UN HOTEL IMPENSADO

CUENTO FANTASTICO

EL HOTEL IMPENSADO”

 Por FONTANAZUL

Y así, comprendí que nunca regresaría.

Corría el año 2124 y ya estábamos en los albores de la teletransportación en el tiempo, sin correr el riesgo de desmaterializarnos y no volver a materializarnos, después de haber viajado, sea en el pasado ora en el presente.

Muchos pagaron el alto precio de este singular avance con sus vidas, al desaparecer para no regresar jamás, quedando en vaya a saber uno en que limbo invisible para nosotros.

Soy el jefe de investigaciones de la Comisión Única Mundial para el Transporte en el Tiempo, o UMPTT en sus siglas en español, que es ahora el idioma global y único desde el año 2083.

El director McKee, Wilbur McKee se comunicó conmigo como lo hace habitualmente por simple telepatía, en tanto se pudo utilizar -neurobiólogos mediante- una parte de nuestro cerebro que un siglo antes solo ocupaba lugar en nuestro cráneo., sin utilidad alguna conocida. -

McKee es un hombre pequeño, esmirriado, enjuto. Muy rubio, casi albino, que huye siempre de febo.

Su reducida estatura me hace sentir incomodo cada vez que conversamos estando de pie. -

Su reducida estatura y aspecto no coincide con su inteligencia superior y su capacidad de liderazgo en lo que a investigación científica se refiere.

No se le conoce familia alguna, ni esposa, ni hijos, hermanos, una amante siquiera.

Permanece unas doce horas diarias en la CUMPTT, casi siempre inclinado sobre sus papeles y libros, en su viejo tecnificado escritorio, con su laptop con la que realiza toda su tarea digitalizada, desde un solo sitio y elemento de trabajo.

Con esa laptop, McKee conoce todos nuestros movimientos porque nos ve permanentemente a todos nosotros, su equipo de confianza.

Somos unos cincuenta investigadores de alta performance, que la ve cuando quiere en tanto las paredes del instituto poseen una textura de nanotecnología que permite que actúe como una cámara de video cada una de las partículas de la especial pared de todo, todo el edificio, aun en las toilettes del mismo.

Las imágenes captadas llegan a McKee directamente y nada escapa a su mirada inquisidora y controlante.

La nanotecnología cambio nuestro mundo pasadas tres décadas del siglo 21.

Con mi metro ochenta musculosos gracias al pequeño dispositivo insertado en mi cuerpo que al ,activarlo aun cuando descanso, activa mi musculatura corporal como si estuviera ejercitándome todos los días, atravieso la pared de plasma activa pues poseo la clave activada en mi cerebro y con solo pensar en cruzar esa pared lo logro ,privilegio que me otorga mi alto rango 23 XX logrado por mis cualidades intelectuales aplicadas a mi trabajo de toda mi vida activa en el instituto, me siento frente a McKee y me escruta como si no me conociese, después de casi 15 años de trabajo justos.

Sin preámbulo alguno me dice: “John”, ese es mi nombre, John Diaz, y si provengo de una familia latina con varios de varias generaciones en los EEUU hasta mediados del siglo 21.

John tengo en mente un proyecto nuevo. Y quiero que lo conozcas

Esta vez serás el protagonista único y exclusivo de este proyecto…

Ok, dije, aquí viene McKee.

Así es, dijo, sin siquiera pestañear ni mirarme a la cara.

Esta vez deberás ser el piloto de la cápsula que te enviará al futuro, hasta el 2323, para ver esencialmente como es el mundo dentro de 199 años.

Inmediatamente pensé: Porqué no dentro de 200 redondos, pero McKee era así, un hombrecito raro y de mente encriptada.

Sí, serás el único que viaje en la NAVIAFU y no habrá nadie que pueda ayudarte si surgen problemas y no se lo que encontrarás, si es que hay algo aun en ese año lejano.

Pero, sí existen aún los humanos, animales, robots o cualquier forma de vida, en ciudades o comunidades de cualquier tipo, debes investigar como son, cómo actúan, cómo se relacionan entre sí, como interactúan en esa sociedad si existe, cómo se alimentan, viajan, hacen el amor, se reproducen, En fin, todo lo que hasta ahora hacemos los humanos.

No todos, pensé inmediatamente.

Creo que McKee se cansó de mí, sé que nunca fui de su agrado.

Claro que yo fui por demás mordaz con él una vez que debía exponer sus teorías sobre los agujeros negros y yo, entre las fotos que proyectaba para ilustrar a la numerosa y calificada audiencia de científicos y funcionarios públicos y empresarios intercalé una foto de una vagina con abundante vello púbico negro, pues me pareció que ese era un ejemplo de un agujero negro, a veces impenetrable.

