EL NEGOCIO FINANCIERO Y LA FUGA DE DÓLARES
El festival de deuda no cesó
en 2017 y el gobierno continuó endeudándose en dólares con bancos privados (a
través de REPO), actores locales (con LETES) e internacionales (a través de la
colocación de bonos a 5 y 10 años).
Por Observatorio
Monetario-Financiero del CEPA
La deuda externa, el único plan: El primer año del gobierno de
Cambiemos se caracterizó por un fenomenal proceso de endeudamiento externo
encarado desde el Estado, que posicionó al país como el principal tomador de
crédito externo entre los países emergentes. Incluso, la colocación de abril de
2016 para “cerrar” el conflicto con los fondos buitre (unos USD 16,5 mil
millones) fue consagrada como la más importante en la historia de un país
emergente, record que sólo fue superado por Arabia Saudita unos meses después.
El festival de deuda no cesó en 2017 y el gobierno continuó endeudándose en
dólares con bancos privados (a través de REPO), actores locales (con LETES) e
internacionales (a través de la colocación de bonos a 5 y 10 años).
A esta altura, la
caracterización de este proceso es por todos conocida: el gobierno pretende
zanjar la brecha externa por la vía del endeudamiento, pero recorriendo a la
vez, un camino distinto al desafío que implica la industrialización y el cambio
estructural necesario para atacar el problema histórico de la restricción
externa en un país periférico como la Argentina. Sin embargo, surge la pregunta
¿por qué hay brecha externa en una economía que no crece? Para ello basta hacer
un somero repaso de dos cuestiones centrales en el frente externo actual: la
evolución de la inversión extranjera y la fuga de capitales.
Lluvia de inversiones: Durante 2016, la tan mentada lluvia de
inversiones sólo permitió volver a los niveles de inversión de 2013, algo mayores
a 2015 pero muy por debajo de 2011 y 2012. Esto no resulta un tema menor si se
tiene en cuenta que se pretende dinamizar la economía con dichas inversiones.
Esta performance resulta
aún más abrumadora cuando se analiza el desempeño de nuestro país durante 2016
en relación al resto de los países de la región: Argentina fue el que ostentó
el ratioinversión
extranjera/PBI más bajo, sólo apenas superando a Ecuador.
En efecto, la evidente negativa del capital internacional
de instalarse en nuestro país aceleró bruscamente el proceso de endeudamiento.
Esta manifiesta necesidad derivó en costos de financiamiento aún muy elevados.
En esa categoría -referida a los costos de la financiación- Argentina es el
país más castigado apenas por detrás de Ecuador, con la salvedad de que, a
diferencia del modelo de Cambiemos, el crecimiento ecuatoriano no es
dependiente del endeudamiento externo (menos aun considerando que se trata de
una economía dolarizada). Como ya advertimos en trabajos anteriores1, el
gobierno no logra convencer a los mercados internacionales ni al mercado local
sobre la consistencia del “cambio” en términos económicos y políticos. Las
constantes rectificaciones de rumbo y la seguidilla interminable de pésimos
indicadores en los 15 meses de gobierno que ya lleva su gestión no hacen más
que agravar esta situación. Incluso, el poder financiero transnacional aún le
reclama al gobierno el hecho de endeudarse por fuera de la plaza internacional
(a través REPO, Letras locales, etc.), a tal punto de que algunas firmas
nacionales lograron financiarse a una mejor tasa que la obtenida por el propio
Estado Nacional.
Recapitulando, el magro
desempeño inversor cristaliza una dinámica externa crecientemente consolidada
como eje del esquema macroeconómico: los dólares sólo
ingresan por endeudamiento y a un costo medio superior al que paga cualquier
país de la región. Este segundo punto podría ser
anecdótico, pero redundará en dato central a la hora de estimar qué tan caro
saldrá el retorno al mundo, cuando haya que pagarlo.
Menos inversiones, más fuga: El año 2016
representó un fuerte quiebre de la tendencia mostrada por la fuga de capitales
en relación al PBI. Dicho ratio se
redujo de manera inequívoca desde la imposición de los controles cambiarios
hacia fines de 2011, llegando a representar el 0,2% de la riqueza anual del
país en 2015 (que incluso considera el mes de diciembre donde la Formación de
Activos Externos –FAE- se incrementa bruscamente producto de la liberación del
cepo), pero duplicándose hasta el 0,5% en 2016. Siempre en términos netos, es
decir restando los ingresos de dólares por la misma operatoria, la Formación de
Activos Externos alcanzó los USD 12,7 mil millones, casi un cuarto de las
reservas.
Al observar la radiografía completa, se evidencia
que por cada dólar ingresado como IED, se fugaron 5 dólares (5×1). Este esquema
implica que el endeudamiento es colectivo pero la fuga es privada.
Queda aún en el tintero la
pregunta: para qué necesita dólares una economía en recesión? Tal como han
manifestado las autoridades económicas en varias oportunidades, el camino a
recorrer es hacia un esquema puro de tipo de cambio flexible, donde la variable
de ajuste ante shocksexternos es la cotización del dólar. En ese modelo, las reservas no tienen mayores utilidades dado que el BCRA
no opera de manera directa en el mercado cambiario. Por ello, el único fin del
endeudamiento es el financiamiento artificial de la fuga de capitales. En
palabras del propio BCRA:
“El sector público no financiero se constituyó como el principal tomador
de crédito externo,
dada la estrategia de reducción gradual del déficit fiscal heredado. En un
régimen de tipo de cambio flexible como el elegido por el BCRA para darle
sostenibilidad al proceso de desinflación, es esperable que el sector privado se transforme en quien adquiera las
divisas ingresadas por el sector público (tanto para la formación de activos
externos como para el giro de utilidades, transacciones que se encontraban
restringidas anteriormente)” .Informe
de Política Monetaria del BCRA, Enero de 2017.
Como se desprende de la cita anterior, la fuga de
capitales es esperable en un modelo donde el Estado es el prestador del
servicio de endeudamiento, tal como sucedía en el modelo de Valorización
Financiera (1976-2001). Lo
que el BCRA indica no es más que lo que hemos
advertido desde hace
tiempo: el Estado toma deuda para que los grandes
actores de la economía puedan fugarlos.
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