En una de las habituales puestas en escena del PRO, Macri se complicó en una charla con una vecina mendocina y advirtió: “Yo en lo que más trabajo es en no volverme loco, porque si me vuelvo loco les puedo hacer mucho daño a todos”.

En momentos en  que el nivel de confianza en el Gobierno se desploma por debajo del 30 por ciento, con la economía en plena crisis por la devaluación y la inflación creciente, Macri aprovechó su paso por Mendoza, donde "participó" de un encuentro del G-20, y para organizar un nuevo timbreo. Como en otras oportunidades, no hubo ningún detalle librado al azar durante la puesta en escena y todo fue registrado por sus propios fotógrafos y transmitido a través de las redes sociales. Sin embargo, pese a ese cuidado entorno, Macri volvió a derrapar. 

Antes de la visita a una familia, el sábado, Macri había estado en un restaurante de Villa Potrerillos y haciendo timbreos en Luján de Cuyo. El intento por mostrar una imagen de cercanía con “la gente”, después de los anuncios de brutal ajuste y del reconocimiento de un incremento de la pobreza en el país, terminó exponiendo a Macri con una declaración que muchos interpretaron como una advertencia velada, otros como un sincericidio y en la mayoría como una amenaza con sesgo mafioso.

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