“Vamos a ir hacia un terreno de tasas positivas con los instrumentos del Sector Público Nacional”, se le escuchó decir a Silvina Batakis el lunes pasado en su primera conferencia al frente del Ministerio de Economía. Tenía a su lado al presidente del Banco Central (BCRA), Miguel Pesce, por lo que podía tomarse como una señal de que no sólo los rendimientos de los títulos del Tesoro irían hacia ese terreno positivo, sino que también lo haría la deuda del BCRA. Como siempre ocurre, una suba de la tasa de política monetaria habría derramado sobre las tasas de interés del sistema financiero.

Los analistas renovaron sus esperanzas y comenzaron a descontar que el directorio del BCRA subiría la tasa de interés el jueves por la tarde, tras conocerse el dato de inflación de junio. Claro está que el alza de 5,3% mensual que finalmente terminó dando a conocer el Indec serviría como excusa. Lo que verdaderamente estaba monitoreando el presidente de la autoridad monetaria, Miguel Pesce, era el vertiginoso ritmo al que habían subido los precios en las primeras dos semanas de julio.

Los relevamientos de alta frecuencia de la primera semana del mes marcaron una suba semanal de 2,5% que proyectada al resto del mes (los aumentos de precios se concentran en la primera semana, por lo que no es correcto extrapolar a las tres restantes el mismo ritmo) le ponía un piso a la inflación de 6,5% (113% anualizado). Algunos llegaron a aventurar que desde la entidad podrían haber intentado shockear al mercado, subiendo la Tasa Nominal Anual de la Leliq 400 puntos básicos, a 56%, lo que habría sido el ajuste más fuerte del año (en junio subió 300 puntos básicos). Sin embargo, nada de esto ocurrió. Las tasas de interés se mantienen sin cambios por ahora.

¿Por qué el Central no subió la tasa cuando parecía una jugada obvia y necesaria? Entendemos que está abocado a direccionar la liquidez de los bancos a la deuda del Tesoro. Subirle el rendimiento a la Leliq, que tiene una TNA de 52% la hubiera vuelto más atractiva en términos relativos frente a Letras de descuento del Tesoro (LEDE) que en la licitación del miércoles salieron subastadas con tasas de 50,75 % a 27 días y 63,46 % a 108 días. Resulta evidente que la autoridad monetaria no quiere incrementar el apetito por sus títulos para no “canibalizar” la deuda del Tesoro.

Los inversores han revelado sus preferencias al querer cambiar riesgo “Tesoro” por riesgo “BCRA” (o riesgo “reperfilamiento” por riesgo “licuación”) desde que inicio del stress en la deuda en pesos a comienzos de junio. Ahora el BCRA, luego de haberle comprado más de 1,1 billones de pesos (1,4% del PBI) de deuda del Tesoro al sector privado (con emisión monetaria), quiere redireccionar la abundante liquidez hacia los títulos soberanos. El Ministerio de Economía y el BCRA actúan en tándem para reestablecer el acceso al financiamiento del Tesoro a como dé lugar. Sin embargo, esto implica un riesgo altísimo para el nuevo régimen inflacionario en el que hemos ingresado.

Los depositantes han quedado más desprotegidos que nunca. Al sostener las tasas de interés sin cambios en términos nominales (Leliq en 52%, Badlar en 51% anual y Plazo Fijo personas humanas en 53% anual) frente a una inflación que en julio será de al menos 6,5% (113% anualizado), las tasas de interés reales para empresas y ahorristas se han desplomado a niveles récord, lo que es combustible para una aceleración inflacionaria.

Con dicha expectativa de inflación mensual, la Badlar se ha deprimido a niveles récord de 23,7% real negativa anual, mientras que la de Plazo Fijo se ha hundido a 22,2% real negativa. Tasas reales negativas de las que no hay registro en las últimas tres décadas. Puesto en términos prácticos, si el dinero fuera colocado y renovado mensualmente a la misma tasa y la inflación promediara 6,5% mensual, el poder adquisitivo de la “inversión” sería 23,7% y 22,2% menor tras un año.

Lógicamente, el depositante no tiene ningún incentivo a mantenerse en pesos, por lo que sale a desprenderse de sus tenencias en pesos a como dé lugar y más rápidamente de lo que lo hacía el mes pasado (en el que la expectativa de inflación a un mes vista era menor). En términos más técnicos, la velocidad de dinero se acelerará, equivalente a decir que la demanda por dinero caerá lo que hará subir aún más rápido los precios. La población se desprende de sus pesos contra bienes y servicios (inflación) o contra el dólar (suba de los tipos de cambio libres y, en consecuencia, de la brecha cambiaria). Como en un movimiento de manual, en la rueda del viernes los dólares financieros registraron fuertes alzas: el MEP de $283,2 a $292,5 ($9,3 o 3,3%) y el CCL de $294,1 a $301,4 ($7,3 o 2,5 por ciento).

No obstante, la señal para que se reestablezca el acceso al mercado de deuda en pesos debe ser fiscal y no una artimaña financiera. Probablemente el BCRA decida subir sus tasas de interés en las próximas semanas, pero ya no causará el mismo efecto. Con los aires “renovados” tras el cambio de ministro, podemos pensar que, tanto en lo fiscal como en lo monetario, no existe una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión.

 

 

 

 

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