Los más de doscientos asistentes, científicos de todo el mundo académico, en general personas reservadas, retraídas a sus libros, telescopios y laboratorios, en resumen, unos ratones de biblioteca luego estallar en carcajadas y frases despectivas contra MacKee, que lograron que saliera corriendo del recinto como si lo estuviese persiguiendo un velocirraptor, si hubiere alguno vivo.

McKee desapareció del instituto por unos tres meses y siempre supo que fui yo el de la terrible foto vaginal. Pero nunca pudo probarlo formalmente, aunque lo intentó.

Tal vez ahora decidió vengarse -y con cierta razón- enviándome solo al temporal y siempre peligroso viaje al futuro, quedando supeditado a los avatares de la física quántica aun impredecible a pesar del avance de esta época.

Por otra parte, la ocasión de regresar con información única y muy valiosa me llevaría a ser el centro de atención del próximo congreso anual de científicos y sería de algún modo el desagravio de McKee al obtener un logro inédito en la ciencia.

La “nave” es de difícil descripción, si es posible llamarla “nave”, pues es una especie de cilindro hueco con paredes transparentes y una compuerta que una vez dentro de la misma se cierra automáticamente y ya resulta imposible dar marcha atrasa l “despegue” que en realidad no es tal, sino un proceso creciente y casi instantáneo de desintegración molecular de mi cuerpo empezando por mi cabeza y llegando a mis pies en algo así como en una décima de segundo. Les aseguro que ese proceso no es doloroso, solo el describirlo es aterrador.

Y dije que es una rara “nave” pues en realidad para serlo debería despegar y, el único que despega seré yo, desintegrándome primero.

Se preguntarán como he de regresar -si lo logro-del futuro: llevo una especie de joystick disimulado en una especie de medallón atado a mi cuello, que a un pedido verbal reacciona -solo con mi voz- y inicia el proceso de regreso a la fecha de despegue tan velozmente como en el inicio del viaje.

La velocidad del viaje todavía es finita, exactamente la velocidad de la luz, 300.000 km por segundo qué es la velocidad en que los átomos viajan al desintegrase la materia en fusión atómica, pero en éste caso no para transformarse en energía según la formula de Albert Einstein E=MC2, es decir que la energía desplegada es igual a la masa de lo que se desintegra-por ejemplo una simple cucharita- multiplicada por la velocidad de la luz elevada al cuadrado, es decir por 300.000 km/h elevada al cuadrado, demasiados ceros a la derecha, algo así como el numero 9 seguido de diez ceros y eso por la masa a desintegrar. Por suerte no será mi caso, porque se rectificó la fusión para llevarla al “transporte” molecular de objetos y mas dificultosamente de materia orgánica, lo que constituye al ser humano. Alguna vez ha fallado.

No sé si debo aclarar que no portaré arma alguna, solo llevaré un medio de intercambio para poder comprar lo necesario para sobrevivir, si es que hay oportunidad. Hablo de la moneda universal única y virtual que existe desde hace un siglo y espero se siga utilizando en el año en el que llegare yo, 199 años más.

La vacuna universal contra todo tipo de virus o bacterias conocidas o por conocerse me protegerá contra toda enfermedad exótica. Un sensor especial colocado e entre capas de la piel detectara cualquier virus o bacteria conocido o por conocer y permitirá que mi organismo genere los anticuerpos necesarios para destruir los, son linfocitos T de creación instantánea.

A dos días de partir, repaso el manual de supervivencia, aunque lo que indica para diversas situaciones probablemente no respondan a la incertidumbre y desconocimiento sobre lo que hallaré en un futura no tan cercano y solo resulta en una entelequia privada de toda practicidad real ante lo eventual y aun desconocido. Pero el reglamento de McKee que es como su biblia personal no se discute para nada.

El manual es como llevar un martillo y no saber si habrá clavos, de allí su especial futilidad.

La noche anterior al “viaje” Inter temporal, planeado para el 1° de mayo de 2124, que aún es feriado en el almanaque, no pude pegar un ojo en toda la larga noche. Debo aclarar que es muy inusual que sufra de insomnio y especialmente antes de un viaje. –

Esta vez viajar solo me inquieta mas allá de lo previsible y normal y, en alguna parte de mi inconsciente se que McKee planeó deshacerse de mí.

No podría probarlo, pero mi intuición humana aun actúa en este mundo ya deshumanizado.

Me levanto a las 0500 hs, ¿dos antes del viaje-sin retorno? -duermo en un gabinete a menos de 50 metros del laboratorio y punto de partida al futuro inesperado, desde donde partiré a las 0700 hs de hoy.

Orino lentamente, un orín claro, límpido, tal vez por los tres vasos de agua que bebí antes de acostarme, tenía la garganta muy seca.

