 1810 residían en Buenos
Aires 124 familias inglesas dedicadas en su mayoría al comercio.
En 1809 Cisneros sancionó el
libre comercio, y 17 embarcaciones inglesas esperaban en el puerto para
descargar sus mercancías.
Esta burguesía se veía
amenazada por la legislación española, que llevaba al Cabildo a sostener (en
1809) “que los ingleses por sí no han de poner en esta ciudad casas de
comercio, almacenes ni tiendas, ni se les puede tolerar introducir ropas,
muebles de casa, ponchos, frazadas, etc..”; por otro lado tenían la
instauración de un comercio libre que se dificultaba por los altos aranceles a
la importación.
Cisneros había flexibilizado
también las medidas dándoles un plazo de cuatro meses para que concluyan sus
negocios pendientes, plazo que vencía el 17 de abril de 1810, prorrogado por un
mes más; hasta que la Primera Junta dejó sin efecto la disposición
permitiéndoles la radicación, cosa que explica el alborozo inicial de este sector
ante la revolución.
La pequeña
burguesía
En esa sociedad, donde
estaban por un lado los dueños del poder y la riqueza, y del otro los esclavos,
peones y jornaleros, se fue conformando una pequeña burguesía integrada por
profesionales (abogados mayoritariamente), empleados (de comercio o de oficinas
de gobierno), algunos artesanos y estudiantes que jugarían un importante papel
en Mayo.
Hijos de españoles en su
mayoría, se sienten arrastrados por las nuevas ideas y convierten su disgusto
por el sofocamiento en que viven, en violento reclamo de una democracia
participativa, ésa que los franceses enarbolaron en 1789 y que le pueblo
español trata de levantar durante la invasión.
En ese sector social se
encuentran médicos, como Cosme Argerich, los abogados Castelli, Paso, Moreno,
Belgrano y Chiclana entre otros; empleados como French, Berutti y Donado; y
sacerdotes, como el padre Grela y Aparicio.
Los días previos
A principio de 1810 se
produce en España un nuevo paso hacia el eclipse de la revolución nacional-democrática:
la Junta Central se disuelve y surge en su reemplazo el Consejo de Regencia.
Este acontecimiento pone en
evidencia la debilidad de las fuerzas revolucionarias españolas, ya no sólo
frente al invasor francés que domina casi todo el territorio hispánico, sino
también en el interior del frente nacional donde prevalecen sectores moderados
y de derecha expresados en el nuevo organismo gubernativo.
Estos sucesos constituyen el
detonante que lanza a los americanos a la revolución.
El espíritu de la España de
las Juntas ha inundado estos territorios y ahora ya no basta mantenerse
expectantes respecto a los cambios que se produzcan en la península, sino que
es necesario enarbolar alto las banderas puesto que un doble peligro acecha: la
imposición de un poder francés y la restauración del absolutismo español.
El consejo de Regencia, más
que la presencia de la revolución, constituye ya una muestra de su probable
derrota.
Y esto conduce, en América, a
organizarse en Juntas, como lo ha propuesto la Junta Central ahora disuelta:
constituir un poder popular capaz de hacer frente a la dominación francesa y al
absolutismo que amenaza con renacer aunque manteniendo el vínculo con los
revolucionarios españoles a través de la subordinación del rey cautivo.
Alrededor del día 20 de mayo,
las noticias llegadas de España (disolución de la Junta Central y constitución
del Consejo de Regencia) precipitan los acontecimientos.
El viejo mundo declina y ya
carece de autoridad para sostenerse.
El frente nacional avanza
exigiendo la convocatoria a un Cabildo Abierto para proceder a defenestrar al
virrey y nombrar un nuevo gobierno que sea expresión de la voluntad popular.
Ese día, ante la presión
social que se percibe cada vez con mayor intensidad, el alcalde de primer voto,
Léxica, y el síndico Leiva le informan al virrey que existe un creciente
malestar y le solicitan la reunión de un Cabildo Abierto, es decir, con la
concurrencia amplia de vecinos.
El 21 de mayo, cuando el
Cabildo está reunido en sesión ordinaria, la presión popular se acentúa:
“apenas comenzada la sesión, un grupo compacto y organizado de seiscientas
personas, en su mayoría jóvenes que se habían concentrado desde muy temprano en
el sector de la Plaza lindero al Cabildo, acaudillados y dirigidos por French y
Berutti, comienzan a proferir incendios contra el virrey y reclaman la
inmediata reunión de un Cabildo Abierto.
