En los últimos años la expansión territorial de los cultivos de coca ilegal en Bolivia se han multiplicado, favorecidos por políticas impulsadas por los gobiernos del MAS.

Afganistán está, claramente, bajo el dominio de la droga. Bolivia está en esa dirección ahora, cuando la producción de coca se expande sin control y los fabricantes de droga tienen incluso el apoyo del gobierno.

Productores de la coca legal de los Yungas de La Paz son reprimidos brutalmente por la policía porque protestan contra la decisión del gobierno de crear un mercado ilegal de la coca para beneficiar a los fabricantes de cocaína, denuncia el diputado Walky Egüez.

Uno de los cocaleros perdió un brazo, una decena de ellos han sido detenidos y sus esposas secuestradas por la policía, que ingresó a viviendas privadas para lograrlo, lo que provocó un pronunciamiento de las Naciones Unidas: “Excesivo uso de la fuerza”.

La coca legal de Yungas se comercializa en Villa Fátima de La Paz, pero el gobierno decidió crear otro mercado, en Villa El Carmen, donde los narcotraficantes podrán comprar la hoja sin el control de los sindicatos, denuncia el analista Gregorio Lanza.

Hasta 2006, cuando llegó Evo Morales a la presidencia, sólo estaba autorizada la coca de Yungas, pero él decidió convertir en legales los cultivos de Chapare, en Cochabamba, de donde es dirigente sindical.

Una ley aprobada para ese propósito dice que el área de cultivo de la coca pasa de 12.000 a 22.000 hectáreas. El experto Franklin Alcaraz dice que para atender la demanda tradicional de la coca bastarían 6.000 hectáreas.

La DEA dice que, en realidad, en este momento son 36.000 las hectáreas en que se cultiva la coca en Bolivia, en Yungas y Chapare, sin contar los cultivos que existen en once parques nacionales, que están desprotegidos.

Morales se ha convertido en el profeta que promueve los cultivos ilegales, no solamente en Bolivia. Él aconsejó al peruano Pedro Castillo legalizar los cultivos del VRAEM, que eran quemados por la policía de ese país y sus pistas clandestinas bombardeadas por anteriores gobiernos.

Aparte de lo que ocurre en La Paz, la guerra que conduce Morales enfrenta a los lugareños que se oponen a que sus tierras sean convertidas en cocales.

La táctica consiste en la toma violenta de grandes extensiones de tierra, incluso de propiedad privada, hacerse fuertes con la policía y luego exigir al Instituto de Reforma Agraria (INRA) la legalización de sus predios robados, lo que ocurre de inmediato.

También se usa el incendio de grandes extensiones de bosque, como en 2019, en que fueron quemadas dos millones de hectáreas. Así, el trabajo está hecho, pues esa tierra chamuscada está lista para los cultivos de coca.

Las plantaciones de coca, según relató el legendario dirigente minero Filemón Escóbar, son diseñadas de tal manera que tienen anchas avenidas que hacen de vía de comunicación pero también sirven para el aterrizaje de las avionetas.

De Chapare esas avionetas se llevan la “pasta base” (sulfato de cocaína) hacia las fábricas donde están los mejores laboratorios de Sudamérica que la convierten en clorhidrato, la “diosa blanca”. Luego, las avionetas se ocupan de llevar la droga hacia los países vecinos.

Tienen la ventaja de que el tráfico de aeronaves por el espacio aéreo boliviano no tiene ningún control. Los trece radares que el gobierno de Morales compró en 2015 pagando 225 millones de dólares, todavía no han sido usados.

La semana pasada el ministro de defensa, Edmundo Novillo, dijo que sólo uno de esos radares será destinado, cuando esté listo, a controlar el tráfico de las avionetas del narcotráfico. En siete años, el trabajo de armar los radares había avanzado en 90%, dijo el ministro. Novillo es uno de los ministros de Luis Arce que son la “cuota” de Morales.

Los cárteles brasileños operan en Bolivia y se enfrentan todos los días en ciudades fronterizas, como San Matías. El diario O Estado de Sao Paulo informó que el Primer Comando da Capital tiene incluso cultivos de coca en Bolivia.

Morales hizo un viaje relámpago a Colombia después de la posesión de Gustavo Petro. Había estado en México en contacto con el Cártel de Sinaloa cuando huyó de Bolivia en 2019. Recibe los votos de los bolivianos que viven en Argentina, donde la droga de Chapare ha creado verdaderos infierno, como Rosario.

Algunos asegurarían que podría convertirse en Simón Bolívar, pero de otro tipo de actividades, CIERTAMENTE, COMO NARCOTRAFICANTE.

 

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