Desayuno rápido y austeramente unos huevos revueltos sin sal y un vaso de jugo de naranja artificial, hace rato que no existen naranjales en el mundo, casi todo lo que consumimos es producto de la ciencia y tecnología alimentaria. Carme cultivada, leche sintética huevos sintetizados, es un milagro que nuestro sistema digestivo aun funcione.

Ya satisfecha mi poca hambruna, después de vestirme con prendas tratadas para soportar altas temperaturas e impedir que el calor penetre a mi cuerpo y también las muy bajas, la lluvia y otros rigores climáticos posibles, llego después de atravesar un pasillo cenitalmente iluminado con una luz que semeja rojiza y tenue que me lleva a otros lugares que conocí en mi adolescencia fugazmente.

Mi pase está activo y puedo atravesar las paredes de plasma del laboratorio, como un fantasma.

McKee ya estaba allí, sentado frente a su raro escritorio. Me presiente sin oírme caminar y gira su cabeza de alfeñique observándome sin gesto alguno para no delatar sus aviesos sentimientos hacia mí.

Siento que pretende orador mi cerebro y ver lo que pienso en ese instante, tal vez me equivoque, pero es lo que presiento.

Entré en la cápsula sin despedirme de McKee que solo pretendió darme las últimas instrucciones, las que yo ya sabía perfectamente y él sabía que yo la sabia.

Cuando McKee me ordenó que iniciara el procedimiento que me llevaría al futuro, conté mentalmente hacia atrás desde 15: entonces comencé a sentir una especie de succión de todo mi cuerpo, hacia arriba, comenzando con mi cabello, para seguir hacia abajo llegando a mis pies y todavía pude sentir como comenzaba a desintegrarse muy muy velozmente todo mi cuerpo. Solo duro un instante, como siempre.

Desaparecí totalmente de mi mundo conocido.

¿Llegue y estaba muy oscuro, pensé que sería de noche, como saberlo?

Inmediatamente pensé que eso era bueno para mí, de haber controles de cualquier tipo de noche es más fácil ser visto o identificado por alguna cámara de los miles que controlan en mi mundo, la actividad absolutamente de todos aun en los lugares más recónditos y personales o privados como en la toilette de tu propia casa.

Creo que estaba parado en una calle, desierta según pude apreciar, iluminada tenuemente por una especie de globo flotante a unos cincuenta metros de altura. Había uno cada 30 metros creo. Todos en una línea imaginaria que pasaba por la mitad de esa extraña y desierta calle.

Avance con precaución por esa calle que no poseía -recién me percato de ello- de vereda alguna. ¿Habría vehículos transitando por esas calles? ¿Y los humanos, si los hay por donde se desplazan entonces para no ser atropellados?

De ambos lados de la calle se erigían unos cilindros de unos veinte metros de diámetro, y de unos cincuenta metros de altura, sin ventanas y todos iguales, uno al lado del otro, como silenciosos silos del siglo 20.

¿Y entonces parea que servirían?

No tarde en enterarme: dé uno de ellos se abrió una puerta que no estaba visible y que tendría tres metros de altura y dos de ancho. Y por ella surgió lo que después de unos segundos tuve la certeza de lo que era, un robot humanoide casi tan alto como la puerta y de una contextura física de Mike Tayson el boxeador icono en el siglo 21.

Solo pude saber que no era humano por mi detector de peligros activos que me aviso con una vibración codificada en mi cuello.

Desconociendo si sería o no hostil, pretendí inútilmente ocultarme, pero no había donde hacerlo ya que los cilindros pegados unos a los otros e una larga fila que excedía fácilmente los mil metros, mal podía oficiar de camuflaje para mi humana persona.

El humanoide me detecto inmediatamente, giró su cabeza robótica que semejaba una cara humana, pero no lo era, y se dirigió con pasos firmes y muy rápidos a mi encuentro.

Pretendía no temblar, pero no pude evitarlo, era mi mundo, pero había cambiado severamente y no sabia si era o no hostil a los humanos.

Lo descubrí lastimosamente, la máquina se detuvo ante mí, me observo con marcada curiosidad y decidió que yo podía ser hostil, pues inmediatamente me apresó con suma facilidad tomando mis manos con las suyas, frías y poderosas y las junto para luego rodearlas con una substancia que salía de la punta de uno de sus dedos y se convertía en algo muy flexible pero inelástico e irrompible. -

Sin emitir sonido alguno me llevo a un cilindro que rea mas grandes que los otros, a unos trescientos metros de donde me detectó.

Se detuvo frente al mismo y se abrió una puerta similar a la que vi antes. Una luz verdosa invadía el lugar que no olía a nada y de pronto aparecieron cinco humanoides más, se acercaron a mi captor en derredor del mismo y juntando sus cabezas parecían deliberar sobre mi obviamente.