Van todos bien armados de
puñales y pistolas, porque es gente decidida y dispuesta a todo riesgo.
Actúan bajo el lema de Legión
Infernal que se propala a los cuatro vientos y no hay quien se atreva con
ellos”.
Esta plebe enardecida
simboliza sus aspiraciones revolucionarias luciendo como emblema en el cintillo
del sombrero el retrato de Fernando VII (nota: ¿y las escarapelas?), de pequeño
tamaño, grabado sobre papel, y en el mismo sombrero o en el ojal de la casaca
una cinta blanca en señal de unión entre americanos y españoles.
Es el distintivo que imponen
French y Berutti como representativo de la causa y lo distribuyen a todos los
que transitan por allí.
Domingo French era un hombre
que comenzó a ganarse la vida como asalariado del Convento de la Merced y
en 1802 consiguió en la Administración de Correos, el puesto estable de
“cartero único”, empleo que le reportaba un estipendio de medio real y lo mismo
por cada pliego o carta entregada a su destinatario en mano.
Se incorporó a la milicia y
fue teniente, luego sargento mayor, y después de las invasiones inglesas quedó
como cabecilla de prestigio entre los milicianos criollos.
Antonio Luis Berutti, era un
empleado público que desde hacía diez años ocupaba un puesto como oficial de
segunda en las Cajas de Tesorería de Buenos Aires.
Ambos, French y Berutti, son
los agitadores que nuclean y dirigen a los activistas, “esos chisperos de los
arrabales”.
El Cabildo
Abierto del 22 de Mayo
Aquel histórico Cabildo
Abierto fue, según la vieja fábula escolar, una reunión de “la gente decente”,
de “los vecinos respetables” (una buena manera de formar en los alumnos en esa
idea de que sólo las minorías selectas pueden hacer la Historia).
También resultó una reunión
donde se guardaron buenos modales y maneras respetuosas y donde el disenso se
dirimió en el alto nivel de las ideas (también una buena manera de difundir en
los alumnos la idea de que sólo a través de la persuasión y de la intrincada
polémica jurídica es posible lograr los cambios sociales).
Como se comprende, los hechos
ocurridos se hallan demasiado lejos de estas presunciones de tía ingenua y
pacata.
Se incorporan
“fraudulentamente” personas que no debían concurrir a tan importnte evento,
“entre ellos muchos pulperos, muchos hijos de familia, talabarteros, hombres
ignorados” y un testigo agrega con escándalo “ese número y esa clase de gente
decidieron en congreso público de la suerte de todo el virreynato, con miras de
decir América”.
Así, pues el Cabildo Abierto
estaba muy lejos de recoger la opinión del “vecindario pudiente”, como se ha
dicho tantas veces.
Por el contrario, su
composición se democratizó profundamente y de ahí el resultado de la votación.
Dos parecen haber sido las
formas de ingreso de los hombres del pueblo al cónclave de “vecinos”.
Una, “que la imprenta de
Niños Expósitos, donde se hizo la impresión de las tarjetas, estaba a cargo de
Agustín Donado, (uno de los chisperos que acompañaba a French) y esto permitió
obtener subrepticiamente las esquelas necesarias para distribuirlas entre los
partidarios”.
Otra, la acción de los grupos
de choque apostados en las esquinas del Cabildo que mientras amenazaban a los
grandes señorones mandándolos de vuelta a sus casas, facilitaban el ingreso a
los amigos de la revolución.
En la imagen idílica de los
“democráticos” modelada por la historia mitrista, disuena con la intervención
de la trampa o la fuerza, pero sin embargo, quienes tomaron la Bastilla en la
Francia de 1789 para enarbolar los Derechos del Hombre eran seguramente mucho
menos amables y moralistas que los nuestros.
De nuevo, pues el pueblo,
pariendo la revolución.
No hay pues medulosos cambios
de ideas, ni buenos modales, ni patricios respetables polemizando únicamente,
con sesudos abogados, sino un grupo de privilegiados dispuestos frenéticamente
a resguardar con uñas y dientes sus fortunas y su posición social, frente a
otro grupo, intrépido y fogoso, animado por el espíritu de la revolución.
