Tanto el Papa Francisco, como Joe Biden coinciden en numerosos puntos sobre políticas sociales, Latinoamérica ve con buenos ojos al nuevo presidente de los EE.UU. , por sus creencias religiosas, vinculadas al catolicismo y también, por la gran amistad que lo une con el Sumo Pontífice.

A todo esto,  el Papa Francisco lanzó la tercera encíclica “Fratelli tutti”,

Modelos neoliberales

En esta encíclica realiza una fuerte crítica a los modelos neoliberales, al señalar que "el mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” -sin nombrarlo- como único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto derrame no resuelve la inequidad, que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social”

Apunta que "el fin de la historia no fue tal, y las recetas dogmáticas de la teoría económica imperante mostraron no ser infalibles. La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que, además de rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos”.

En relación a las políticas económicas globales, afirma que “se argumenta que conviene limitar la ayuda a los países pobres, de modo que toquen fondo y decidan tomar medidas de austeridad. No se advierte que, detrás de estas afirmaciones abstractas difíciles de sostener, hay muchas vidas que se desgarran”.

Denuncia que el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso “a veces se ve fuertemente dificultado por la presión que origina la deuda externa. El pago de la deuda en muchas ocasiones no sólo no favorece el desarrollo, sino que lo limita y lo condiciona fuertemente. Si bien se mantiene el principio de que toda deuda legítimamente adquirida debe ser saldada, el modo de cumplir este deber que muchos países pobres tienen con los países ricos no debe llegar a comprometer su subsistencia y su crecimiento”.

Estados nacionales

De hecho, plantea que el siglo XXI "es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política". Avala una economía y una tecnocracia subordinada, pues afirma que "la política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia". 

Por eso, sin dejar de "rechazar el mal uso del poder, la corrupción, la falta de respeto a las leyes y la ineficiencia", afirma que "no se puede justificar una economía sin política, que sería incapaz de propiciar otra lógica que rija los diversos aspectos de la crisis actual (…) No se puede pedir esto a la economía, ni se puede aceptar que esta asuma el poder real del Estado”. 

Señala la necesidad de Estados que se encuentren presentes y activos, junto con “instituciones de la sociedad civil que vayan más allá de la libertad de los mecanismos eficientistas de determinados sistemas económicos, políticos o ideológicos, porque realmente se orientan en primer lugar a las personas y al bien común. Algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien alimentados, o poseen naturalmente capacidades destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado activo y sólo reclamarán libertad. Pero evidentemente no cabe la misma regla para una persona con discapacidad, para alguien que nació en un hogar extremadamente pobre, para alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas posibilidades de curar adecuadamente sus enfermedades. Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más”. 

Incluso, en el apartado Reproponer la función social de la propiedad, va más allá y plantea que “si alguien no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando”. Y cita a Juan Pablo II al señalar que “la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”. Para enfatizar que antes que su derecho, “está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso”, una definición que en Argentina se vuelve clave ante las diferentes tomas de tierras.

Populismo y liberalismo

Si hay un debate que trasciende al país, es del populismo, del cual fue “acusado” hasta el mismo Papa Francisco. No deja de mencionar que ciertas formas populistas usan a los pobres “demagógicamente para sus fines” y que él está “lejos de proponer un populismo irresponsable”, criticando los casos donde “se responde a exigencias populares en orden a garantizarse votos o aprobación”. Para apuntar también que "a veces se tienen ideologías de izquierda o pensamientos sociales, junto con hábitos individualistas y procedimientos ineficaces que sólo llegan a unos pocos".

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