De resultas de ello, fui llevado a un cilindro, esta vez diferente de los anteriores porque estaba alejado unos kilómetros de lo que aparentaba ser una ciudad habitada por los robots símil humanos, en un campo desolado y desértico sin arboles ni una brizna de pasto, desierto donde no se veía rio alguno ni animal de especie alguna. El cilindro se distinguía especialmente porque divise unas aparentes ventanas muy pequeñas por donde seguramente penetraba el tenue sol que llegaba a través de una bruma espesa tal como la llamaban los ingleses que soportaban ese clima y la llamaban “soup”.

Pude contar mientras me llevaban treinta filas circulares de ventanucos, es decir que tenía treinta pisos, como un rascacielos me dije a mi mismo.

Al entrar sentí un olor conocido y penetrante, era a sudor humano, a heces descompuestas a orín viejo. En parte me alegré por ello, vería a mis congéneres, en ese mundo futuro aun estábamos presentes. Una alegría repentina me invadió fuera de toda lógica y cordura.

La alegría me duro muy poco, después de por un cilindro que hacia a las veces de ascensor, el que se detuvo en lo que supuse era el piso 20-los conté mentalmente-fui literalmente arrojado a un cubículo de dos por dos, con una de los tantos ventanucos que observé al llegar. Techo y paredes de acero inoxidable o similar. Un camastro del mismo material con un remedo de colchón de apenad dos pulgadas de espesor lo que supuse sería mi lugar de descanso hasta vaya a saber uno cuando.

Una bacha adherida a una de las paredes oficiaba de lavatorio y un grifo del que goteaba un liquido sucio y frio según aprecié cuando quise beber un poco. –

La puerta, que semejaba a una guillotina, se cerró con un estentóreo sonido metálico. ¿Estaba solo alojado en una especie de hotel para desahuciados? Pronto lo sabría.

Debo haber dormido unas pocas horas y las pesadillas fueron las principales invitadas en mi mente que trataba de entender.

Como me sacaron todo lo que traía conmigo no pude saber que hora era, pero la tenue luz inclinada en el horizonte, luz de tinte anaranjado, tal vez por un exceso de polución ambiental, delataba un atardecer avanzado y pronto llegaría la noche y vaya uno a saber con qué más.

La puerta -guillotina se abrió y decidí atravesar ese límite para ingresar a una especie de patio comunitario en tanto todas las puertas de los otros cubículos daban al mismo.

De esos cubículos comenzaron a salir con paso muy cansino, otros humanos o lo que quedaba de ello: macilentos y extremadamente flacos, con barbas larguísimas e hirsutas y desdentados, débiles de toda debilidad, los que me miraron sin sorprenderse en absoluto.

Cómo todos hablaban español aun 199 años después, pudimos comunicarnos con facilidad.

Después de explicar como llegue allí, ellos dijeron que, de modo similar, es decir teletransportados, llegaron a esa época desde otras pretéritas unos doscientos años antes aproximadamente, ya que habían perdido totalmente la noción del tiempo en cuanto a meses y años transcurridos desde cada arribo.

¡Casi entro en shoc, al escuchar que todos ellos, unos doscientos, habían sido enviados en misiones especiales desde el CUMPTT, viajes todos programados por McKee, el maldito de McKee!!

Todos tenían algo en común y conmigo: en algún momento de su desempeño en el instituto habían tenido una discusión descuerdo con McKee, pero nunca éste había reaccionado enojándose o aplicando alguna sanción o demerito a ellos. Creían que McKee no les guardaba rencor alguno por esas desavenencias ocasionales.

También me contaron que McKee se comunicaba con estos humanoides frecuentemente, que se los contó un androide que los alimentaba diariamente con porquerías sintéticas que apenas los sostenían vivos.

Los androides recibían, siguieron contándome, a los humanos enviados por McKee para estudiarlos (ya no existían humanos en el mundo y fueron sustituidos por los humanoides que habían creado los que se independizaron de todo control humano) y los alojaban en estos cilindros, remedo de hotel, pues no llegaba a ser una cárcel. –

¡McKee hizo conmigo lo que venía haciendo desde que fue designado director del instituto: El maldito pusilánime y cobarde cada vez que discutía con un subalterno, cobardemente se vengaba, tal como un asesino serial, enviándolos a una misión que sabía que finalizaría con el enviado en ese hotel del averno, hasta su muerte lenta pero segura. ¡¡No habría nunca modo de inculparlo, eran crímenes perfectos!!

Escribo esto en unas hojas que rescataron mis ocasionales compañeros para mí, con el firme propósito de que alguien, cuando llegue la hora lo lea y sepa como tuvo que vivir o mejor dicho transcurrir hasta su muerte un viajero enviado por McKee, que finalmente obtuvo su venganza, sabiendo-ahora lo sé- que me enviaría a este extraño e inesperado hotel a terminar con mi vida.

 FIN. -

























































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