Castelli afirmaba: “Aquí no
hay conquistados ni conquistadores, aquí no hay sino españoles los españoles de
España han perdido su tierra.
Los españoles de América
tratan de salvar la suya.
Los de España que se
entiendan allá como puedan…
Propongo que se vote: que se
subrogue otra autoridad a la del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta
se salva de los franceses, que será independiente si España queda subyugada”.
La independencia aparece así
planteada como una eventualidad futura, en función de los acontecimientos que
se desarrollen en España, ratificando de este modo el carácter democrático y no
separatista, como objetivo en sí mismo, por parte de los revolucionarios.
La votación en
el Cabildo Abierto
El 22 de mayo votaron
finalmente 225 personas, 69 se pronunciaron a favor del absolutismo, es decir,
por la continuación de “El Sordo” Cisneros como virrey.
Una treintena de votos “pro
virrey” se alineó con Manuel José Reyes.
Otros treinta que apoyaron
esta idea, pero bajo el lema “no innovar” eran grandes terratenientes como José
Martínez de Hoz, de importante fortuna quien comenzó su propio aporte con la
construcción de la Iglesia del Socorro.
En esos sesenta y tantos de
votos están reunidos los más poderosos intereses comerciales y financieros nacidos
al calor del absolutismo y entrañablemente ligados a la burocracia virreinal.
Después de Mayo,sufrirían
confiscaciones y destierros, pero lograrán mas tarde reinsertarse en la
sociedad, mediante el comercio libre y la “amistad” con los ingleses”.
La trampa
absolutista
El Cabildo Abierto se
prolonga mientras se insisten con los largos fundamentos en los votos.
Pero algunas cosas comienzan
a alarmar a las filas revolucionarias.
El sacerdote Bernardo José
Antonio de la Colina, cuñado del síndico Leiva, propone que el virrey sea
mantenido en su puesto y que se le sumen cuatro individuos, “uno de estado
eclesiástico, otro militar, otro profesor de derecho y el último de comercio”,
todos elegidos por el Cabildo Abierto.
Mariano Moreno estaba
informado de la confabulación entre Leiva, el Virrey y con los
conservadores para detener el movimiento revolucionario.
La maniobra del sacerdote era
evidente: un nuevo gobierno, pero encabezado por el mismo Virrey y acompañado
por lo más conservador del Cabildo.
Corría para esto, el 23 de
mayo, Moreno denuncia la maniobra y se alinea a partir de allí al grupo de los
“chisperos”.
Pero, ¿quién es
Mariano Moreno?
Nació en 1779 y su
adolescencia estuvo marcada por la Revolución Francesa.
Viaja a España para
convertirse en cura, pero regresa a Buenos Aires con el título de abogado y con
nuevas inquietudes ideológicas, políticas y sociales que no lo abandonarán.
La lucha por la libertad y la
democracia le entusiasma, y la Revolución Francesa lo enfervoriza, incluso
tiene cierta simpatía con esa Inglaterra que está gobernada en cierto modo por
un pueblo que ejercita sus derechos.
Igualmente no cae en la
ingenuidad de que aquellos que arribaron en las Invasiones Inglesas serán
compañeros de la revolución de mayo de 1810.
Volviendo a la trampa del 23
de Mayo, la prevención de Moreno es justificada ante la maniobra de Leiva
que funciona bien.
El síndico seguramente se ha
ofrecido a uno y a otro de los bandos en pugna como el hombre capaz de alcanzar
la conciliación y evitar el enfrentamiento armado, pero jugando, en última
instancia, la carta absolutista dirigida a resguardar el viejo orden.
Colocado en el centro de los
sucesos, como asesor del Cabildo y del Virrey, Leiva debió percibir que existía
todavía una relación de fuerzas tal que permitía “cambiar algo para dejar todo
igual” y en este intento, ciertos hechos permiten suponer un guiño del coronel
Saavedra.
Al fin de la jornada, el
Cabildo decide comunicarle al Virrey su separación del mando, pero
inmediatamente, afirma que siendo atribución del Cabildo la designación del
nuevo gobierno, decide constituirlo siguiendo la propuesta del cuñado de Leiva,
De la Colina: es decir, un sacerdote (Solá); un comerciante (Incháurregui); un
militar (Saavedra) y un abogado (Castelli) como asociados al virrey Cisneros a
la cabeza del gobierno.
De este modo, el Cabildo que
determina la separación del Virrey del gobierno…..nombra al Virrey al mando del
mismo!
