El intestino es considerado nuestro “segundo cerebro” porque tiene la capacidad de funcionar de manera independiente y, a su vez, en conexión directa con dicho órgano:
el intestino es su principal fuente siendo que es la fuente sensorial
más grande porque recoge información sobre la calidad de los nutrientes,
cómo están las células inmunes o las hormonas de la sangre y le envía
toda esa información para que la vincule con nuestras emociones y
pensamientos.
Muchas veces escuchamos la frase “somos lo que comemos”, o se nos
insiste acerca de la importancia de llevar una alimentación sana y
balanceada, de sumar más verduras, frutas, yogur con probióticos,
semillas, etc.; pero poco sabemos acerca de las razones que subyacen en
la recomendación de consumir estos alimentos, de qué manera conviene
incorporarlos en función de las particularidades de cada organismo, y
qué rol cumple cada uno en el buen funcionamiento de nuestro sistema digestivo, y cómo inciden en nuestro estado de ánimo.
En ocasiones nos preguntamos por qué cuando ingerimos determinados
alimentos algunos los toleramos, otros no y sentimos malestar; o por qué
cuando dejamos de comer harinas nos cambia el humor; o por qué el
estrés baja las defensas. Y acá aparece la gran caja negra
que tiene la respuesta a todos estos interrogantes y es, nada más ni
nada menos, que el intestino. Si bien solemos asociar a este órgano con
un rol poco glamoroso, y cuando nos referimos a él tendemos a
relacionarlo con disfunciones y/o malestares físicos, en realidad
desempeña funciones que son de vital importancia para nuestra salud, y vamos a ver por qué.
“El intestino es un órgano clave porque es una de las vías más importantes de comunicación entre el mundo exterior y nosotros”, afirma el biólogo e investigador del Conicet Gabriel Vinderola.
¿Cómo nos comunica el intestino con el mundo exterior?
En
primer lugar, podemos decir que nuestro intestino, entre el delgado y
el grueso, alcanza una longitud de 8 metros aproximadamente, y aunque
esté todo enrollado alcanza el tamaño de una cancha de tenis. Si
pudiéramos verlo con una lupa, observaríamos que se parece a una toalla
de algodón, y esos pelitos del algodón en el intestino se llaman
microvellosidades. Allí se aloja la microbiota.
La
microbiota intestinal (antes conocida como flora intestinal) está
compuesta por cientos de millones de microorganismos y bacterias que se
encuentran en el tracto intestinal, y allí conviven dos bandos. Por un
lado, tenemos los “soldados” del bando de los buenos y, por el otro
tenemos el bando de los malos, que viven disputándose ese territorio:
cada uno busca ocupar más espacio en nuestro intestino.
Para que nuestro intestino pueda funcionar correctamente, la microbiota debe estar en equilibrio, los microorganismos del bando de los buenos deben ser abundantes y diversos.
Pero lamentablemente en nuestra vida cotidiana hacemos muchas cosas
para romper ese equilibrio: comemos mal, abusamos del uso de
antibióticos y de productos antisépticos, y vivimos estresados, entre
otras cosas.
Para que podamos ayudar a reestablecer esa armonía
necesitamos incorporar más “soldados” de los buenos, ellos son los
probióticos, que están presenten en yogures y algunos quesos. Pero
tambíen hay que incorporar fibras, a través de las frutas, verduras,
cereales integrales, etc, porque las bacterias buenas (presentes en los
probióticos) se alimentan de ellas y en ese proceso de digestión
producen vitaminas, y ácidos grasos de cadena corta, como el ácido
butírico.
“El ácido butírico es un compuesto antiinflamatorio y
anticancerígeno que usan las células intestinales para renovarse,
multiplicarse y mantener al intestino sano y desinflamado. A su vez,
este ácido es utilizado por otras células para producir la ‘serotonina’
que es uno de los principales neurotransmisores encargados de comunicar
al intestino con el cerebro, y es conocida como la ‘hormona de la
felicidad’ ya que está relacionada con el bienestar, el comportamiento,
la actividad sexual y el sueño”, explica Vinderola. Y agrega: “De ahí viene el dicho que reza que para estar bien de la cabeza hay que empezar por estar bien del intestino”.
Implicancias sobre el estado de ánimo
A
veces, cuando estamos angustiados o tristes y nos preguntan qué nos
pasa, no sabemos qué contestar. Esto se debe a que nuestro estado de
ánimo no siempre depende de un factor externo, (que nos peleamos con
alguien o hayamos tenido un día difícil en el trabajo), sino que es algo
que sentimos y no logramos explicar qué es. Muchas veces esa respuesta
podemos hallarla en el intestino: tal vez estemos atravesando un estado
de disbiosis intestinal. ¿Qué significa esto? Se trata
de una alteración de nuestra microbiota que puede afectar la producción
de serotonina y nuestro sistema inmune y provocarnos inflamación,
alergias, depresión, irritabilidad y falta de sueño, entre otros
desequilibrios.
En síntesis, nuestro intestino tiene múltiples
funciones: “la digestión de alimentos, la absorción de nutrientes y,
como si esto fuera poco, allí se aloja la microbiota intestinal, que
activa y modula al sistema inmunológico para protegernos de infecciones,
mantiene controlada la respuesta inflamatoria y produce sustancias que
impactan de manera positiva en nuestro cerebro (la serotonina) y nos da
estabilidad emocional y buen humor”, explica Vinderola.
Luego subraya: “Pero para
que el intestino cumpla con sus múltiples tareas, hay que cuidarlo, la
mejor forma es incorporando alimentos fermentados, alimentos con
probióticos, y fibras, aumentando el consumo de verduras, frutas,
cereales integrales, avena, yogur con probióticos y frutas secas como así también evitar el consumo de antibióticos sin control, y no abusar de productos antisépticos”.
Entonces, ¿empezamos a hablar más seguido de nuestro intestino?
0 Comentarios