La traición es pública y
vergonzosa y solo tiene alguna viabilidad si la fuerza militar le da apoyo.
Todos los ojos miran al Jefe
de Patricios.
Pero, ¿quién es
Cornelio Saavedra?
Por su origen social,
Saavedra es un hombre apegado al orden, respetuoso de las jerarquías y con una
personalidad donde la audacia brilla por su ausencia.
Era un hombre conservador y
de tradiciones aristocráticas, mimado en el seno de la clase más vanidosa de
los españoles.
Su comportamiento en Mayo
justifican lo dicho.
Por otra parte, el coronel
Martín Rodríguez señaló que la maniobra del Cabildo era “una traición contra el
pueblo, y se lo reducía al papel de idiota”.
Rodríguez advierte que él no
podrá frenar a su tropa y Leiva interviene aduciendo que Saavedra tendrá un
papel importante.
Pero Rodríguez insiste: “Si
nosotros nos comprometemos a sostener esa combinación que mantiene en el
gobierno a Cisneros, en muy pocas horas tendríamos que abrir fuego contra
nuestro pueblo, nuestros mismos soldados nos abandonarían; todos sin excepción
reclaman la separación de Cisneros”.
El tibio Saavedra interviene
diciendo que “la agitación del pueblo y los cuarteles es alarmante”.
Gregorio Tagle, en la derecha
absoluta, dice que la única garantía de gobierno es la presencia de Castelli
junto a Saavedra, quien aceptará integrarse “por vanidad de hombrearse con el
virrey”.
Los hombres de Castelli,
comienzan a pasarse al bando de Moreno, que prefirió alejarse todo lo posible
de la maniobra del Cabildo.
Castelli podría haber sido la
cabeza revolucionaria hasta ese momento, pero todo recayó en Moreno.
Desde la contrarrevolución
nos ofrecen este admirable retrato de French: “Uno de los Morenos, ingrato por
excelencia, cobarde sin compasión, inepto, inmoral, hombre de todos los
partidos y consecuente con ninguno, French, olvidándose de sus compromisos y
halagando las pasiones de Moreno a quien él llamaba “el sabiecito del sur”, se
verá coronel del regimiento de América como que convenía a llenar las
ideas de Moreno, en estas circunstancias en que ya el secretario Moreno se
había arrastrado a la multitud…ese Moreno, para quien ya todos somos iguales,
máxima que vertida así en la generalidad ha causado tantos males”.
Pancho Planes, odiado por los
absolutista por su pasión revolucionaria, enemigo acérrimo de Rivadavia y
partidario de Dorrego, dio todas sus energías a la Patria y murió en la pobreza,
cayó en la lápida del silencio con que la historia oficial condena a los amigos
del pueblo.
Antonio Luis Berutti, que se
había educado en España saltó desde su empleo en las Cajas de Tesorería
directamente a la revolución, junto a French para acaudillar a los chisperos.
Morenista convencido, sufrió
destierro después del golpe del 5 y 6 de abril de 1811, al igual que French y
el resto de los seguidores de Moreno.
Son estos hombres, orientados
por Moreno, quienes indignados ante la maniobra del Cabildo y el intento de
burlar la voluntad popular, inician la movilización de repulsa desde la
medianoche del 23 y durante el 24.
Son ellos quienes logran
torcer el brazo del absolutismo y frustrar la trampa reaccionaria orquestada
por el Cabildo y el síndico Leiva.
A las tres de la tarde del
día 24 se lleva a cabo el juramento de la Junta tramposa presidida por
Cisneros, pero una atmósfera tensa gana ya la ciudad.
El algunos sectores cunde la
agitación que anuncia el estallido.
Aquí y allá los bandos pegados
por orden del Cabildo, son arrancados por gente del pueblo.
Este accionar en las calles y
en los cuarteles produce inmediato efecto.
“Toda oficialidad de
Patricios, encabezada por los coroneles Rodríguez, Terrada, Romero, Vives,
Castex y muchísimos otros militares, se presentó en el Fuerte esa misma noche y
todos a una voz le declararon al coronel Saavedra que no acatarían las órdenes
del Virrey, no otras cualesquiera que se les diesen permaneciendo éste en la
presidencia de la Junta, a no ser que Cisneros renunciase públicamente al mando
de las fuerzas militares y que este mando se transmitiese a Saavedra”.
Así, es que durante todo el
24 los revolucionarios sostienen la idea de utilizar la violencia armada y se
presiona sobre Saavedra.
Se convoca urgentemente a una
reunión de la flamante Junta y allí Saavedra, haciéndose intérprete del reclamo
de los jefes, y Castelli, en representación de la turbulencia popular que se
acentúa, le informan al virrey que es voluntad del pueblo su deposición
irrevocable y que ambos renuncian a la Junta que el Virrey pretende presidir.
Cisneros, irritado, ofrece
objeciones pero se convence de que no tiene otro camino. Se disuelve la Junta
el 24 a la noche.
Los absolutistas juegan su
carta convocando urgentemente a un nuevo Cabildo para decidir rápidamente la
suerte del gobierno.
Por esa razón, en la noche
del 24 al 25 de mayo, nadie duerme tranquilo en Buenos Aires.
Hay quienes están de vigilia
discutiendo el posible curso de los acontecimientos.
Hay quienes se mantienen
insomnes porque el miedo se les ha metido en las almohadas.
Y hay también los que urden,
maniobran, tejen nuevos planes para jugar la última carta en defensa de sus
privilegios.
Latoma del poder
En las primeras horas de la
mañana del 25 de mayo se perciban y a los ajetreos en el Cabildo dirigidos a la
importantísima reunión de ese cuerpo que se producirán poco después.
Pero la plaza ya no está
sola.
Diversos grupos se mueven en
las esquinas.
Ahí están los “chisperos” con
su gente y ya no llevan “cintas blancas al sombrero y casacas¸ porque si
aquellas blancas significaban unión, éstas rojas de ahora significan guerra (ni
antes del 25 ni en ese mismo día hay constancia alguna de que hubiesen existido
cintas celestes y blancas de las que habla Mitre, quien jamás indicó la fuente
de donde tomo dato tan extraño y que, sin embargo, durante décadas se ha
considerado auténtico).
El frente nacional
democrático ha derrocado al absolutismo.
El poder ya no será ejercido
por el Virrey sino por una Junta emanada de la voluntad popular cuyos
integrantes juran ya “desempeñar lealmente el cargo y conserva íntegra esta
parte de América a nuestro Soberano, Don Fernando VII y sus legítimos sucesores
y guardar puntualmente las leyes del Reino”.
Desde el principio no hay un
solo “Mayo” con perfil indiscutido e inequívoco, sino diversos “Mayos” que muy
pronto entrarán en colisión.
El Mayo revolucionario de los
“chisperos y de Moreno, expresión de la pequeña burguesía jacobina que arrastra
a diversos sectores sociales desheredados (peones, jornaleros, artesanos,
pobres) y que bregará con Castelli en el norte, tiempo después, por la
liberación del indio.
El Mayo timorato y
conservador de cambios económicos y sociales importantes, expresión de un
importante sector de la fuerza armada y que, más allá de la mayor o menor
conciencia de don Cornelio, expresa el temor de los propietarios ante la
turbulencia popular.
Y finalmente el Mayo
librecambista, antiespañol y probritánico, el que exalta Mitre y como hará
luego Rivadavia, el del “Partido de los Tenderos”, de esa burguesía comercial
portuaria, criolla e inglesa que jugará por tiempo apoyando al saavedrismo,
hasta alcanzar el poder a través de sus propios hombres.
Por esta razón, acentuando la
óptica sobre uno de los sectores intervinientes, Mitre pudo fabricar su Mayo
liberal, elitista, proinglés, realizado por la gente decente con paraguas, cuyo
programa era la Representación de los Hacendados y su objetivo incorporarse a
Europa.
Así también el revisionismo
nacionalista de derecha aceptó, sin mucho entusiasmo, el mayo rupturista de
España pero lo signó con un perfil conservador al colocar a Saavedra como
principal figura opuesta al presunto iluminismo de Moreno.
Nosotros consideramos que el
pueblo es el protagonista de la historia, nos quedamos con el Mayo de Moreno y
los chisperos, con la revolución auténtica y profundamente democrática,
reivindicadora del esclavo y del indio, defensora por sobre todo de los
derechos del pueblo y forjadora de una sociedad nueva donde imperen la
libertad, la justicia y la igualdad reales en una Patria Grande, libre de toda
intromisión extranjera.
0 Comentarios